En agosto de 1951 se confirmaban las sospechas: los restos
hallados meses antes en la calle Alcazabilla pertenecían a un recinto ahora
recuperado para el uso escénico
La construcción de la antigua Casa de la Cultura causó un
daño irreparable en el yacimiento arqueológico
Quizá sería por aquello de ‘El que avisa no es traidor’,
quizá sea sólo una cuestión de justicia poética retrospectiva, pero el caso es
que el organismo se llamaba Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas Y
mira que se cometieron delitos contra el patrimonio histórico del país en
aquellos años de posguerra... Uno de ellos tiene su escena del crimen en la
ladera de la Alcazaba que mira hacia la calle Alcazabilla. Allí, en el verano
de 1951 estaba casi terminado el nuevo Palacio de Archivos, Bibliotecas y
Museos de Málaga, diseñado por Luis Moya, promovido por las autoridades
franquistas y conocido de manera popular como la Casa de la Cultura, cuyos
cimientos se asentaron, de manera literal, sobre los restos del Teatro Romano
de Málaga.
Al principio creyeron que se trataba de la antigua muralla
árabe que rodeaba el centro de la ciudad, pero en agosto de aquel 1951, los
especialistas ya determinaron que estaban ante un recinto escénico. Aun así,
las obras de la Casa de la Cultura siguieron adelante. Tendrían que pasar 44
años (allá por 1995) para que comenzara la demolición del edificio y el vetusto
teatro construido en el siglo I d. C. empezara a recuperar el esplendor perdido
durante tanto tiempo bajo tierra.
El catedrático de Arqueología de la Universidad de Málaga,
Pedro Rodríguez Oliva, recuerda el hallazgo. «Para enmarcar la vía de acceso
hasta la monumental escalera de la fachada principal (de la Casa de la Cultura)
se había previsto la plantación de un alargado jardín con esculturas entre los
árboles y la colocación en el muro que daba a la Alcazaba de la fachada de
piedra del desaparecido palacio de los Larios de la Alameda (...) De improviso
surgieron los restos de una monumental construcción de sillares formando una
bóveda de medio punto que, en un primer momento, se creyó era una de las
puertas de la muralla de la ciudad romana de Málaga (...) Avanzado el mes de
agosto, al aparecer como continuidad de aquel arco abovedado una serie de
gradas escalonadas construidas con sillares de módulo semejante a los de la
primera construcción encontrada se pudo fácilmente concluir que lo hallado eran
los restos de un teatro romano», escribe Rodríguez Oliva en la revista del
Ateneo con motivo del 50 aniversario del hallazgo.
Sigue el director del Teatro Romano de Málaga, el arqueólogo
Manuel Corrales, uno de los mayores y mejores conocedores del yacimiento:
«Aquellos primeros trabajos arqueológicos fueron paralizados en 1952 (...) Los
trabajos del teatro fueron reanudados con 24.300 pesetas con cargo al capítulo
19, partida 41 del presupuesto especial de urbanismo de 1957 del Excmo.
Ayuntamiento de Málaga». Un año antes, tal y como recuerda Corrales, Franco
inauguraba el Palacio de Archivos y Bibliotecas. Fue el 30 de abril de 1956.
Restauración sin control
Tanto Corrales como Rodríguez Oliva coinciden en el daño
irreparable que la construcción de la Casa de la Cultura hizo sobre el
yacimiento. «Los trabajos realizados sin el debido control arqueológico, no
sólo cambiaron la fisonomía de la ladera sur-oeste de la Alcazaba, sino que
además supusieron un desastre arqueológico que borró numerosos datos que hoy
nos serían de gran utilidad, especialmente para saber con exactitud el momento
en que el edificio escénico dejó de tener un uso propio y público. Igualmente,
el vaciado de tierras sirvió para evidenciar hasta mediados de los noventa, el
gran impacto que suponía la construcción de la Casa de la Cultura sobre el
teatro», suscribe Corrales en ‘El Teatro Romano de Málaga: evolución de un
espacio’.
El director del Teatro Romano de Málaga detalla que entre
1961 y 1963 el recinto fue objeto de una restauración a cargo del arquitecto
Pons Sorolla. Y sigue Rodríguez Oliva: «El desescombro realizado con motivo de
esos trabajos de restauración puso en evidencia el tremendo impacto que
suponían sobre las ruinas del teatro las cimentaciones del nuevo edificio (...)
No existió control arqueológico de esos trabajos a pesar de que fueron muchos
los materiales prerromanos, romanos y medievales allí aparecidos. Ni siquiera
existe informe alguno de estas importantes labores...».
Y tras aquellas tareas, de nuevo el olvido, sólo paliado
durante algunos días, entre 1959 y 1984, por el pundonor de la recordada
Ángeles Rubio Argüelles, promotora del Festival de Teatro Grecolatino. «Estos
festivales habían calado en el pueblo y se convirtieron en cita obligada de los
veranos malagueños donde no resultaba extraño que al final de estas
representaciones estivales se pidiera el derribo de la Casa de la Cultura y la
recuperación del teatro», rememora Corrales.