miércoles, 29 de noviembre de 2017

Lutero y el arte protestante en el Thyssen



Un viaje pictórico por la espiritualidad de la Reforma en su 500 aniversario.

Se cumplen en 2017 los 500 años de la formulación por Martín Lutero en Wittenberg de las 95 tesis contra el negocio de las indulgencias y otras prácticas de la Iglesia católica, ocasión oportuna para analizar las relaciones entre arte y protestantismo.


YLucas Cranach el Viejo: 'Retrato del emperador Carlos V', 1533. Museo Thyssen-Bornemisza.


Lutero, presentado tantos años en España como un fraile iluminado, resentido y traidor, era en realidad un agustino sabio, doctor en Teología, Catedrático de Interpretación de la Biblia, traductor al alemán del Antiguo y del Nuevo Testamento y creador de las bases lingüistas del alemán moderno. Renegado de la Iglesia, fidelísimo cristiano a su modo, divulgador de la fe e irreductible como persona, Lutero falleció a los 62 años.
La Reforma finalmente aceptada por Carlos V en la Paz de Augsburgo (1555), se fue extendiendo en sus diversas ramas (luterana, anglicana, calvinista, bautista, metodista, evangélica, etc.) por los países anglosajones, los países nórdicos, gran parte de Alemania, crece con fuerza en Latinoamérica y en África hasta contar hoy con cientos de millones de fieles.

Un movimiento religioso de tal magnitud hubo de tener y tuvo gran repercusión en el arte y en la cultura. El Museo Thyssen-Bornemisza está dedicando un recorrido temático en torno al acontecimiento. Varios grandes maestros sobresalen en el entorno cultural del luteranismo primigenio: los Cranach y Alberto Durero, cuyos talleres fueron centros activos de difusión de la religión protestante. Del hijo, Hans Cranach, se exhibe Hércules en la corte de Onfalia. Del padre, Lucas Cranach el Viejo, un Retrato del emperador Carlos V, alejado del modelo idealizado de Tiziano, abre paso a la sencillez e individualidad que el artista quería imprimir en ese rostro tan singular sin excluir ninguno de sus defectos. La obra es de 1533, muy posterior a la Dieta de Worms (1521), de donde Lutero saldría condenado a muerte, que evitó gracias al apoyo de una parte de los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico.
Géneros rescatados

La reciente biografía de Lyndal Roper (2017) ilustra a la perfección la amistad entre Lutero y Cranach -que fijó la iconografía del reformador a través de numerosos retratos- y la admiración que por éste sintió Durero, que llegó a modular el estilo y la composición de sus obras postreras de acuerdo con la espiritualidad luterana. De Durero, el más conspicuo representante del renacimiento del norte, se expone el extraordinario Jesús entre los doctores. Con una iconografía innovadora, el pintor de Nuremberg presenta al joven Jesús como la nueva Iglesia que se enfrenta al acoso de los dogmas de la vieja, igual que hizo la Reforma en relación con Roma. De Durero atesora el Prado Adán y Eva y el magnífico Autorretrato de 1498.

La iconoclasia predicada por Calvino disoció para siempre la producción de las artes plásticas religiosa en los países no católicos pero, en cambio, fomentó la aparición y, sobre todo, la valoración de géneros considerados entonces menores como el paisaje, la pintura de hogar y las naturalezas muerta, así como los retratos grupales y el desarrollo de nuevos modelos de arquitectura eclesiástica.
Los bodegones secos de vajillas -cuencos, copas, cuchillos- desprovistos del significado teológico que supuestamente poseen algunos bodegones del Barroco español, fueron muy populares. Aquí se exhibe uno de Williem Kalf (1662). Hace unos meses el Museo del Prado dedicaba una excelsa muestra a la bodegonista flamenca Clara Peeters, que ya comentamos en estas páginas. La vida cotidiana, el hogar y los objetos que forman parte del mismo son lugares sagrados sin necesidad de retablos ni imágenes de santos para el culto doméstico. La luz tamizada de los vitrales holandeses emplomados es el filtro a través del cual la espiritualidad penetra y bendice los hogares sin necesidad de intermediarios. El gran representante del género fue, como es sabido, Johannes Vermeer, el pintor de Delf, calvinista casado con católica. Su obra, a la que el Louvre ha dedicado una gran muestra este año, respira por todas partes la atmósfera del protestantismo. Del género de pintura doméstica muestra el Thyssen un óleo de Nicolaes Maes. Por otro lado, si la doctrina del "solus Christus" desplazó la imagen de la Virgen, en la Alemania de Lutero se cultivó una devoción artística hacia su madre, Santa Ana, de la que el Thyssen muestra una valiosa tabla de autor anónimo alemán activo en Suabia.
La austeridad, la liturgia contenida, el pragmatismo ético y la espiritualidad callada del protestantismo llegarían a su cenit con Rembrandt. Resonarían después en Juan Sebastián Bach y llegarían al arte y a la filosofía del XIX y del XX. El paisajismo romántico alemán de Caspar David Friedrich refleja al espíritu pietista protestante. El danés Søren Kierkegaard no sólo sería el padre del existencialismo sino que su teoría sobre la duda y la subjetividad es fundamental para entender el arte contemporáneo. Max Weber, en La ética protestante y El espíritu del capitalismo (1905), considera que la ética protestante y sus ideas puritanas configuraron una actitud favorable al pragmatismo, la competencia y el desarrollo del capitalismo, tesis de gran éxito, necesaria para interpretar las transformaciones del mercado del arte y de los bienes culturales en el siglo XX