La justicia francesa confirmó que la casa de Mougins
(sureste) en la que mfalleció el pintor pasa a manos de Rayo Whitanage, que la
ha adquirido en una subasta por más de 20 millones de euros
La justicia francesa confirmó que la casa de Mougins
(sureste) en la que murió Pablo Picasso en 1973, pasa a manos del inversor
neozelandés Rayo Whitanage, que la había adquirido en una subasta por más de 20
millones de euros (unos 24,6 millones de dólares) el pasado octubre.
Así lo confirmó a Efe el abogado de Whitanage, Marc
Provenzani, quien explicó que su cliente ganó en los tribunales la demanda de
interpuesta por el anterior propietario holandés y sus acreedores, que pedían
la anulación de la transacción debido a atrasos en el pago.
Provenzani reconoció que Whitanage se retrasó en el pago del
dinero, que abonó en enero en lugar de en diciembre como estaba previsto,
porque tuvo que pedir un préstamo.
La decisión judicial, no obstante, no es definitiva, pues
existe la posible de presentar un recurso en segunda instancia, aunque esta
situación no anula la venta.
Según el letrado, el inversor neozelandés, de 40 años,
casado y con hijo, utilizará la mansión como una de sus residencias, pero no
descarta darle algún uso institucional más adelante.
Whitanage, neozelandés con orígenes en Sri Lanka, vive
regularmente en Londres y trabaja en Nueva York, aunque también tiene negocios
en París.
Lujo
La masía tiene 1.700 metros cuadrados habitables, una pista
de tenis, una piscina, un spa, una cava de vinos y está rodeada de más de tres
hectáreas de terreno con vistas a Cannes y al Macizo de Esterel.
El interior de la casa, que Picasso compró en 1961, lo
conforman tres plantas que acogen 32 estancias, incluidos 15 dormitorios y 12
cuartos de baño.
En su restauración, supervisada por el reconocido arquitecto
Axel Vervoordt, trabajaron durante dos años cerca de 100 personas para
devolverle el aspecto que tenía cuando Picasso vivía en ella, añadiendo las
comodidades modernas.
La casa llevaba vacía desde el suicidio en 1986 de la pareja
del artista, Jacqueline Roque, que tras la muerte del pintor en 1973 había
conservado todo intacto.
Incluso sus gafas de lectura estaban donde Picasso las había
dejado», aseguró en agosto la inmobiliaria holandesa R365, encargada de su
venta.