al conocido pintor bohemio en el Museo dell’Ara Pacis con
más de 170 litografías procedentes del Museo de Bellas Artes de Budapest
(Hungría)
El artista francés Henry Toulouse-Lautrec (1864-1901) es
considerado como uno de los cartelistas más famosos a caballo entre el siglo
XIX y el siglo XX; en aquella etapa tan intrínsecamente europea como fue la
“Belle Époque”, producto de una prosperidad del Viejo Continente que acabará
con el inicio de la Primera Guerra Mundial.
Hoy, un siglo después, la Ciudad Eterna acoge al conocido
pintor bohemio en el Museo dell’Ara Pacis con más de 170 litografías
procedentes del Museo de Bellas Artes de Budapest (Hungría). La exposición, que
recorre la actividad del artista bohemio desde el año 1891 al 1900; reúne lo
mejor de la producción del francés, presente en la pinacoteca húngara. El
evento, cuenta también con la presencia de fotografías y películas de comienzos
del siglo XX que evocan la París de la “Belle Époque”.
La colección de litografías reunidas en Roma en honor al
aristócrata bohemio se ha generado en las dos primeras décadas del siglo XX. La
primera adquisición tuvo lugar precisamente en el año de la muerte del artista,
en 1901. Con el pasar de los años, fueron comprándose más obras, sobre todo
entre 1910 y 1915. Así pues, en un tiempo relativamente breve, se ha conformado
una colección de gran importancia internacional, que hoy reúne dos tercios de
la producción artística del pintor galo. “Organizar una exposición de este tipo
en Roma ha sido un verdadero desafío”, afirmaba recientemente László Baán,
director del Museo de Bellas Artes de Budapest.
La exposición se divide en cinco secciones temáticas. La
primera, “Noches parisinas”, representa la época en la que el joven Henri,
mediante la próspera ayuda de sus padres, se muda del Sur de Francia a la
capital gala, concretamente al barrio bohemio de Montmartre; donde vivirá la
vida nocturna de la París de finales del siglo XIX. En la sección titulada “Las
divas” es donde se encuentra el más conocido de sus trabajos, “Moulin Rouge”,
de 1891, donde aparecía la famosa bailarina de la época La Goulue. En “Las
mujeres de la noche” se reúnen las obras pertenecientes al ambiente frívolo de
los burdeles que Lautrec disfrutaba entre 1892 y 1895. En la sección “En el
teatro” se puede reconocer la activa presencia del aristócrata galo en los
ambientes dramáticos y, finalmente, el quinto apartado temático, “Con los
amigos”, es el más personal, donde el pintor bohemio hace hincapié en los
aspectos más relevantes de su vida privada, con especial miramiento a la
equitación.
Toulouse-Lautrec nunca visitó Roma en vida. Sin embargo, el
cineasta italiano Federico Fellini, dijo un día: “Antes de los hermanos
Lumière, Lautrec adelantó los encuadres y los principios de la representación
cinematográfica. Además, se sentía atraído por las personas despreciadas, por
todos aquellos definidos como depravados. Este aristócrata desdeñaba el mundo
sano y bello, y creía que las flores más hermosas y puras crecían en el terreno
podrido”.
La peculiaridad del arte de Lautrec fue la humanidad
retratada en los momentos cotidianos de diversión, de modo que cautivó a la
burguesía francesa del momento. Será el barrio parisino de Montmartre su gran
elemento de inspiración, ya que la mayor parte de su obra se encuadra
precisamente en el retrato esencial de la vida nocturna de los locales de
aquella zona: “La idea es representar un sujeto aún mejor de como lo haría su
intrínseca naturaleza”, comentó él mismo en su época. Los protagonistas eran
los cuerpos, las poses, la gestualidad: cantantes, actrices, payasas, acróbatas
y bailarinas congeladas en una instantánea a través de sus actitudes más
características.
En poco tiempo, el artista se convertirá en uno de los
ilustradores más solicitados de la capital gala. Le encargarán carteles
promocionales para funciones de teatro, bailes y otros espectáculos, sin
olvidar portadas de importantes revistas de la época, como la satírica “Le
Rire”. El célebre cartel “Moulin Rouge” (1891), será el que consagrará
definitivamente a Lautrec en la técnica litográfica a través de un “Art
Nouveau” (Modernismo) que ejercía de nexo de unión entre la decoración
artística y la producción industrial.
József Rippl-Rónai (1861-1927), pintor húngaro contemporáneo
de Toulouse-Lautrec, dijo una vez: “Amaba armar jaleo. Era un gran bebedor.
Transcurría las noches fuera aunque me quedara a hablar con él hasta la última
hora de la tarde. En cada uno de nuestros encuentros, no perdía la ocasión para
invitarme a la imprenta de Ancourt, que él visitaba diariamente para trabajar
en sus litografías. Después del ajenjo, el olor que más le gustaba era el de la
imprenta”.
El pequeño Henri, cuando tenía 4 años, no veía la hora de
celebrar, con toda su familia, el bautizo de su hermano pequeño. El problema
fue que todavía no sabía escribir como para dejar un recuerdo en el registro de
invitados, algo que probablemente alguien le hizo notar. Fue en ese momento,
cuando tomará comienzo la carrera de un artista entregado al dibujo como
elemento testimonial de su época: “¡Qué más da! ¡Dibujaré un buey!”.