lunes, 10 de octubre de 2016

La leyenda histórica de la «Francia eterna»



El historiador Robert Gildea publica su ensayo «Combatientes en la sombra», una rigurosa y definitiva investigación de la Resistencia francesa, un capítulo controvertido del pasado galo que los historiadores han desmitificado a través de varios estudios.
«Había cuarenta millones de petainistas y, de repente, en junio de 1944, cuarenta millones de resistentes», comentó sarcásticamente Henri Amouroux, prestigioso historiador francés sobre la ocupación alemana («La Grande Histoire des Français sous l’occupation»). Amouroux, que comenzó a publicar los diez tomos de su obra en 1976, cuando pudo permitirse desmitificar a la Resistencia e intentar clarificar aquella compleja historia: habían transcurrido 32 años, De Gaulle había fallecido en 1970 y gran parte de los dirigentes surgidos de la Francia Libre y de la Resistencia habían muerto o abandonado la escena política.
Desde entonces se han sucedido las investigaciones sobre diversos aspectos de la vida francesa en el período 1940/44 que, en buena parte, han desmontado el mito de la Resistencia o han tratado de poner las cosas en su sitio, como la recién publicada monografía «Combatientes en la sombra», del británico Robert Gildea (Taurus, 2016).
Este libro, escrito sin prejuicios, aborda las peripecias personales, las contradicciones internas, las divisiones políticas, la agria disputa entre la Resistencia interior y la Francia Libre, las diferencias entre De Gaulle y los comunistas y entre militares y guerrilleros y la general humillación de estos cuando De Gaulle y sus cuadros profesionales se hicieron cargo del poder. Por tanto, es muy diferente a las obras desmitificadoras de los últimos tiempos y, aunque emplee pocos datos generales –muy controvertidos en toda la historiografía de la Resistencia–, aporta una enorme información sobre los «maquisards» y sus motivos.


En Francia reina el orden
Tras la derrota francesa, sellada en Rethondes (22 de junio de 1940), la Francia metropolitana quedó dividida en dos partes: la zona norte y la costa oeste, bajo directo control alemán y el centro hasta los Pirineos orientales y el Mediterráneo, bajo el Gobierno autoritario del Mariscal Philippe Pétain, establecido en la ciudad balnearia de Vichy. En ellas los franceses tuvieron tres actitudes: 1) colaboracionistas con los ocupantes; 2) petainistas; y, 3) simpatizantes de la Francia Libre cuya bandera había levantado De Gaulle en Londres y a cuya causa se unieron las guarniciones francesas del África negra, mientras las del norte de África y Siria aceptaba al régimen de Vichy. Además, surgieron organizaciones de resistentes, apenas unos centenares –
sobre todo en Lyon y Toulouse– que elaboraban panfletos antialemanes y escondían o ayudaban a escapar a los perseguidos por los alemanes. Poca cosa: 11 meses después del armisticio, el Cuartel General alemán en París comunicaba a Berlín: «La actividad antialemana es tan escasa que puede decirse que en Francia reina el orden».
Cuando Hitler desencadenó la Operación Barbarroja, la invasión de la URSS, el 22 de junio de 1941, los comunistas franceses –aparte de algunos panfletos– parecieron más vinculados al Tratado de no agresión germano-soviético, de agosto de 1940, que a la suerte de Francia. La situación cambió tras el ataque y, sobre todo, después del frenazo sufrido por los alemanes ante Moscú. La euforia se apoderó de los enemigos de la ocupación alemana, con los comunistas a la cabeza: se podía vencer a los nazis. Con todo, entre mayo de 1941 y mayo de 1942, las acciones contra los ocupantes y sus intereses apenas alcanzaron el centenar, causándoles 122 bajas (52 muertos), a las que los alemanes replicaron con 242 ejecuciones, cifras muy tolerables según Berlín.
La Resistencia estableció víncucon Gran Bretaña, que suministraba armas, emisoras, dinero y agentes y con la Francia Libre, que ayudaba poco pero cuyas operaciones en África, a partir de 1942, elevaban el espíritu de lucha y la esperanza de victoria. De todas maneras, aún era escasa, dividida y mal armada.
En la segunda mitad de 1942 hubo dos factores que dieron vida a la Resistencia: primero, el reclutamiento forzoso de jóvenes por el Service du Travail Obligatoire para trabajar en Alemania (hasta mediados de 1944, unos 600.000 o 650.000) fue rechazado por muchos, que se refugiaron en el campo o las montañas y parte de estos «réfractaires» se convirtieron en «maquisards».


Segundo, la ocupación alemana del territorio de Vichy, tras el desembarco aliado en el Norte de África, en noviembre de 1942. Su relevancia numérica era tan importante como escasa su organización hasta que algunos grupos se unieron en L’Organisation de Résistance de l’Armée, O.R.A., en enero de1943. Gran Bretaña organizó en los 30 meses siguientes millares de vuelos en los que les lanzó cerca de 100.000 fardos de armas, munición, medicamentos, material de transmisiones, instructores y agentes, entre ellos al héroe supremo de la Resistencia, Jean Moulin, que viajó clandestinamente a Londres tres veces, entrevistándose con De Gaulle y culminando la unificación bajo el nombre de Consejo Nacional de la Resistencia, CNR, bajo la autoridad suprema de De Gaulle.
Al parecer eran unos cien mil a finales de 1943, muchos de ellos «maquisards», es decir, gente dedicada a la lucha; el resto estaba imbricado en el tejido civil: recogía información, escondía fugitivos, auxiliaba a los heridos, pasaba fugitivos a España o facilitaba su huida a Inglaterra. Su actuación fue relevante: enviaron miles de informaciones útiles a los servicios secretos ingleses y a De Gaulle, sacaron de Francia a unas cien mil personas (de las cuales 20.000 se unieron a las Fuerzas de la Francia Libre), realizaron millares de sabotajes y durante el año anterior al desembarco de Normandía, junio de 1944, agobiaron a ocupantes y colaboracionistas (más de un millón, a comienzos de 1944, según el historiador francés Philippe Burrin), asaltando centenares de pequeños acuartelamientos y comisarías.



«Combatientes en la sombra»
Robert Gildea
Taurus 640 págs

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