La falta de transparencia y los procesos legales complican
la devolución de obras confiscadas a la que decenas de países se comprometieron
hace dos décadas
Imagen del cuadro 'El puente de Waterloo' de Claude Monet en
la sala de la exposición de las obras de Cornelius Gurlitt en Berna el pasado
abri
La visita a la muestra que exhibe estos días el museo
Martin-Gropius-Bau de Berlín es sin duda una experiencia artística placentera,
pero que produce a la vez, cierto desasosiego. El Monet, el Munch o el Nolde
son una maravilla, pero forman parte de una colección bajo sospecha. Cornelius
Gurlitt heredó 1.566 cuadros y objetos de su padre, un marchante de arte a sueldo
de los nazis, que presuntamente participó en la confiscación a gran escala de
obras de arte a los judíos. La investigación que trata de indentificar qué
obras de Gurlitt son arte confiscado por los nazi y cuáles no, avanza a ritmo
lento.
Puede que el caso de Gurlitt, que salió a la luz hace cinco
años, sea el más conocido, pero no es ni mucho menos el único. Cuando se
cumplen 20 años de los llamados principios de Washington, los que sentaron las
bases para la restitución de arte robado a los judíos, el balance indica que
queda mucho hacer y poco tiempo, antes de que los testigos del Holocausto y su
memoria mueran. En los museos y en los almacenes de los coleccionistas de toda
Europa hay todavía miles de obras de arte robado, según los expertos en restitución,
que se han dado cita esta semana en Berlín. Coinciden en que la digitalización
de los fondos de los museos es una de las claves para que víctimas y herederos
puedan localizar obras que fueron confiscadas.
Esta es probablemente la última oportunidad. No podemos dar
la espalda a los supervivientes del Holocausto”, clamó esta semana en Berlín el
diplomático estadounidense Stuart Eizenstat, organizador de la conferencia hace
dos décadas en Washington. La titular de Cultura del Gobierno alemán, Monika Grütters,
ahondó en la necesidad de culminar el proceso de restitución. “Se lo debemos a
las personas cuya vida fue arrebatada por el nacionalsocialismo. La memoria
puede sensibilizarnos contra el totalitarismo en un momento en el que asistimos
a una brutalización del lenguaje y en el que se relativizan los crímenes
nazis”, estimó durante las jornadas
El problema, es que más allá de buenas intenciones, la
restitución de obras expoliadas hace 80 años termina atascada a menudo en una
maraña burocrática y judicial. Inauguró el evento en Berlín Ronald Lauder,
presidente del congreso judío mundial y fundador de la Comisión para la
recuperación del Arte, quien aseguró que apenas un 10% de las instituciones
implicadas han iniciado la búsqueda.
Los principios de Washington no son jurídicamente
vinculantes y los suscribieron 44 países que los aplican de manera muy desigual
en sus museos y colecciones públicas. Se enunciaron para impulsar la devolución
de las cerca de 600.000 obras de arte que se calcula que los nazis confiscaron
u obligaron a vender a precio de saldo. Hungría, Polonia, España, Rusia
Argentina y Brasil son países, que según Eizenstat arrastran los pies a la hora
de dedicar esfuerzos y recursos a las restituciones.
Alemania, el país que carga con la mayor responsabilidad
histórica, las restitución tampoco avanzan a buen ritmo. En parte, explican los
expertos, porque la descentralización de sus 5.000 museos, que dependen de los
Estados federados y de las ciudades complica cualquier esfuerzo conjunto. Según
el centro de investigación de Magdeburgo se han devuelto en total en Alemania
5.750 obras de arte además de unos 11.670 libros y documentos. Grütters explicó
que han triplicado la financiación para la investigación y que entre 2008 y
2017 destinaron 31 millones de euros a la restitución.
La idea ahora de las autoridades alemanas es crear ahora un
portal único de ayuda y una base de datos que unifique y permita el acceso al
público de los datos de los cuadros. Porque a menudo, los familiares de las
víctimas se topan con una carrera de obstáculos burocráticos y lingüísticos
cuando quieren acceder por ejemplo a los fondos de los museos.
Willi Korte, jurista y conocido investigador de obras
usurpadas por los nazis. Lleva 30 años dedicado a esclarecer el pasado y tiene
claro que el mayor problema es lo que en la jerga llaman “la falta de
transparencia”, según explica por teléfono a este diario desde Estados Unidos.
“Solo puede funcionar si los museos hacen públicas sus colecciones en Internet.
No sabemos qué obras están investigando. Es muy difícil saber qué pasa dentro
de los museos alemanes”, dice Korte.
Bautizado como el detective del arte por la prensa alemana,
Korte es la cabeza visible del caso del conocido galerista Max Stern, obligado
a liquidar su galería en Düsseldorf cuando los nazis decretaron su cierre. Una
de las obras reapareció en una casa de subastas en 2007 y desde entonces, pelea
por recuperar las 228 pinturas del lote denunciado a Interpol y ante el FBI.
Korte utilizó la ley militar de EE UU de 1949 que establece que aquello vendido
bajo coacción equivale a una confiscación.
Hace apenas unas semanas, una de las piezas salió a la luz
en Italia, otra en Colonia, pero le volvió a perder la pista, porque según
asegura, las leyes europeas son mucho menos favorables que las estadounidenses
para los herederos. “Es difícil recuperar obras de arte. A diferencia de un
inmueble, el arte viaja rápido por todo el mundo y ahí entran en juego las
leyes de los distintos países”. Por eso, los expertos coinciden en que no solo
los museos públicos, sino también los coleccionistas privados y las casas de
subastas tienen que implicarse.
Pero si algo dejó claro la conferencia de Berlín, es que
soplan nuevos aires también en el mundo del arte. Que de la misma manera que el
pasado colonial del arte empieza a propiciar restituciones, puede que las
víctimas del expolio nazi acaben recuperando sus obras. “Los museos, pero
también los coleccionistas privados se miden hoy también por cómo tratan la
historia de sus colecciones”, sentenció Grütters.
CUADROS EVAPORADOS EN EL CIRCUITO INTERNACIONAL DEL ARTE
Willi Korte, especialista en restituciones, explica que hay
dos etapas. La primera, entre 1933 y 1938, en la que los judíos vendieron sus
obras a precio de saldo porque necesitaban el dinero para salir de Alemania y
pagar la tasa que les exigían los nazis. Y otra, a partir de 1938, cuando el
régimen empieza a confiscar en los países que ocupan. “La mayoría de las obras
no acabaron en los museos nazis, sino que las vendieron y se perdieron en el
circuito internacional del arte”, explica Korte.
Los grandes maestros expresionistas o impresionistas
reaparecen en cualquier parte del mundo porque tienen un interés global. Los de
pintores alemanes del XIX y principios del XX suelen haberse quedado en el
país.