El director honorario del Centro Pompidou de París, al frente del cuál estuvo trece años, cree que «es bueno tener vínculos con museos extranjeros, pero deben hacerse con inteligencia y equilibrio»
Estuvo trece años como director del Centro Georges Pompidou de
París, uno de los templos mundiales del arte moderno y
contemporáneo, del que es director
honorario. Alfred
Pacquement(1948) lleva toda
una vida vinculada al museo parisino, pues fue conservador jefe de arte
contemporáneo del Pompidou entre 1974 y 1987. También fue director del Jeu de Paume -otro importante centro de arte de
la capital francesa- y ejerció como secretario general de Artes Plásticas del
Ministerio de Cultura y Comunicación entre 1993 y 1996, año en el que se marchó
para dirigir la
Escuela Nacional Superior de Bellas Artes. Es, pues, un gran conocedor del mundo del arte
en Francia, desde todos sus prismas: museístico, educativo,
gubernamental...
estuvo
en Madrid, invitado por la Fundación
Arte y Mecenazgo, que impulsa «la Caixa» y preside Leopoldo Rodés,
para pronunciar una conferencia en CaixaForum
Madrid bajo el título
«Adquisiciones, daciones y donaciones. El ejemplo del Centro Pompidou». Horas
antes se reunía con un reducido grupo de periodistas. Pacquement subraya que
nos enfrentamos a un doble fenómeno: «Por un lado, se reducen las aportaciones
públicas y, al mismo tiempo, se produce un aumento
espectacular del precio de las obras de
arte moderno y contemporáneo en el mercado internacional. Ello provoca un desfase enorme en las compras de
los museos, que se ven obligados a desplegar todos sus medios y contactos
para seguir siendo activos. Como los medios de adquisición de obras están muy
mermados hay querecurrir a fórmulas fiscales, de mecenazgo, para que la
evolución de los museos se siga desarrollando. Es peligroso que los museos no
cuenten con capacidad para ampliar sus colecciones».
La situación en Francia
En
este sentido, Pacquement explica el panorama
existente en Francia en materia de incentivos fiscales, muy distinto del
que tenemos en España, donde aún sigue sin ver la luz la tan ansiada ley de Mecenazgo.
Por un lado, están las daciones
en pago de impuestos, especialmente, explica el director honorario del
Pompidou, el pago con obras de arte del impuesto de sucesiones. «Esto ha
permitido desde hace decenios que en Francia se desarrollen las colecciones
públicas». En cuanto a obras consideradas tesoros
nacionales, las empresas
que las adquieran para el Estado se pueden deducir hasta un 90%de la suma.
Fue el caso de una excepcional colección de revistas de vanguardia y de otra de
más de 6.000 fotos francesas de entreguerras. En el caso de los coleccionistas privados, pueden
deducirse hasta el 66%. En España es la mitad.
En Francia se incentiva la participación del coleccionismo privado en los museos
Pero hay muchas fórmulas alternativas en Francia, como explica Pacquement:
«Está muy reglado y el sistema es completamente transparente». A veces varios museos comparten esfuerzos y fondos para adquirir obras de arte. Hay casos
muy curiosos, como el Proyecto
para el Arte Contemporáneo, en el que un grupo de coleccionistas privados
pagan una cuota anual y participan activamente en el proceso de selección y
adquisición de obras para el museo, o elPremio Duchamp, donde los
coleccionistas eligen las obras premiadas.
«En los últimos años ha habido una mayor
complicidad entre instituciones públicas y coleccionistas privados. Es bueno
que éstos se sientan cercanos a las instituciones, que participen en ellas.
Puesto que los medios públicos disminuyen, el apoyo privado es muy importante.
Por eso los museos delegan
poder de decisión en los coleccionistas privados. El mercado del arte es especulativo
e inflacionista y es
complicado que los museos puedan adquirir obras». Preguntado Pacquement sobre
si cree que dicho mercado ha tocado techo, comenta que «sigue creciendo de
forma cada vez más turbadora, hay gente
dispuesta a pagar cifras astronómicas por una obra de arte. Hay mucho
dinero y el arte se ha
convertido en un valor refugio». Sobre los nuevos agentes mundiales en el
mundo del arte (Asia, Oriente Medio, América Latina) piensa que la competencia
internacional es buena.
Franquicias museísticas
¿Qué
opina del modelo de franquicias museísticas que se impone hoy en el mundo? El Guggenheim tiene
sedes en Nueva York, Bilbao, Venecia, quiere abrir una en Helsinki... El Hermitage de
San Petersburgo abrió
sucursal en Ámsterdam y hará lo propio en Barcelona. El Louvre se
expandirá a Abu Dabi, el
Pompidou abrió museo en Metz y tendrá sede en Málaga... «Las colecciones
del Pompidou son nacionales y era importante que se vieran en otras regiones
del país, que se beneficien de estas colecciones. Pero la sede de Metz no es una
franquicia, tiene su propio programa, su Patronato... El Pompidou no gasta
ni gana nada con ello; tampoco el Ministerio de Cultura», advierte Pacquement.
En cuanto al proyecto de Málaga,
dice que no puede hablar porque no representa al Pompidou: «Que yo sepa, no hay actualmente ninguna
institución en el extranjero que lleve el nombre del Pompidou. Sí se ha
buscado firmar acuerdos de asociación con instituciones por dos o tres años.
No sé en qué punto se halla en proyecto de Málaga. El Pompidou también forma
parte del Louvre Abu Dabi, pues el museo aglutinará colecciones de distintos
museos parisinos». ¿No se corre el peligro con estas franquicias de colonizar
el arte, de que sea el mismo tipo de arte en todos los lugares del mundo, como
ocurre con las tiendas de ropa? «No se trata de un imperialismo cultural.
Depende de cómo se lleven a cabo los proyectos. Hay países que no pueden reunir
obras de Matisse, Brancusi, Kandinsky... Hay que compartir obras. Pero es
importante que las instituciones sean gestionadas a partir de la situación
geográfica donde se encuentren, según el contexto de cada país. Es bueno tener vínculos con museos extranjeros,
pero deben hacerse con
inteligencia y equilibrio».