Vivarium' es el primer gran estreno tras el cierre de las
salas y puede marcar un cambio de ciclo en el cine
De repente, todas las canciones hablan de nuestro amor y
todas las películas de nuestro confinamiento. Vivarium es, con toda probabilidad,
el ejemplo extremo. No sólo es la primera película de importancia, por así
decirlo, que se estrena (8 de abril) en plataforma 'online'
(salavirtualdecine.com, Movistar+. Vodafona y Rakutenm por 6,95 euros), que no
en cine, durante esta cuarentena interminable sino que su argumento, desarrollo
y esperemos que no el desenlace (no diremos cuál) registra el número suficiente
de coincidencias con lo que estamos viviendo que ya sí se puede decir que la
película del irlandés Lorcan Finnegan somos nosotros.
Es todo tan extraño. La película que se vio por primera vez
en Cannes es la misma que se estrena ahora y, sin embargo, es completamente
distinta", comenta entre críptico y casi protocolario el director irlandés
al otro lado de la aplicación Zoom desde Dublín donde se encuentra recluido.
Como todos. Luego, ya en el teléfono, Jesse Eisenberg, el protagonista, no hará
sino darle la razón: "Crees que estás haciendo una película y cuando se
estrena resulta que es otra". Este último hace el comentario desde
Indiana. Los dos, eso sí, utilizan buena parte de las entrevistas respectivas
en preocuparse por lo que ocurre en España. "¿Tiene sentido que hablemos
de cine con lo que está pasando?", se pregunta el actor y se responde:
"Quizá ahora y con una película como ésta tenga más sentido que
nunca".
Y dicho lo cual y para que quede claro, es el director el
que enumera el raro catálogo de paralelismos entre la realidad y la ficción:
"Por un lado, está lo obvio. Sí, Vivarium' cuenta la vida de una pareja
atrapada en una casa con un niño. Pero, si lo piensas un poco, da miedo tanta
casualidad: el personaje que interpreta Jesse (Eisenberg) desarrolla una
enfermedad que se manifiesta como una tos misteriosa. Aparecen bolsas de
cadáveres de manera algo inexplicable. La pareja recibe todo lo que necesita
por mensajero . Y luego, y esto ya roza lo paranormal, en las ilustraciones del
libro que lee Gemma (Imogen Poots) a su hijo aparece un hombre, una mujer y un
niño bajo una especie de símbolo que recuerda con una fidelidad enfermiza el
propio dibujo del coronavirus que estamos hartos de ver por todos los lados".
Y llegados a este punto, casi dan ganas de pedir responsabilidades al director
por el lío en el que nos ha metido. "Es un poco espeluznante, como
mínimo", concluye, se echa para atrás en el sillón y, por fin, se ríe.
Hablar del Apocalipsis se ha convertido en una obligación de
este tiempo
JESSE EISENBER
La película, para situarnos, cuenta el relato (o secuestro)
más que probable de una pareja a la búsqueda de algo tan inocente como una
casa, una casa donde vivir, donde tener hijos, donde comprar por Amazon, donde
ver Netflix, donde, en definitiva, aislarse del mundo y ser lo que siempre
quisieron ser. Eso sí, haciendo lo mismo que todo el mundo en una extraña
comunidad global solipsista replicada urbanización a urbanización "De
hecho", recuerda Eissenberg, "el guión que yo leí era casi
exclusivamente un comentario social a la burbuja inmobiliaria que vivió
Irlanda, Europa y el mundo entero y que desencadenó la crisis pasada. Pero,
claro, ahora es otra cosa, mucho menos coyuntural, más universal y sin tiempo".
El resultado del que habla el actor, y sin dar más pistas
que las que ya anuncia la propia presentación que Vivarium hace de sí misma, es
un brillante y muy turbio homenaje a películas como El ángel exterminador de
Buñuel o, por qué no, La cabina, de Mercero, dentro de un espacio surreal y
metafísico que lleva al espectador a la parte de atrás del unverso de Magritte.
O de De Chirico. "Soy consciente de mis influencias", dice Finnegan
justo antes de ofrecer una detallada lista buena parte de casi todo lo que pasa
por la película y sus propios ojos. Y allí que aparecen desde el cineasta sueco
Roy Anderson o el japonés Hiroshi Teshigahara al fotógrafo Andreas Gursky o el
pintor Edward Hopper. "Y tengo muy claro", añade, "que La cabina
es básica. Es curioso, pero es raro hablar con periodistas que conozcan 'La
cabina'. Siempre hablamos de La dimensión desconocida o de, más moderno, Black
mirror, pero la película de Mercero es, para mí, la clave".
Lo que está claro es que o cambiamos de modo vida o este
modo de vida acaba con nosotros
LORCAN FINNEGAN
Sea como sea, y volvemos al principio, lo que cuenta es la coincidencia, el efecto espejo con lo que estamos viviendo nosotros ahora mismo. "Es como si", toma ahora la palabra Eisenberg, "hablar del Apocalipsis se hubiera convertido en una obligación, como si existiese la necesidad de
anticiparlo en el cine para quizás evitarlo". No en
balde, el actor que ha sido Lex Luthor lleva ya, como nos recuerda, ésta y un
par de película de zombis. Todas convencidas de que estamos haciendo las cosas
muy mal. "Hay una especie de corriente subconsciente que conecta todas
nuestras ansiedades. Hace poco vi El hoyo y, a su manera, también habla de lo
mismo que Vivarium. No me atrevería a hablar de nada profético, pero sí de
toque de alarma. Aunque soy pesimista al respecto, creo que lo que está claro
es que o cambiamos de modo vida o este modo de vida acaba con nosotros".
Reflexiona Eisenberg sobre el ambiente surreal de la cinta y
dice que algo ha cambiado en él sin que nadie se dé cuenta. "Al principio,
cuando rodamos Vivarium, la preocupación era no pasarse. Era importante que
nuestra actuación, la de Imogen y la mía, fuera naturalista para, pese a la
escenario, el espectador se identificara con nosotros", dice. Y Finnegan
le acaba el razonamiento: "Lo paranoico es que la realidad nos ha tomado
la delantera. Todo lo que imaginamos como extraño ahora es hasta normal. Todo
ha cambiado en una semana. Se está volviendo instintivo que crucemos de calle si
nos vamos a encontrar con alguien que no conocemos, o que nos lavemos las manos
cada cinco minutos. Mi miedo cuando rodamos es que el que viera la película
aceptara como normal el cambio de actitud de los personajes que se ven
encerrados en un mundo que no entienden y, en vez de volverse locos, se
adaptan. Pues bien, con el coronavirus ha quedado demostrado que nos
adaptamos".
¿Cambiaremos después de esto? Eisenberg se limita a decir
que todo es demasiado complejo. "No tengo ni idea. Primero pensemos en
superarlo", dice. Y Finnegan no le quita la razón. Ni se la da. "No
lo sé. Estamos luchando por volver lo antes posible a la normalidad antes de
que olvidemos lo que era normal. Pero, ¿quién sabe cómo seremos? Somos
criaturas sociales. ¿Cuántas conversaciones por Zoom podemos mantener antes de
enloquecer? Necesitamos un poco de contacto".