El dibujo
como conjuro Melé Bruniard es una artista reconocida por sus grabados
A través de su obra fundó un universo muy
particular
Ahora un libro rescata otra faceta de su
producción
Mele
Bruniard convoca una vez más a su comarca.
Mele
Bruniard nació en Reconquista. Pero decirlo así es tan sólo citar un lugar
geográfico, una referencia biográfica. Ese territorio es el lugar donde nació
su ansiedad visual. Un escenario fuerte, intenso. Una tierra que fue habitada
por guaraníes, tobas y abipones. "El lugar tiene lo suyo porque es una
zona de mucha fuerza telúrica", comentó a La Capital en un reportaje
publicado en julio de 2012. Ella tejió un vínculo con esa comarca en esos días
de infancia que engarzó una forma de ver, de imaginar y de expresar y que
acompaña toda su producción. Reconocida a nivel local y nacional por sus
grabados, ahora un libro acerca dibujos suyos, donde ese territorio toma
espesura, una vez más, y obliga a mirar en detalle.
Ditado por Iván Rosado —y bajo el cuidado de su
esposo, Eduardo Serón— Mele Bruniard. Dibujos reúne treinta obras de la
artista, publicadas por primera vez. Desde la crítica la valoraron como una
revelación.
Pero
entonces, y ante este flamante libro que comenzará a distribuirse a mediados de
febrero, bien vale preguntarse por qué produjeron revuelo. El universo de
Bruniard es conocido por su abundante obra de grabado. Pero poco se conocían
sus dibujos. Sí su pasión por las líneas. Ella siempre dibujó. Es más, en el
principio de todos los tiempos, siempre estuvo el dibujo.
Ese
territorio fundado en la infancia de Bruniard tiene en su núcleo el jardín de
su casa de Reconquista, una suerte de paraíso mezclado con selva, donde su
imaginación encontró extrañas criaturas, animales prehistóricos y seres
animados por su particular mirada.
Me acuerdo
de la experiencia que tuve de chiquita en el jardín de la casa —explicó la
artista—. Era un jardín de cuarto de manzana, con muchos árboles. Teníamos
pomelos, mandarinas, naranjas, un granado enorme, gallinas, pavos, un mundo de
animales. Y yo me la pasaba con el viejo jardinero, un inmigrante de Italia. Yo
recorría el jardín, tomaba las hojas, las pelaba. Contra la calle había una
alambrada y teníamos ligustro cerrando el jardín. Me quedaba la hoja de
ligustro pelada, con todos los nervios, parecía un arbolito. Muchos años
después, en un cuadro de Magritte, con tres árboles, los troncos desnudos, vi
mis arbolitos de chica. Entonces era mirar todo: la forma de la rosa, de las
flores, las estrellas federales. Era un país encantado. Todo eso se incorporó a
mí".
sa suerte de
cosmogonía acompaña los grabados de Bruniard y toma especial importancia en los
trazos de sus dibujos. No son ingenuos en tanto su mirada los cruza con algo
que está más allá de una observación simple, literal. Están sus lunas y sus
soles pero a veces son tan sólo un redondel negro que extrañamente ilumina algo
de lo que se ve o permite sospechar aquello que se esconde.
Yo soy
figurativa, pero no copio la realidad, yo tengo mi realidad. Como dice Mumford,
el artista siente la necesidad de contar al mundo su mundo", Y esa frase
se replica en cada página del libro. Quizá su mano, con cada trazó, retomó el
consejo de quien fue su maestro en grabado, Juan Grela: "Dibujen todo lo
que hay en el mundo. Pero mírenlo". A lo que ella agregó: "La
cuestión es mirar a través de la línea".
sa línea es
su pulso. Marca en forma indeleble, con sus pinceles y plumines, su mundo. Y
como ama el mar repara en caracoles y en un supuesto acuario antiguo donde
rescata en detalle animales que emparentan sus trazos con aquellas
ilustraciones que solían poblar las enciclopedias. Pero también ante su mirada
se muestra un trozo de madera que explota en sus tramas y texturas hasta
transformarse en otra cosa.
Ella fue
profesora de dibujo, innovó en sus clases, sacó a sus alumnos y alumnas de la
costumbre de una realidad dada. Esa que era posible copiar o reafirmar.
"No hacemos la manzana, no hacemos el caracol. La manzana y el caracol
están hechos. La realidad en el arte es muy distinta a la realidad que vemos y
tocamos", solía decir en sus clases.
Siempre el
dibujo estuvo cerca, más pequeños o más grandes, apenas unos grafismos que se
tornan formas o figuras que se confunden con atiborrados entornos. "Todo
está adentro, la búsqueda de la forma está adentro de uno. Gatos, he hecho
tantos gatos que estoy asombrada. Pero nunca tuve uno. Sigo dibujando al gato y
el gato siempre es distinto. Y tengo el animal que creé yo, el tortimulitatú;
torti, de tortuga, muli de mulita y tatú. Le puedo hacer liso, negro, rayado;
más finito, más grueso, con pintitas. Nadie hace nada igual. Entre vos y yo hay
espacio, aire, vos me ves y yo te estoy mirando, estoy hablando, y este momento
es único. Nos encontraremos en otro lado y las cosas serán distintas. Todo
cambia y el mundo sigue andado".
Mele
Bruniard. Dibujos es, sin dudas, una posibilidad para descubrir ese universo
tan particular, bello a simple vista, pero que hay que saber mirar.
Por
Lisy Smiles