Excepto John Lennon, bajo el sol del Puerto de la Cruz
pasaron sus últimos días sin flashes ni guardaespaldas.
Llegaron atraídos por el sol, como todos los británicos que
pasearon por Puerto de la Cruz en los inicios del turismo insular. Tres guiris
con su peculiar melena, que les daba un aspecto algo descuidado para el gusto
de los locales de los 60. Por aquel entonces, Paul McCartney, Ringo Starr,
George Harrison y John Lennon acababan de grabar su primer sencillo, «Please,
please me», que unas semanas más tarde les catapultaría a la fama mundial.
Posiblemente, el estrés de grabar esta canción hizo que consideraran la
posibilidad de realizar un viaje para relajarse y recuperar fuerzas. Así, los
tres primeros pusieron rumbo a Tenerife animados por el fotógrafo alemán Klaus
Voomann, cuyo padre tenía una casa en Los Realejos. En cambio, el cuarto optó
por Torremolinos. Aterrizaron un 29 de abril de 1963 con la sorpresa de que el
lugar donde iban a hospedarse aún no contaba con luz ni agua. Pero, aún así, la
isla canaria se les antojaba como el lugar perfecto para esquivar el ruido y el
estrés.
Su visita se centró en esta pequeña localidad del norte de
la isla que, en sus orígenes, era un pequeño pueblo de pescadores y, con el
paso del tiempo, se ha convertido en su puerto comercial más importante. De
esta forma, pasó de tener una tradición pesquera a exportar productos y toda la
cultura europea de la época. Este hermoso pueblo siempre ha estado muy ligado
al mar y a la agricultura, pero en los años 70 comenzó su gran transformación.
Poco a poco, se convirtió en la principal ciudad turística de la isla por el
Jardín de Aclimatación de la Orotava, la ermita de San Amaro, el mirador de la
Paz o el paseo de las Palmeras. Durante su estancia, Paul, Ringo y George,
acudieron habitualmente al hoy desaparecido Lido San Telmo (posteriormente,
remodelado por César Manrique y convertido en el Lago Martiánez), un conjunto
de piscinas muy populares entre los viajeros de la época.
Como todavía su música no se había convertido en un fenómeno
de masas fuera de Inglaterra, todavía podían pasar desapercibidos. Tanto que el
copropietario de este centro de ocio, David Gilbert, se negó a que tocaran en
él. Creía que su estilo pop/rock desenfadado y su aspecto alternativo no casaba
con el estilo de su clientela. Algo de lo que, un tiempo después, se
arrepentiría. Su ruta no acabó aquí. También visitaron el observatorio de Izaña
y el Parador del Teide cuando todavía no estaba terminado el teleférico.
Igualmente, estuvieron en Santa Cruz e, incluso, asistieron a corridas de toros
en la plaza de la ciudad. Esta es una bella ciudad portuaria que, por su
agradable clima, resulta un lugar perfecto para salir de compras y dar un paseo
por sus grandes avenidas y parques. Entre sus principales atractivos se
encuentra el Palmetum, el mercado de Nuestra Señora de África, la playa de Las
Teresitas o el auditorio Adán Martín.
Tenerife es la isla de las mil experiencias en un solo
territorio. Cualquiera puede adentrarse en su naturaleza, relajarse en una
playa, subir al Teide, ir de compras, ver un espectáculo, divertirse en un
parque temático, jugar al golf... en cada una de sus ciudades. La Laguna, por
ejemplo, es otra de las grandes protagonistas. Su casco viejo es la primera
muestra de centro urbano no fortificado, concebido y construido según un plano
inspirado en la navegación, que era la ciencia de la época. Su arquitectura
colonial, sumada a la belleza del conjunto histórico, le han valido la
distinción de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Sin embargo, a pesar de
tres cuartas partes de The Beatles patearon estos lares, las referencias a su
paso por la isla no abundan. La casa de Los Realejos, hoy la número 11, ni
siquiera tiene una placa en su entrada. Tampoco hay ninguna estatua
conmemorativa en el Puerto de la Cruz, ni ninguna calle que recuerde su paso.
Quizá, tal y como ellos deseaban.