A los 50 años del golpe de Estado en Chile, el director
presenta hoy jueves 'El conde', una revisión de la figura de Augusto Pinochet
en clave de farsa fantástica
Pablo Larraín (Santiago de Chile, 1976) llegó a Venecia sin
maletas. No era tanto una decisión arrebatada o poética, como un problema del
aeropuerto. Pero quién sabe si ese gesto, el de presentarse a un país extraño
con lo puesto, no encaja con el destino más íntimo de su última película. El
conde, que se estrena al día siguiente de este encuentro que nos ocupa, es su
trabajo más arriesgado, más desnudo y, en su esencia, más provocador. Tras
ocuparse del periodo más negro de Chile de todas las formas posibles en
películas como Tony Manero, Post mortem o No, ahora le da la voz al mismísimo
Pinochet. Y se la da en una fábula fantástica y bufa en la que el dictador y
genocida no es otro que un vampiro, un monstruo maldito y bendecido a la vez
con el don de la inmortalidad. Y todo ello, a 50 años del golpe de Estado que
inició una de las más brutales dictaduras y cuando se acaba de conocer la
sentencia por el asesinato del cantautor Víctor Jara. "Ya me las han traído",
dice. Habla de las maletas.
¿Cuándo empezó a fantasear con la idea de transformar a
Pinochet en un vampiro volador?
La idea vino de unas fotos de Pinochet y sus generales en
blanco y negro en las que aparecen con capas. Son fáciles de encontrar.
Probablemente, era una forma absurda de mezclar el tema vampírico con un
elemento de la cultura pop, como alguien que puede volar. Pero la idea viene de
antes y obedece a una cadena de razonamiento muy simple: Pinochet murió libre
en la más completa impunidad y millonario. La impunidad crea la eternidad. En
realidad, es como si no hubiera metáfora. No hay nada más que añadir.
¿Qué hace diferente el caso chileno del argentino o el
uruguayo?
Acabamos de ver la película de Santiago Mitre Argentina
1985. Ellos fueron capaces de poner a la junta militar en la cárcel. Es así
como una sociedad asiste a una curación a través de la justicia. Hay un pacto
para que eso no vuelva a ocurrir. Eso no sucedió en Chile. Se cumplen 50 años
del golpe de Estado y la figura de Pinochet está ahora más viva que nunca. Es
una enorme fractura en mitad de la sociedad. Todavía hay un tercio de la
población chilena que piensa que Pinochet fue un gran hombre y lo que más les
duele es que haya sido un ladrón, no un violador sistemático de los derechos
humanos.
¿Podría la película ser un primer paso...?
No, eso son palabras mayores. Se trata de solo una película,
un objeto cultural que a lo único que aspira es a dejar una huella en la
memoria. Cómo repercuta en los demás es imposible saberlo.
Sin embargo, y pese a la impunidad de la que habla, hemos
asistido al juicio reciente por el asesinato de Víctor Jara.
Sí, hace solo dos días. Y uno de los condenados, como se
sabe, se suicidó en su casa cuando fueron a llevarle a la cárcel. Por supuesto
que ayuda ya que es un caso muy emblemático. Pero solo es uno entre miles
muertos y desaparecidos que fueron torturados, asesinados o expatriados. Y no
ha habido aún responsables. No sabemos quiénes cometieron esos crímenes. Hay
alguna forma puntual de justicia, pero no es una justicia digamos sistemática.
Es especialmente evidente en el caso del propio Pinochet y sus generales que
fueron protegidos después de que abandonaran el poder.
Lo que le duele a una parte de los chilenos es que Pinochet
haya sido un ladrón no un violador sistemático de los derechos humanos
Digamos que la herida permanece abierta...
Sin duda. Tengo hijos y me preguntan porque me molesto en
hacer una película sobre Pinochet y además en blanco y negro. No sé cómo
evolucionará la historia, pero el cine es la mejor máquina del tiempo que hemos
creado. Y por eso hago esta película.
Pero no parece que la historia no enseñe nada cuando Meloni
o Bolsonaro, por ejemplo, llegan al poder. ¿No se siente derrotado?
Me sentiría derrotado si quisiera hacer algo y no pudiera.
Lo que ocurre hoy es que han cambiado los modales. Ahora ya no es alguien con
una esvástica y con el brazo en alto gritando. Ahora, la extrema derecha viene
con una sonrisa y el traje de liberal. Y luego llega el miedo y, por último, la
violencia. Pero la derrota solo llega cuando son más fuertes que tú y no te
dejan hablar o rodar.
¿Por qué pensó que la sátira era la forma adecuada?
Todas las demás formas podrían crear empatía. Y eso no lo
podíamos permitir. Pienso en lo que hizo Stanley Kubrick en Teléfono rojo,
¿volamos hacia Moscú?'. Pinochet nunca ha sido filmado antes. Ni en el cine ni
en la tele. La farsa permite el distanciamiento y el blanco y negro aporta el
tono de fábula que buscaba.
El mayor legado de Pinochet es que obligó al país a
experimentar un capitalismo completamente salvaje sin límites ni reglas
¿Qué reacción espera en Chile ante su película?
Imagino que los que aún apoyan al dictador la considerarán
una ofensa. Y considerarán que la película pasa por alto todas las supuestas
maravillas que consiguió, como el exterminio de todo el que pensaba diferente o
la eliminación de los que amenazaban su modo de vida. Es curioso, pero los que
le protegían quedaron en 'shock' cuando se conoció que tenía millones de
dólares en cuentas repartidas por todo el mundo y que su modo de operar era el
de un narcotraficante más.
"A un soldado se le puede llamar asesino, pero no un
ladrón", ironiza la película.
Un elemento que se suele pasar por alto es el de la codicia.
El mayor legado de Pinochet es que obligó al país a experimentar un capitalismo
completamente salvaje sin límites ni reglas. Y eso acabó por crear una sociedad
tremendamente codiciosa, glotona con el dinero. Pinochet nos convirtió en
héroes de la avaricia. El ejército, la policía, la marina, la fuerza aérea, los
empresarios... vivieron o algunos aún viven de las empresas creadas en la
dictadura solo preocupadas por el dinero, por más dinero.
¿Pero no teme que puede ser reduccionista o consolador
convertir al dictador en simplemente un monstruo singular?
Sí, él, como Franco, a cuyo funeral fue (téngase en cuenta
que él viajó poquísimo por miedo a que le detuvieran. Pero a España fue); decía
que Pinochet como el dictador español no fueron grandes mentes y responden más
al patrón de ser más malvados que inteligentes. En realidad, él fue un monstruo
consentido y apoyado por las clases altas. Fueron un poco marionetas de otros y
ellos se dejaron por puro interés, no por convencimiento de ningún tipo.
En la película aparece, no diremos cómo, Margaret
Thatcher...
Pinochet ayudó, en vez de al país vecino, al Reino Unido en
la Guerra de las Malvinas facilitando información. Ella se convirtió en una
especie de ángel guardián. Pero no es la única. Si piensas en cómo políticos
como Nixon o Kissinger apoyaron a Pinochet, caes en la cuenta de que trataron a
los chilenos desde un óptica muy condescendiente, como siempre trataron a los
países de Sudamérica, como a esos pobres campesinos. Y así aparece ella
retratada.