0 Paco León y Anna R. Costa presentan en San Sebastián con criados pícaros, aristócratas glamurosos y
burócratas de Franco
Ana Mari es una instructora de la Sección Femenina de
Falange convertida en espía para controlar los movimientos de Ava Gardner
durante su ruidosa estancia en un edificio de la zona pija de Madrid que
comparte con Juan Domingo Perón y su (tercera) esposa, Isabelita. La
falangista, encarnada por Inma Cuesta, está coja y tiene muy mala leche.
Manolo, a quien representa Paco León, es un revolvedor y buscavidas algo
fantasma pero buena persona que parece incapaz de vivir sin meterse en líos. Y
Pilar, interpretada por Anna Castillo, es la chica joven del servicio -también
propensa a crearse problemas- que pone el punto de sal en la cocina y el resto
del área de sirvientes de la estupenda casa ocupada por la ostentosa, bebedora
y juerguista señora Gardner. En el piso de abajo, los Perón como sufridos
vecinos que día sí y día también se quejan de los escandalosos fiestones de la
actriz hollywoodiense.
Hablamos de Arde Madrid, con guión y dirección de Paco León
y Anna R. Sánchez, presentada este jueves en Festival de San Sebastián. Con
ocho capítulos de media hora cada uno, todos en blanco y negro, la producción
se estrenará en la plataforma el próximo 8 de noviembre.
La serie está guionizada y dirigida por Paco León y Anna R.
Sánchez
León y Sánchez llevaban un tiempo planeando hacer juntos una
serie para tele de pago. Pensaban en un filme histórico, pero no tenían claro
de qué periodo ni sobre qué contexto. Hasta que alguien les habló de la
estancia de Ava Gardner en Madrid, en el mismo inmueble de la calle Doctor Arce
donde por aquellos días de 1961 residían el presidente argentino y su mujer.
“El punto de inspiración fue la anécdota que nos contaron de cuando Ava,
después de alguna de sus discusiones con los vecinos por el ruido en la jarana
de la noche anterior, veía salir a Perón de la casa y se asomaba al balcón para
gritarle: ¡Perón, cabrón! ¡Perón, maricón!”.
Ese incidente en concreto no sale en la serie, aunque sí las
broncas y los frecuentes intercambios de pullas entre los célebres vecinos.
Pero es lo de menos, sobre todo porque la presencia de la artista y su difícil
convivencia con el mandatario sudamericano no son el sujeto principal de la
serie, sino más bien el marco, el contexto y el atractivo pretexto del relato
de ficción que se sitúa por encima.
La trama ficticia es a la vez una comedia de enredo y un
drama costumbrista entre pillos y gente corriente, espías al estilo casposo del
franquismo y vividores venidos de aquí y de allá. Como reflejan los libros y
películas sobre aquellos años grises en los albores de la tecnocracia, y tal
como ahora cuentan con más gracia Paco León y Anna R. Sánchez, la sociedad
urbana española del momento estaba estratificada en tres niveles: “El de los
áticos, formado por la aristocracia de unos pocos ricos y artistas; el de los
despachos burocráticos y políticos; y el del pisito” de la gente de a pie,
incluida una clase media todavía en fase germinal.
“Queríamos que la serie recordara y se pareciera a las
grandes películas de la época”, explican a ‘La Vanguardia’ los dos autores, y
citan ‘El pisito’ (Marco Ferreri e Isidoro M. Ferry, 1959), ‘El verdugo’
(Berlanga, 1963) y ‘La tía Tula’ (Miguel Picazo, 1964). El objetivo se cumple
en la serie. Aunque obviamente desde otra mirada, con un ritmo y un tono
satírico más actuales, ‘Arde Madrid’ trae efectivamente a la memoria el cine
berlanguiano, en la forma y en el fondo. Para empezar, sus creadores decidieron
arriesgarse a recuperar el blanco y negro. “Lo debatimos mucho. Nos costó tomar
la decisión y luego convencer a MoviStar +, pero ahora todos estamos de acuerdo
en que no podía ser de otra manera”, señala León.
Arde Madrid toma además el esquema clásico del ‘Arriba y
Abajo’ o ‘Up and Down’, común a no pocas películas españolas y sobre todo
británicas, aunque con el foco más bien puesto en la parte inferior de la
estructura. Y es muy interesante el reparto de funciones y caracteres de los
personajes, sobre todo la pareja protagonista. “Ella es Humphrey Bogart”, dice
León en alusión a la dura Ana Mari. “Y él es Lauren Bacall”, replica entre
risas Anna Sánchez refiriéndose al bueno de Manolo. Esta “inversión de papeles”
es totalmente deliberada, señalan. Manolo es, dice su intérprete, “uno de esos
hombres que creen que tienen que salvar a las princesas y a quien ellas
demuestran de pronto que no necesitan ser salvadas. Entonces ellos se quedan
como sin saber qué hacer y descubren que no son los que presumían ser”. Un
guiño feminista. O realista. O ambos.
La trama ficticia es a la vez una comedia de enredo y un
drama costumbrista entre pillos y gente corriente, espías al estilo casposo del
franquismo y vividores venidos de aquí y de allá
¿Y, a todo esto, qué queda de aquella España? “Muy poco,
afortunadamente”, opina Sánchez respecto a la situación política y social. “Tal
vez lo que más pervive es nuestra forma de ser”, añade. “Hemos ganado mucho en
libertades y educación –dice por su parte el actor y director-, pero vivimos
tiempos de una exagerada corrección política que a veces conduce a la censura.
En algunos aspectos hemos ido hacia delante y en otros hacia atrás. Cuando ves
cosas como algunas reacciones ante lo que se ha decidido sobre el Valle de los
Caídos, te das cuenta de que no todo está superado”.
Hay ciertamente, todavía, retazos de la España en blanco y
negro de los años 50 y 60. Lo mejor es que, aún siendo aquel un país trágico,
ya es tiempo para verlo con cierta compasión y grandes dosis de humor. Vale
repetir aquello de que “comedia es tragedia más tiempo”. En esto consiste ‘Arde
Madrid’.