Cézanne: 'Los jugadores de cartas'.
Reflejando el título del polémico libro publicado por
Georgina Adams el año pasado, The dark side of the boom, y la ya célebre
conferencia de su autora en la Feria de Maastricht, la tercera edición de las
Sesiones de Arte de FIDE se ha dedicado este año a profundizar en ese aspecto
de opacidad y de oscuridad que sigue ofreciendo el mercado del arte y que al final
tanto perjudica a todos.
Lejos del mundo académico en el que con frecuencia se
idealiza tanto a los artistas como a las obras y de la cara amable del
mecenazgo y el coleccionismo, existe una potente industria internacional en la
que conviven los mercados blanco y negro, se oculta la identidad de vendedores
y compradores y en la que el arte es objeto de falsificación y estafa, tráfico
ilícito, contrabando, fraude, blanqueo de capitales, robo, destrucción, botín
de guerra y expolio. Tampoco hay que olvidar cómo históricamente se han
utilizado los bienes culturales como herramienta política, dando lugar a
intercambios y obsequios de dudosa licitud entre monarcas, estados y
autoridades, incautaciones a particulares por motivos ideológicos,
desamortizaciones y expolios a países, comunidades y etnias que hoy día están
reivindicando el retorno de las obras a sus legítimos lugares y propietarios de
origen, con un éxito creciente. ¿Por qué dos cuadros emblemáticos de las
colecciones reales españolas -Matrimonio Arnolfini de Van Eyck y Rapto de
Europa de Tiziano- están en Londres y en Boston, respectivamente?
La evaporación en los últimos años de algunas obras maestras
que adquiridas en subasta pública seguimos ignorando dónde se encuentran y por
qué no se exponen al público es un ejemplo más de esa opacidad de la que casi
nadie quiere hablar. Nos referimos a obras como el Salvator Mundi de Leonardo
da Vinci, al Doctor Gachet de Vincent Van Gogh o a una de las versiones de los
Jugadores de cartas de Paul Cézanne. Al Rembrandt y al Vermeer robados del
Museo Isabella Stewart Granger de Boston. Al Caravaggio desaparecido del
Oratorio de San Lorenzo de Palermo. ¿Dónde se encuentran?
Ricardo Sanz Marcos, experto en seguridad y protección del
patrimonio histórico, explicó hasta qué punto el expolio de los yacimientos
arqueológicos terrestre y acuático yel tráfico ilícito de obras de arte se
sienta a la mesa de la industria global ilegal junto al tráfico de armas,
drogas y personas. Es un negocio de bajo riesgo, tanto policial como jurídico,y
de generosos márgenes de beneficio. En su opinión, el terrorismo radical
islámico se financia a travésde la venta de petróleo, los rescatesy
extorsiones, las donaciones degobiernos y particulares y, por encima de todo,
del tráfico ilícito de obras de arte.
A las técnicas de falsificación y a los medios tecnológicos
para detectarlas se refirió Jaime Garcia-Maiquez, del taller de restauración
del Museo Nacional del Prado, uno de los más prestigiosos del mundo, si no el
que más. Las falsificaciones -pues no otro nombre merece las reproducciones no
autorizadas de obras de arte- se producen también, en un entorno de cierta
impunidad en la escultura. Lucrecia Enseñat Benlliure aportó ejemplos poco
conocidos de como editoriales y copistas han entrado a saco en la obra de su
antepasado, usurpando los derechos de autor.
Casos
El profesor José Luis de Castro, amicus curiae en el caso
Cassirer vs. Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, aportó su visión en torno
a la sentencia dictada por el juez del Distrito Central de California el pasado
mayo. El profesor critica la interpretación que el fallo hace del derecho
español en materia de usucapión de bienes muebles, mas allá de la condena moral
formulada por el fallo. Para él, la conclusión de que el artículo 1.955 del
Código Civil pueda admitir que el poseedor de una cosa mueble robada o perdida
adquiera la propiedad de la misma mediante usucapión resulta aberrante. El
poseedor de un bien despojado -y el hecho de que el cuadro de Pissarro fue
robado por los nazis en el año 1939 a la Sra. Cassirer está acreditado de forma
indiscutible- no es un poseedor legitimado para ganar la propiedad de un bien
por prescripción aunque haya actuado de buena fe. Invoca el artículo 464 y
concordantes del Código Civil. Habrá que oír sin duda los argumentos de las
demás partes.
Por último, registramos el testimonio sobrecogedor de Carlos
Colón Sicardo, heredero del coronel republicano José Sicardo y de Mariana
Carderera: al término de la guerra civil española los bienes inmuebles y
muebles propiedad de su familia fueron incautados por las autoridades
franquistas, depositados en el entonces Museo de Arte Moderno -hoy Biblioteca
Nacional- y entregados posteriormente de modo arbitrario a personas físicas y
jurídicas ajenas a los legítimos propietarios. Mariana Carderera era heredera
de la Colección Carderera, fundada por Valentín Carderera y Solano, pintor y
coleccionista de renombre y uno de los mecenas más importantes de la historia
del Museo del Prado.
¿Puede calificarse de negligente en el ejercicio de sus
derechos la conducta de una judía errante, como la Sra. Cassirer, tras la
turbulencia de la Segunda Guerra Mundial por no haber reivindicado un cuadro
que se había dado por perdido y destruido? ¿Y la de un militar represaliado,
proscrito, exiliado, expulsado de su cargo y de su patria como el coronel
Sicardo?
Pienso en nosotros, en la ética de nuestra profesión de
abogados, en el entonces jovencísimo letrado californiano Randol Schoenberg
cuya perseverancia permitió que María Altman recuperara La mujer de oro de
Klimt -hoy en la Neue Gallery de Nueva York- tras duro litigio contra el Estado
austriaco. Pienso en la labor discreta, molesta a veces y poco agradecida en
muchas ocasiones, de escuchar a las víctimas, estudiar sus reivindicaciones,
difundirlas, tratar de evitar, en definitiva, que el silencio y las
complicidades sepulten la verdad.