La masacre injustificada en que se convirtió la Guerra de
Vietnam tuvo su canalización en el arte de denuncia. De entre los artistas que
más agitaron las conciencias de los norteamericanos destacan Edward Kienholz,
con su «The Eleventh Hour Final», y Hans Burkhardt, con su escalofriante «My
Lai»
Martha Rosler mezcló los crímenes de la Guerra de Vietnam
con una opulenta residencia de verano en «Vacation Getaway, From Bringing the
War Home: House Beautiful»
Entre 1965 y 1970, California se convirtió en el gran
epicentro de las protestas en defensa de los derechos civiles y contra la
guerra «no declarada» que EE UU libraba en Vietnam. El pacifismo que nucleaba a
tantos miles de «hippies» en torno a San Francisco no fue un sentimiento exclusivo
de las diferentes comunas residentes en Haight-Ashbury, sino que se convirtió
en la principal bandera política que se esgrimió en los cuatro puntos
cardinales del estado de la costa oeste. Los 55.000 norteamericanos muertos
durante la intervención en el país del sureste asiático, así como las más de
dos millones de víctimas civiles que dejó la contienda azuzaron las conciencias
de estudiantes, intelectuales y artistas, que no dudaron en actuar y elevar un
sonoro grito de rechazo a la masacre injustificada en la que se había
convertido Vietnam.
Mientras que, en San Francisco, la canalización artística de
estas protestas anti-belicistas se limitó al teatro de calle y al póster, en el
resto de California la participación del arte en los procesos de denuncia
adquirió una mayor pluralidad de registros: fotografía, escultura pública,
instalación, pintura. Cierto es que no faltaron ejemplos del lenguaje de moda
en aquellos tiempos: el póster. El mismo Wes Wilson –el más influyente
representante de los «cinco grandes» de San Francisco- diseñó, en 1965, uno de
los emblemas visuales del espíritu anti-bélico: «Are We Next?» («¿Somos los
próximos?»). Sobre un fondo presidido por las barras rojas y blancas de la
bandera norteamericana, Wilson convirtió las estrellas de los estados en una
esvástica coronada por el lema que da título a esta pieza: «¿Somos los
próximos?» En 1970, esta inquietante interrogante pareció ser respondida con el
que, sin duda alguna, supuso el póster más difundido y mediático de esta
cultura visual contra la guerra: «Q: And Babies? B: And Babies», de Jon
Hendricks e Irving Petling (1970). Basado en una fotografía de la masacre de My
Lai tomada por el fotógrafo de combate Ron Haeberle, muestra a docenas de niños
vietnamitas asesinados sobre un camino de tierra, en lo que constituyó una de
las imágenes más perturbadoras e incendiarias del conflicto bélico.
En 1966, la denominada Art Workers’ Coalition emprendió, en
Los Ángeles –en el cruce de Sunset y La Cienaga–, la elaboración de una de las
obras de arte público político más importantes del último medio siglo: la
«Peace Tower». Concebida por Mark di Suvero, y construida bajo la supervisión
del arquitecto Kenneth H. Dillon, la torre surge de la yuxtaposición de un
octaedro y dos tetraedros. A sus pies, un enorme panel mostraba las obras de
más de cuatrocientos artistas de todo el mundo que no quisieron faltar en este
«grito visual» contra la guerra: Judy Chicago, Donald Judd, Leon Golub, Eva
Hesse, Roy Linchtenstein o Philip Guston fueron algunos de los participantes.
De entre los artistas que, durante estos años, se
comprometieron en la realización de un arte de denuncia, que agitara las
conciencias de los norteamericanos, destaca Edward Kienholz, con instalaciones
como «The Eleventh Hour Final» (1968), en la que se recrea el típico salón de
una casa media norteamericana, presidido por una televisión que emite imágenes
de los asesinatos en Vietnam sin que el «american way of life» se vea
perturbado lo más mínimo. O Hans Burkhardt, con su escalofriante pintura «My
Lai» (1968), en la que, de entre una densa y matérica superficie gris, emergen
diseminados una serie de cráneos humanos. Y, por supuesto, la gran Martha
Rosler con su mítico fotomontaje «Vacation Getaway, From Bringing the War Home:
House Beautiful» (1967-72), en la que, sobre el interior de una opulenta
residencia de veraneo extraída de la revista «House Beautiful», superpuso fotos
documentales de los crímenes cometidos en Vietnam. Aunque la revolución
socio-cultural acontecida en esos momentos en San Francisco restó protagonismo
al resto de experiencias repartidas por el conjunto del estado, lo cierto y
verdad es que el conjunto de California latió, durante la recta final de los
60, al son de un mismo latido de compromiso y rupturas artísticas.