viernes, 16 de septiembre de 2016

Bombas fétidas, el arma definitiva de los servicios especiales para vencer a Hitler e Hirohito



Nuevos documentos desvelan que los norteamericanos planearon usar un líquido sumamente hediondo para hacer perder la dignidad a los oficiales del Eje
La Segunda Guerra Mundial supuso un avance en lo que a la tecnología militar se refiere. Así lo demuestra el que a partir de 1939 se perfeccionara hasta un nivel increíble el carro de combate (lo que dio como resultado la creación de auténticas fortalezas rodantes como el Panzer VI -”Tiger”-) y se empezara a coquetear con los primeros aviones a reacción (una evolución que hay que atribuir a los alemanes).

Sin embargo, en la que fue una de las más sangrientas contiendas de la historia también se experimentó con otro tipo de armas que, por diferentes causas, fueron olvidadas en los laboratorios de los aliados y el Eje.


Es precisamente en este segundo grupo de armas (las que no llegaron a ser determinantes y quedaron simplemente en una anécdota) en el que podríamos enmarcar un curioso artefacto ideado por los servicios especiales de los Estados Unidos que buscaba que los oficiales germanos y japoneses fueran objeto de burla por parte de sus soldados.

Este se correspondía con un líquido extremadamente fétido y cuyo hedor se quedaba pegado durante horas a los mandamases de las facciones enemigas. El uso de esta curiosa «bomba pestilente» ha sido descubierto en las últimas semanas por la escritora Mary Roach y su uso ha sido hecho público en el diario «Times» y el «Daily Telegraph»




El comienzo
Tal y como ha desvelado el diario (en base a una entrevista con la escritora) es necesario buscar el origen de esta idea en 1943. Fue entonces cuando un agente de los servicios especiales británicos (la Dirección de Operaciones Especiales, o «Special Operations Executive» -SOE-), envió a uno de sus colegas de la OSS (La Oficina Estadounidense de Servicios Estratégicos, la predecesora de la CIA) una carta en la que le explica cómo podía fabricar una sustancia sumamente pestilente que podría ser utilizada contra las fuerzas enemigas.

La misiva está fechada el 4 de agosto de ese año y el agente receptor fue el comandante Stanley Lovell, uno de los encargados del sabotaje a los nazis en Francia. Cuando todavía faltaba un año para el Desembarco de Normandía, el país galo totamado por los germanos, y el legítimo gobierno franco en el exilio, la única forma en la que se podía hacer frente a los seguidores de Hitler en la región era mediante pequeños actos de guerrilla. Misiones que protagonizaba la mítica «resistencia» y algunos primigenios agentes del servio de inteligencia como el que acabamos de nombrar.



Con este objetivo nació este líquido, el cual debería ser arrojado de forma sutil contra los oficiales alemanes y japoneses durante las reuniones que mantuvieran con sus hombres para que fueran objeto de mofa por la peste que desperndían. Tal y como ha descubierto Roach en las cartas, buscaban «proporcionar un líquido que produjera una prueba inequívoca de la falta de limpieza personal de los oficiales».

Con todo, también fue ideado para ser lanzado en reuniones públicas «libres de olor» debido a que la peste podría «desembocar fácilmente en el miedo o el pánico». Esta curiosa mezcla fue denominada «Liquido S», y el proyecto, «¿Por qué yo?».


Olor a heces
Las cartas que han desvelado la existencia del proyecto fueron encontradas por Roach durante una investigación para su próximo libro. Gracias a ellas, la estadounidense ha descubierto que a sus compatriotas les gustaba tanto la idea de crear un arma de un olor repugnante, que se decidieron a diseñarla.

Así pues, y aunque tardaron dos años en elaborarla, lograron crear un líquido que oliera como si «el afectado tuviese la tripa suelta». Es decir, a heces. Con todo, en un escrito enviado a una consultora química, el teniente Mackenzie (de la OSS) también solicitó asesoramiento sobre una sustancia tan apestosa como para dispersar multitudes y contaminar los suministros enemigos. Según parece, esta nunca llegó a materializarse.

La fórmula mágica del «Santo Grial de la peste» (como le lleama la escritoa) habría sido n-butírico, n-valérico, n-ácido caproico, y escatol, lo que otorgó a este lote un olor fecal «potente y duradero».
Utilización
Pero... ¿Fue utilizado finalmente este líquido? Según Roach, las primeras cápsulas se terminaron en febrero de 1944. Varias podrían haber sido entregadas a agentes secretos noruegos, los cuales habrían recibido órdenes de romperlos sobre los abrigos de los oficiales alemanes en sus vestuarios. No obstante, de momento todo se basa en los documentos hallados.