El 29 de agosto de 1966 el grupo dio su último show en el
Candlestick Park de San Francisco, con poco más de media entrada
Era pleno verano en San Francisco, y sin embargo, en las
butacas del estadio Candlestick Park hacía bastante frío ese 29 de agosto de
1966. Eso no les importaba a los miles de fans de los Beatles, particularmente
a las chicas, que habían asistido entusiasmadas para verlos en el último
concierto programado en su tercera visita a Estados Unidos. Y aunque mirando
hacia atrás, con el furor que todavía despiertan 46 años después de que tomaron
caminos separados, uno pueda imaginar un estadio repleto con entradas agotadas,
esa no fue la realidad. De las 42.500 localidades disponibles, solamente
estaban ocupadas unas 25.000. El excorresponsal en Los Ángeles del diario
londinense London Daily Express, Ivor Davis, puede dar fe de ello, porque
estuvo allí. Enviado por su jefe a cubrir la primera gira que los Beatles
hicieron por Estados Unidos en agosto de 1964, Davis llegó a San Francisco para
el primer concierto sin imaginar que ese sería el inicio de una larga relación.
Su labor no fue sólo relatar cada paso que los fabulosos cuatro dieron por
Estados Unidos, sino también convertirse en el escritor fantasma de George
Harrison para una columna semanal que se publicaba cada semana en aquel
rotativo. Con el tiempo, y a medida que
la fama del grupo aumentaba, pudo conocerles de una forma
que hoy sería imposible para cualquier periodista que debe informar sobre una
celebridad: “Yo tenía acceso total. Como estaba en el cuarto
de al lado, podía hacerles preguntas cuando lo necesitaba. Paul
me traía gin-tonics cuando viajábamos en el jet privado. Yo formaba parte de la
familia de los Beatles, y cuando estaban de gira teníamos acceso a ellos
durante todas las horas del día”.
El veterano periodista, que hoy tiene 78 años y dedica su
tiempo a promocionar por el mundo su exitoso libro The Beatles and me on tour,
recuerda vívidamente el concierto en el estadio de béisbol de los Giants,
porque él, al igual que los músicos, estaba listo para volver a su casa: “Ellos
ya sabían que era el fin de la gira y la única diferencia con los otros
conciertos fue que hablaron entre ellos un poco más entre canciones y se
hicieron comentarios divertidos en el escenario. La realidad es que ya estaban
cansados de las giras y querían irse a trabajar al estudio para hacer música,
buenos discos y material de calidad, en lugar de seguir participando de lo que
se había convertido en un circo”, recuerda. Es que no sólo debían cantar sus
canciones junto a un coro de miles de chicas que gritaban sin cesar, sino que
el resultado de lo que tocaban en el escenario dejaba mucho que desear:
“Mientras hacían las giras la calidad del equipamiento era terrible, parecía
una noche amateur. Los Beatles tenían dos personas que llevaban los
amplificadores y la mayoría de los estadios en los que tocaban no estaban
preparados para música. La calidad en Candlestick Park era terrible. Existen
algunas grabaciones que te permiten comprobarlo. Recuerdo cuando les escuché en
el Hollywood Bowl. El sonido era espantoso, pero los magos del sonido llevaron
la grabación al estudio, la limpiaron y lograron darle calidad de alta
definición”, señala.
Testigo directo
“Se perdían en medio de una canción”, dice Ivor Davis, que
les acompañaba
Davis también es preciso al señalar que las circunstancias
de la gira no fueron las mejores: “Aquella fue la peor de las tres. En 1964
fueron tremendamente exitosos y la del año siguiente también lo fue, pero en
1966 no querían viajar a Estados Unidos. Estaban preocupados. John Lennon había
dicho que los Beatles eran más populares que Jesús, y ese comentario generó
mucho enojo. Como resultado, los Beatles recibieron amenazas de muerte. Brian
Epstein, su mánager, llegó a pensar en cancelarla. Pero era un hombre de
palabra y por eso decidió llevar adelante su última gira norteamericana”. El
periodista recuerda que en aquella tercera gira, era obvio que los cuatro
estaban hartos de los conciertos en vivo: “Para empezar nunca podían escucharse
a sí mismos. Muchas veces se perdían en medio de una canción. Le pasó a Ringo,
que ya no sabía cual estaban tocando. John me comentó en aquel entonces que
nadie iba a los conciertos a escuchar a Los Beatles, sólo les querían ver”,
comparte.
