El Guggenheim de Bilbao ha inaugurado una interesante
exposición sobre el arte creado en París entre 1900 y 1945, cuando pintores,
escultores y escritores de todo el mundo se concentraron en una ciudad que no
sólo acogía, sino que impulsaba las vanguardias. En ese ambiente de frenético
intercambio de inspiraciones y tendencias fue posible que grandes pintores como
Pablo Piccaso pasaran del impresionismo al surrealismo, sin perder su esencia.
La exposición, comisariada por Lauren Hickson, subraya esos cambios y la
relación entre los creadores. “Le Moulin de la Galette”, pintado en otoño de
1900 por Pablo Picasso, recibe al visitante con un recuerdo de
Toulouse-Lautrec, mientras que el broche lo pone, en la tercera sala, otro
Picasso, “Mandolina y guitarra”, realizado en 1924, que se alinea y convive con
obras surrealistas. En la exposición todavía podemos ver otros tres piccasos,
“Garrafa, jarra y frutero”, de 1909, “Botellas y vasos”, de 9011, y “Mujer con
guitarra”, de 1913, en los que el pintor malagueño deja de lado el color y
fragmenta las formas, abriendo paso al cubismo.
La muestra, que se compone de cincuenta obras procedentes de
la colección permanente del Guggenheim de Nueva York, permite ver la
comunicación entre artistas, hasta el punto de que, según explica Lauren
Hickon, es difícil separar o distinguir las primeras obras cubistas con las que
Pablo Piccaso y Georges Braque dan pie a una nueva forma de reflejar la
realidad, descomponiéndola en formas geométricas, en busca de su esencia
interior.
Si al principio de la exposición el protagonismo es de los
personajes, en la última parte descubrimos mil y un miradas sobre la ciudad de
París, algunas de las cuales necesitan interpretación para saber que un
conjunto casi neutro e incoloro de formas planas tiene algo que ver con el
lugar del que en aquellos años surgía todo. La muestra estará en la tercera
planta del Guggenheim de Bilbao durante seis meses, en virtud del acuerdo de
colaboración firmado en 2014 entre las pinacotecas vasca y norteamericana. Cada
dos años habrá en las salas clásicas del museo de Bilbao una exposición similar
con los fondos de la colección de Nueva York. Lauren Hickson señala que las
obras que pueden verse ahora en el Guggenheim de Bilbao “siguen hablando”, a
pesar de que algunas de ellas fueron creadas hace más de un siglo. “Son obras
de arte que no pueden agotarse”, dijo. La comisaria resaltó el momento en el
que fueron creadas porque entonces “la cultura occidental se reinventó”,
mientras París se iba transformando. Entre las piezas de Pablo Picasso, Georges
Braque, Marc Chagall, Robert Delaunay, Juan Gris, Vasily Kandinsky, Marcel Duchamp,
Albert Gleizes, Fernand Léger, Joan Miró, Amedeo Modigliani, Yves Tanguy y Piet
Mondrian se puede uno imaginar el ambiente creativo del París de la primera
mitad del siglo XX, antes de que la ocupación de Francia durante la Segunda
Guerra Mundial forzara la huida a Estados Unidos de los creadores que se habían
concentrado en París, trasladando a Nueva York el foco de atracción de las
vanguardias artísticas.
La comisaria de la muestra llama la atención sobre el hecho
de que la visión del arte europeo que permiten esas obras se produce a través
de una colección americana y contó como Solomon Robert Guggenheim compró muchas
de esas obras en los años treinta, en los propios estudios de los artistas, en
el momento en el que las estaban creando. Como anécdota, se refirió a la correspondencia
que Solomon Robert Guggenheim mantuvo con Marc Chagall, hasta que, años
después, consiguió que le vendiera “El violinista verde”, que puede verse en la
exposición. La muestra abarca hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y a
través de ella puede estudiarse el inicio de los movimientos más importantes
del arte moderno, desde el Cubismo al Orfismo y al Surrealismo. Lauren Hickson
destacó durante el recorrido por las tres salas las contradicciones de la
Escuela de París y el hecho de que entre estilos y enfoques distintos, los
artistas presentaran el impulso común de rechazar las estéticas conservadoras y
transformar la percepción de la vida cotidiana en la ciudad moderna.