Christie’s organiza una subasta benéfica que acaba con
‘Naturaleza muerta’ en manos de una coleccionista italiana
Peri Cochin, organizadora de la subasta, posa con Naturaleza
muerta (1921), de Picasso
La tentación era grande: un Picasso de dos millones por tan
solo cien euros. Y la garantía, sólida: Christie’s, primera casa mundial de
subastas. Por eso, 51.540 apostantes participaron a pesar del confinamiento y
la Covid-19. La Naturaleza muerta postcubista (22.9cmx45,7cm), de 1921, se la
llevó la italiana Claudia Bourgogno, con su solitaria papela. Un triunfo
proclamado ante 3.200 espectadores de internet.
A pesar de que, por culpa de la Covid-19, el anzuelo Picasso
no colmó las expectativas de 200.000 apuestas, CARE, la asociación que quiere
llevar agua a poblaciones de Camerún, Madagascar y Marruecos, recibirá más de
cuatro millones de euros. Eso, una vez descontados los 900.000 euros del
cuadro. Un doble gesto del propietario, David Nahmad. Primero, vendió aquella
mesa picassiana con vaso y periódico a la mitad de los dos millones de su
cotización oficial. Y, ante el relativo fracaso del sorteo, rebajó cien mil
euros más.
A Harry Bellet, crítico de pintura de Le Monde, David Nahmad
le confesó su placer ante el procedimiento. “Un sorteo, y con finalidad
benéfica. A Picasso le hubiera encantado: le gustaba el pueblo y ayudar a la
gente”.
El amor de los Nahmad, David y su hermano Ezra, es la
pintura (en medio siglo reunieron una fabulosa colección estimada en más de
tres mil millones de euros) y también dejarla ver. El apogeo de esa decisión
fue la muestra que en el verano del 2013 conmemoró, en Mónaco, las cuatro
décadas del fallecimiento del malagueño. Un centenar de Picassos de la
colección Nahmad.
David nació en Beirut en 1947, hijo de un banquero de Alepo,
la ciudad siria que inventó hace milenios a uno de los protagonistas del
confinamiento, el jabón. Enlutados por la muerte del hermano mayor de David,
Albert, en el accidente de su avión, los Nahmad se instalaron en Milán.
La pintura fue una pasión compartida por tres de los
hermanos. El primero, Joseph. Comprador compulsivo, pero con cierta idea,
coleccionaba jóvenes artistas italianos: Lucio Fontana o Arnaldo Pomodoro.
También le compraba al cubano Wilfredo Lam, por entonces en Italia. Y a Giorgio
De Chirico.
Un sorteo, y con un fin benéfico; a Picasso le hubiera
encantado”, dice el anterior propietario de la obra
Joseph perdió toda su fortuna, y parte de la paterna, en un
crack de Bolsa. No hay mal que por bien no venga: sus hermanos Ezra y David se
hicieron marchantes para vender la colección de Joseph. Época propicia. El
mercado apenas se desperezaba. “Un Picasso costaba unos 15.000 dólares y aun
así yo debía dar facilidades. Me lo pagaban en dos años”.
En 1964, David compró, deslumbrado, un par de piezas de Juan
Gris que nadie quería. Kahnweiler, el legendario marchante de Picasso que las
había expuesto en París, accedió a conocer a ese joven intrépido. Se hicieron
amigos. Después, Kahnweiler le dejó en consigna varios Picasso, para que los
vendiera en Italia. Y otro consejero y amigo, Aimé Maeght, le facilitó obras de
Braque o de Miró, quien se convirtió en otra de sus pasiones. Y en una
relación. Porque David trató a muchos artistas. Pero nunca quiso conocer a
Picasso. “Yo era muy tímido y él, un gigante para mí. Todavía hoy puedo pasar
horas, en casa, en silencio, ante uno de sus cuadros”.
Un amor total: “Sin Picasso, el arte no habría evolucionado
como lo hizo. Su obra es capital”. Nahmad fue uno de los primeros, de los
únicos casi, en coleccionar la obra última, esa que provocó el pitorreo de las
exposiciones postreras, como la del Grand Palais, el año de su muerte, cuando
la crítica se enardecía contra “la obra de un viejo senil”, los “cuadros de un
erotómano”, mientras los marchantes miraban para otro lado. Esas obras,
precisamente, destacaron entre el centenar presentado en el 2013 en Mónaco.
David Nahmad lo tiene claro: “hoy el arte se ha
desvalorizado como tal porque olvida que lo que cuenta es la inteligencia de un
cuadro, no su precio. Como decía Friedrich Nietzche, todo lo que tiene un
precio carece de valor.
Joseph perdió toda su fortuna, y parte de la paterna, en un
crack de Bolsa. No hay mal que por bien no venga: sus hermanos Ezra y David se
hicieron marchantes para vender la colección de Joseph