El fotógrafo alemán, uno de los más relevantes de la contemporaneidad, habla en una rara entrevista sobre su obra
La
fotografía aún es una manera excepcional de comunicar”
Me
gusta que una imagen mía consiga un buen precio”
Estoy
interesado en las imágenes que habitan en nuestro cerebro, que llevamos en él.
Ya sea cuando soñamos o cuando recordamos algo; el archivo mental. También me
atrae la imaginación mirando hacia el futuro. Lo que imaginamos que podríamos
crear. Y, desde luego, envolviéndolo todo: la comunicación. Cuando hablamos con
alguien, imaginamos. Incluso si hablemos de lo mismo, las imágenes que creamos
son diferentes. Su combinación genera una ambigüedad, una oscilación… Ese es el
territorio que me interesa
Con tanta sobreexposición, ¿ha perdido la
fotografía su credibilidad?
No lo creo. No ha
perdido para nada su función. Es cierto que hay mucha gente que fotografía,
pero todavía es una manera excepcional y única de comunicación
Retoca digitalmente sus fotografías?
Hoy
todo tiene que ser nuevo, nuevo, nuevo”
Normalmente no. Creo la
mayoría de mis fotografías en la cámara y en los últimos cinco años empecé a
escanear, algunas veces, las placas. Y trabajo sobre esa definición, el
contraste y filtrando parcialmente un color en el ordenador, porque me ofrece
más posibilidades. Pero, por ejemplo, nunca elimino personas de un negativo.
¿Cómo reacciona cuando una fotografía suya en
subasta se vende por más de 700.000 euros?
Me gusta que una imagen
mía consiga un buen precio. De todas formas vivimos una época en la que
personas que no tienen ni 30 años, como Mark Zuckerberg, fundador de Facebook,
ganan cientos de millones de dólares. Las proporciones monetarias de nuestro
tiempo se han vuelto locas. ¿Por qué el arte debería ser una excepción?
Entonces, ¿cuál es su visión del mercado del
arte?
Forma parte del juego.
Me da muchas posibilidades pero también me genera mucha presión, competencia y
rivalidad. El mercado actualmente es muy grande en comparación a hace tres décadas,
cuando empecé a trabajar. Ahora es un negocio inmenso, aunque también lo era en
tiempos de Picasso. Hoy en día hay un deseo tremendo por artistas jóvenes;
nuevos artistas y nuevas obras. Todo tiene que ser nuevo, nuevo, nuevo.
¿Tiene alguna relación especial con los
coleccionistas?
Varios se han convertido en amigos, pero pocos.
Diría que cuatro o cinco. Son personas que han comprado mis trabajos de forma
continuada a lo largo de los años.