jueves, 2 de febrero de 2017

Un viaje al Torremolinos más mítico



Una exposición rescata la estética vintage del barrio de pescadores que conquistó a estrellas como Frank Sinatra o Brigitte Bardot en los años 60 y 70
Era un barrio de pescadores, pero Torremolinos fascinó en los años sesenta y setenta a estrellas como Frank Sinatra, Brigitte Bardot, Ava Gardner, Anthony Quinn o Grace Kelly. En plena negrura franquista, cuando aún no se había segregado de Málaga capital –ya había sido independiente hasta 1924 y lo hizo por segunda vez en 1987–, este pequeño rincón del Mediterráneo atrajo la atención de todo el país por su repentina transformación a base de color, libertades y excesos. Torremolinos Chic rememora ahora aquella época a través de una exposición en la Casa de los Navajas. La muestra, que cuenta con una veintena de fotografías, puede visitarse de miércoles a domingo en horario de 11 a 14 horas y de 18 a 20 horas. José Luis Cabrera y Lutz Petry, coordinadores del proyecto, adelantan que los visitantes «disfrutarán de imágenes que reflejan el Torremolinos festivo, de las discotecas, de las salas de fiestas, de las playas, de la diversión, de la libertad, en definitiva, el Torremolinos más mítico».
Aunque el proyecto acabó convertido en una web, Torremolinos Chic nació con la intención de ser una publicación impresa. «Nos adaptamos a los nuevos medios de difusión y creamos una revista digital», explican sus impulsores, que llevan casi dos décadas recopilando fotografías e información de todo tipo relacionada con el municipio: «Nos dimos cuenta que era patrimonio histórico y se estaba perdiendo». Las imágenes fueron tomadas por turistas de Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos. Se trata de fotografías que ponen de relieve la estética vintage, «algo que siempre ha caracterizado a la cultura, la arquitectura y la estética de Torremolinos».

Torremolinos Chic ya organizó una exposición que pasó por La Térmica y por varios municipios de la provincia, aunque la iniciativa nunca había tenido lugar en Torremolinos hasta ahora por la negativa del anterior Gobierno municipal. Con esta nueva muestra, Cabrera y Petry rescatan el viejo espíritu de la ciudad, eso que el escritor James Albert Michener, ganador del Pulitzer, definió como «algo que nunca se ha visto; un refugio en el que se puede huir de la locura del mundo, aunque resulta que es un refugio totalmente loco».



El Guggenheim Bilbao reúne la mayor muestra europea sobre expresionismo abstracto desde 1959



La exposición cuenta con obras de Willem de Kooning, Mark Rothko, Jackson Pollock, Clyfford Still, Robert Motherwell, Barnett Newman o Hedda Sterne
En 1950, un grupo de pintores de Nueva York se reunían a toda prisa en el apartamento de uno de ellos para redactar una carta de protesta contra el Metropolitan Museum of Art, al que acusaban de ofrecer una visión reaccionaria de la pintura contemporánea americana y de despreciar el arte moderno. Habían sido excluidos de la muestra American painting today y la virulencia de aquel escrito les valió el apelativo de “irascibles”. Poco después fueron inmortalizados por Nina Leen para la revista Life. Y ahí están, serios y desafiantes, Willem de Kooning, Mark Rothko, Jackson Pollock, Clyfford Still, Robert Motherwell, Barnett Newman o Hedda Sterne (la única mujer del grupo, también la única que parece querer esbozar una sonrisa). Es la única fotografía de grupo que existe de los expresionistas abstractos, y el Guggenheim Bilbao la ha colgado en el espacio didáctico (no deja de encerrar una gran lección) de camino hacia la colosal exposición que por primera vez en más de 50 años vuelve a reunir a este lado del Atlántico a unos artistas que coincidieron en un momento y en un lugar (EE.UU., durante y después de la II Guerra Mundial) y a los que si algo identifica como movimiento, mucho más rico y complejo de lo que erróneamente se ha percibido, es la defensa que todos ellos hicieron de la diversidad y la libertad individual.

Esta es la primera vez que el expresionismo abstracto desembarca en Europa desde que en los cincuenta el MoMA envió dos expediciones a diferentes ciudades europeas, entre ellas Barcelona, la única donde en 1955 encontró un público afín que le hizo batir todos los récords de visitantes (60.000 en un mes, frente a los 20.000 de Londres, por ejemplo, donde tenía entrada libre, o los 8.000 de Viena).