La actriz francesa reflexiona sobre el amor, el cine y los
animales en un nuevo libro
Brigitte
Bardot llama «hipócritas» a las actrices tras la polémica sexual
Brigitte
Bardot publica su lucha por los derechos de los animales
¿Qué queda
en la vida, tras cuatro maridos, un hijo, numerosos amantes, tres intentos de
suicidio y cuarenta y ocho películas en veintiún años de carrera
cinematográfica? Siempre bella, Brigitte Bardot (83 años) responde de este
modo: «Mi paso por la vida no habrá sido en vano. Di mi juventud y mi belleza a
los hombres. He dado mi experiencia y lo mejor de mí misma a los animales. Mi
defensa de los animales justifica toda mi vida…».
Las memorias
definitivas de Bardot, «Larmes de combat» (Lágrimas de combate) cuentan con
mucho brío juvenil esa formidable aventura, relegando al cine, la vida pública,
los amantes, los maridos, a un lugar muy secundario, con un tono lírico y
justiciero, enarbolando citas de San Francisco de Asís para despedirse del
mundo con esta sentencia: «No formaré parte de esta raza insolente y
sanguinaria». Tras una vida de leyenda, con millones de admiradores en cinco
continentes, Bardot ha preferido dedicar «Lágrimas de combate» a otros amigos:
«A todos los animales que han compartido mi vida, y a todos las que la siguen
compartiendo».
¿Sus
maridos, Roger Vadim, Jacques Charrier, Gunter Sachs, Bernard d’Ormale, sus
amantes, Gilbert Bécaud, Sacha Distel, Serge Gainsbourg y un larguísimo
etcétera..? A la hora del balance final, Bardot los relega a un puesto lejano,
memorable, sin duda, pero «secundario» en comparación con su lucha en defensa
de los animales, víctimas de la raza humana. Y escribe: «El amor, en abstracto,
no significa nada, si no está acompañado de una pasión. Amo el amor, quizá por
eso fui infiel en muchas ocasiones. Tras cada relación, volvía en busca de
nuevos amores. Siempre busqué la pasión. Cuando se terminaba, hacía la maleta».
Rol como
madre
Sobre su
hijo ofrece una visión dolorosa. «El instinto maternal se aprende, con el
tiempo y una vida tranquila», escribe Bardot, agregando: «Yo tuve una vida muy
complicada. Y ese desgarro me ha perseguido toda la vida. Durante su infancia,
mis relaciones con Nicolas, mi hijo, fueron lamentables. Para él y para mí. Él
vive en Suecia, con su familia. Viene a verme una vez por año. Creo que ha
terminado comprendiendo a esta madre rara que he sido».
Para el
cine, la fama y el dinero Bardot tiene una visión implacable. «El cine fue un
trampolín. En el fondo, nunca me gustó. Al principio, me divertía, hablaban de
mí. Comprendí muy pronto que todo aquello me asfixiaba y amenazaba con
destruirme. La mera lectura de un guión me daba pánico. Pasaba el tiempo y
comprendía que todo aquello no me servía para nada. Yo deseaba hacer cosas
reales. Y me largué. Todo aquello estaba vacío. Y comencé mi nueva vida, ¡al
fin..! Ahora, todas esas actrices que calientan a los productores para
conseguir un papel y los acusan de acoso si no consiguen el papel que buscan me
da mucha pena. Nunca me acosó nadie. Al contrario, me encantaba que me dijesen
que era guapa y que tenía un buen culo».
¿Mañana? ¿La
vejez, la muerte, el más allá? En su último libro, Bardot tiene una visión
entre angustiada, divertida y heroica: «La idea de la muerte me horroriza. No
se qué pensar. ¿Volveré a encontrarme con todos los seres y animales que conocí
en vida? Vaya usted a saber».