El álbum enterró definitivamente a los Fab Four juveniles
para dar paso a un periodo de mayor creatividad y madurez, fijando al canon de
los años siguiente de la música popular de masas
¿Ha sido Revolver el disco de pop-rock más influyente de la
historia? Probablemente sí. No vale la pena ser apocado en estos asuntos. Es
cierto que hay un sinfín de listas y opiniones y que otros discos de los
Beatles como el Sargent Peppers o el Abbey Road suelen adelantarle posiciones
en los puestos más altos de las clasificaciones, pero nadie duda en todo caso
de que nos hallamos ante un gigante de la música popular, una pieza de museo
que marcó el camino de la segunda etapa de los de Liverpool y, de paso, de toda
una generación en el pop-rock.
Grabado entre abril y junio y lanzado este mismo 5 de agosto
pero hace cincuenta años, Revolver es el séptimo álbum de los Fab Four y supone
el sepelio definitivo de los viejos Beatles, los de las imágenes en blanco y
negro y las multitudes enfervorizadas durante los conciertos o en los
aeropuertos -agotados por las giras, darían su último concierto ese mismo
agosto de 1966-, los de los simpáticos meneos de las cabezas y sonrisa perenne,
y canciones también revolucionarias pero más poperas y juveniles. Aunque ese
proceso ya empezó con Rubber Soul, Revolver dio paso a un nuevo imagen icónica
de los Beatles, su vertiente más experimental e introspectiva, los flirteos con
las drogas y con la cultura india vía California vía George Harrison, que
precisamente en este disco comenzó a ganar el protagonismo que se merecía.
Un disco
canónico
Revolver es el disco que mejor permite decir que la grandeza
de los Beatles radica sobre todo en que sus canciones representan el canon de
toda la música popular posterior. La mayoría de los estilos del pop que se
pueden escuchar hoy en día están concentrados de una u otra manera en este LP
de 14 canciones (11 en la versión estadounidense lanzada tres días después),
como ocurrirá en los álbumes ulteriores del cuarteto. Comenzando por la primera
pista, la irónica Taxman de Harrison, que anticipa unos años la eclosión de un
rock más duro. Y siguiendo por la melancólica y monumental Eleanor Rigby, el
primer sencillo del disco que lleva la firma de Paul McCartney, y que suele
situarse como punto de inflexión en la ambición de los Fab Four en un estudio.
El tercer y el cuarto corte marcan el camino psicodélico que
va adquiriendo el álbum en su conjunto. I’m Only Sleeping, de Lennon, cuenta
con un doble solo de guitarra de Harrison que se puede escuchar del derecho y
del revés creando un efecto que todavía ahora causa cierta sorpresa, con lo que
es fácil imaginar el impacto que tuvo en el oyente de los años sesenta. Por su
parte, Love To You, de Harrison, es la introducción definitiva de elementos de
la música india, tanto instrumentación como estructura, en el sonido
convencional beatle.
Sitar y LSD
La influencia de las drogas sintéticas y la música india,
que los Beatles conocieron en California, es palpable de principio a final
Más adelante llega una de las grandes bromas del cuarteto a
lo largo de su trayectoria: Yellow Submarine. Se ha escrito mucho sobre la
canción que McCartney se esforzó en hacer pasar como infantil y fruto de un
simple sueño pero nadie le creyó y siempre se la ha relacionado con las drogas.
No ayudó a desmentir la leyenda la película de animación de 1968 con el mismo
título. El estilo vanguardista y psicodélico del relato del mundo irreal de
Pepperland sólo podía tener una explicación: mucha imaginación trufada de
drogas sintéticas. Pero para LSD el final de la cara A del disco, She Said She
Said, en la que Lennon describe un viaje del actor Peter Fonda.
La más amable Good Day Sunshine, de McCartney reinicia la
cara B del álbum mientras que la siguiente, A nd Your Bird Can Sing de Lennon,
retoma el pulso más psicodélico sin renunciar en este caso a la belleza. Cuenta
la leyenda que la canción de Lennon es una burla a su amigo Mick Jagger y a los
Rolling Stones, a los que veía como meros imitadores. Seguidamente, For No One
vuelve a mostrar al McCartney más maduro y, con Doctor Robert, Lennon mantiene
la acidez al máximo del álbum, que se va preparando para un colofón final.
McCartney se acordó en Get to Get You into My Life, penúltima pista, de otra de
las grandes estilos del momento, el soul estadounidense. Para ello, se volvió a
servir de un despliegue de medios nada habitual en los álbums pop de la época
incluyendo a la instrumentación órgano y sección de vientos. El tema anticipa
la canción final, una de las cumbres psicodélicas del momento: Tomorrow Never
Knows.
Revolución
en la grabación y el diseño
El álbum no solo revolucionó la música sino también la forma
de grabarla. Buena parte del éxito que cosechó de inmediato -se situó arriba de
todo de todas las listas desde el primer momento- se debe también a los métodos
nuevos de registro a cargo de George Martin, que se encumbró desde entonces
como el gran productor capaz de canalizar el talento de los Fab Four. No por
casualidad, se le apodó el quinto beatle. Su contribución al sonido orquestral
de Eleanor Rigby fue fundamental pero no solo eso.
El ansia por buscar los sonidos más nuevos y experimentar
con las más nuevas técnicas fue otra de las características del disco. Precisamente
en Tomorrow Never Knows, Martin introdujo una novedad en el sistema de
grabación, aplicar a la voz un altavoz que normalmente se empleaba para las
órganos para crear un efecto de vibración que tanto caracteriza el sonido del
último tema del álbum.
Mención aparte merece la portada del disco. Diseñada por el
alemán Klaus Voorman, amigo del grupo desde los tiempos de giras en Hamburgo,
en ella se combinan dibujos y fotografías de los cuatro músicos en un collage
imperfecto y tan psicodélico como el propio álbum que tuvo un importante
impacto en la época. Como en lo musical, el disco también abrió el camino a
muchos artistas a diseñar portadas cada vez más arriesgadas y originales que
superaran la manida fotografía del grupo