Si bien nuestra mirada actual está teñida de nostalgia y de
sana envidia por quienes pudieron estar allí, las circunstancias que rodeaban a
los músicos más famosos del mundo no eran necesariamente las mejores: “Antes de
viajar a Estados Unidos, habían tenido una experiencia muy mala en Filipinas”,
recuerda Davis, y agrega: “Les habían invitado a una recepción con la esposa
del presidente, Imelda Marcos, Brian se olvidó y no fueron. Imelda se enojó
mucho, la gente en Filipinas también y para poder llegar al avión tuvieron que
escaparse. En Estados Unidos la gente quemaba sus discos en 1966 y el Ku Klux
Klan no les miraba con simpatía”.
En aquella noche de finales de agosto de la que el lunes se
cumplirán 50 años, algo había en el estadio que les recordaba a los presentes
que no se trataba de un concierto normal. Un camión blindado había sido ubicado
con la mayor discreción posible junto al escenario, lo que llevó a muchos a
preguntarse si estaba allí para que los Beatles se presentaran ante la
audiencia cuando terminaran los números previos. Aunque el espectáculo comenzó
puntualmente a las 8 de la noche, pasó un largo rato antes de que los
idolatrados músicos aparecieran en escena. Tal como se estilaba en esos
tiempos, una sucesión de grupos y cantantes aprovechó la ocasión para tratar de
congraciarse con la audiencia: The Remains, Bobby Hebb, The Cyrkle y The
Ronettes fueron subiendo al escenario en ese orden. Justo a las 21.27 h
aparecieron ellos, y no salieron del camión blindado como muchos esperaban. Tocaron 11 canciones y ni una más:
Rock and roll music, She’s a woman, If I needed someone, Day tripper, Babby in
black, I feel fine, Yester day, I wanna be your man, Nowhere man, Paperback
writer y Long tall Sally. John y Paul colocaron una cámara sobre un
amplificador durante el concierto y se tomaron fotografías en las que se les ve
con el público detrás. También le pidieron a su jefe de prensa, Tony Barrow,
que grabara el concierto con una grabadora común. Barrow olvidó darle la vuelta
al casete y, como la participación de los Beatles en el escenario duró poco más
de 30 minutos, el único registro sonoro que ha quedado de aquella ocasión el
sonido se interrumpe a mitad del último tema. Cuando la actuación terminó, los
cuatro se subieron al camión blindado y se marcharon en él del estadio: “Es que
de verdad ellos estaban muyasustados”, recuerda Davis, y explica: “Cuando
tocaron en Memphis, Tennesse, alguien arrojó un petardo durante el concierto, y
no faltaron los que creyeron que le habían disparado a John. La seguridad era
algo que en 1966 les preocupaba mas que nunca, y por eso habían decidido
marcharse en un camión blindado. En otras ocasiones se fueron en una
ambulancia. No querían un auto común. Estaban de verdad muy nerviosos”.
Corto
Tocaron once canciones en poco más de 30 minutos y se fueron
en un blindado
Los Beatles nunca volverían a tocar en un estadio, aunque
los memoriosos recuerdan que un 30 de enero de 1969 se subieron al techo del
edificio de su compañía, Apple, en el centro de Londres, y cantaron durante 42
minutos acompañados del teclista Billy Preston, para crear un material que
luego utilizaron en su documental Let it be. El concierto improvisado, que
generó una verdadera conmoción en la ciudad, fue la última ocasión en que
tocaron frente a una audiencia, aunque Davis está convencido que en todo el
tiempo que pasó desde Candlestick Park hasta aquel enero no extrañaron los
escenarios en lo más mínimo: “Cuando empezaron en Hamburgo tocaban desde las 7
de la tarde hasta las 7 de la mañana, y luego se dedicaron a recorrer todas las
ciudades de Inglaterra, Gales e Irlanda. Hicieron cientos de conciertos y por
eso estaban hartos. La diferencia es que en Estados Unidos las audiencias eran
enormes. Nunca habían tocado ante tanta gente en Europa. En 1965 tocaron frente
a 55.000 personas en el Shea Stadium de Nueva York. Durante años fueron
soldados que tocaban las mismas canciones”, dice.
Davis, que pasó su vida entrevistando celebridades y ha
escrito varios libros, admite que nunca imaginó que el legado de los Beatles
iba a perdurar tanto y que 50 años después iba a estar hablando de uno de sus
conciertos: “Cuando escribí el libro pensé que se olvidarían de él en un año,
pero han pasado tres y sigue generando interés. Ellos mismos nunca pensaron que
durarían tanto. Creían que tenían para cinco años, diez si tenían mucha suerte.
Para mí, que era un joven periodista, cubrir sus giras y estar con ellos fue
una época maravillosa, pero nunca pensé que 50 años después iban a ser la mejor
banda que ha existido”, confiesa.