Un viaje pictórico por la espiritualidad de la Reforma en su
500 aniversario.
Se cumplen en 2017 los 500 años de la formulación por Martín
Lutero en Wittenberg de las 95 tesis contra el negocio de las indulgencias y
otras prácticas de la Iglesia católica, ocasión oportuna para analizar las
relaciones entre arte y protestantismo.
YLucas Cranach el Viejo: 'Retrato del emperador Carlos V',
1533. Museo Thyssen-Bornemisza.
Lutero, presentado tantos años en España como un fraile
iluminado, resentido y traidor, era en realidad un agustino sabio, doctor en
Teología, Catedrático de Interpretación de la Biblia, traductor al alemán del
Antiguo y del Nuevo Testamento y creador de las bases lingüistas del alemán
moderno. Renegado de la Iglesia, fidelísimo cristiano a su modo, divulgador de
la fe e irreductible como persona, Lutero falleció a los 62 años.
La Reforma finalmente aceptada por Carlos V en la Paz de
Augsburgo (1555), se fue extendiendo en sus diversas ramas (luterana,
anglicana, calvinista, bautista, metodista, evangélica, etc.) por los países
anglosajones, los países nórdicos, gran parte de Alemania, crece con fuerza en
Latinoamérica y en África hasta contar hoy con cientos de millones de fieles.
Un movimiento religioso de tal magnitud hubo de tener y tuvo
gran repercusión en el arte y en la cultura. El Museo Thyssen-Bornemisza está
dedicando un recorrido temático en torno al acontecimiento. Varios grandes
maestros sobresalen en el entorno cultural del luteranismo primigenio: los
Cranach y Alberto Durero, cuyos talleres fueron centros activos de difusión de
la religión protestante. Del hijo, Hans Cranach, se exhibe Hércules en la corte
de Onfalia. Del padre, Lucas Cranach el Viejo, un Retrato del emperador Carlos
V, alejado del modelo idealizado de Tiziano, abre paso a la sencillez e
individualidad que el artista quería imprimir en ese rostro tan singular sin
excluir ninguno de sus defectos. La obra es de 1533, muy posterior a la Dieta
de Worms (1521), de donde Lutero saldría condenado a muerte, que evitó gracias
al apoyo de una parte de los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico.
Géneros rescatados
La reciente biografía de Lyndal Roper (2017) ilustra a la
perfección la amistad entre Lutero y Cranach -que fijó la iconografía del
reformador a través de numerosos retratos- y la admiración que por éste sintió
Durero, que llegó a modular el estilo y la composición de sus obras postreras
de acuerdo con la espiritualidad luterana. De Durero, el más conspicuo
representante del renacimiento del norte, se expone el extraordinario Jesús
entre los doctores. Con una iconografía innovadora, el pintor de Nuremberg
presenta al joven Jesús como la nueva Iglesia que se enfrenta al acoso de los
dogmas de la vieja, igual que hizo la Reforma en relación con Roma. De Durero
atesora el Prado Adán y Eva y el magnífico Autorretrato de 1498.
La iconoclasia predicada por Calvino disoció para siempre la
producción de las artes plásticas religiosa en los países no católicos pero, en
cambio, fomentó la aparición y, sobre todo, la valoración de géneros
considerados entonces menores como el paisaje, la pintura de hogar y las
naturalezas muerta, así como los retratos grupales y el desarrollo de nuevos modelos
de arquitectura eclesiástica.
Los bodegones secos de vajillas -cuencos, copas, cuchillos-
desprovistos del significado teológico que supuestamente poseen algunos
bodegones del Barroco español, fueron muy populares. Aquí se exhibe uno de
Williem Kalf (1662). Hace unos meses el Museo del Prado dedicaba una excelsa
muestra a la bodegonista flamenca Clara Peeters, que ya comentamos en estas
páginas. La vida cotidiana, el hogar y los objetos que forman parte del mismo
son lugares sagrados sin necesidad de retablos ni imágenes de santos para el
culto doméstico. La luz tamizada de los vitrales holandeses emplomados es el
filtro a través del cual la espiritualidad penetra y bendice los hogares sin
necesidad de intermediarios. El gran representante del género fue, como es
sabido, Johannes Vermeer, el pintor de Delf, calvinista casado con católica. Su
obra, a la que el Louvre ha dedicado una gran muestra este año, respira por
todas partes la atmósfera del protestantismo. Del género de pintura doméstica
muestra el Thyssen un óleo de Nicolaes Maes. Por otro lado, si la doctrina del
"solus Christus" desplazó la imagen de la Virgen, en la Alemania de
Lutero se cultivó una devoción artística hacia su madre, Santa Ana, de la que
el Thyssen muestra una valiosa tabla de autor anónimo alemán activo en Suabia.
La austeridad, la liturgia contenida, el
pragmatismo ético y la espiritualidad callada del protestantismo llegarían a su
cenit con Rembrandt. Resonarían después en Juan Sebastián Bach y llegarían al
arte y a la filosofía del XIX y del XX. El paisajismo romántico alemán de
Caspar David Friedrich refleja al espíritu pietista protestante. El danés Søren
Kierkegaard no sólo sería el padre del existencialismo sino que su teoría sobre
la duda y la subjetividad es fundamental para entender el arte contemporáneo.
Max Weber, en La ética protestante y El espíritu del capitalismo (1905),
considera que la ética protestante y sus ideas puritanas configuraron una
actitud favorable al pragmatismo, la competencia y el desarrollo del capitalismo,
tesis de gran éxito, necesaria para interpretar las transformaciones del
mercado del arte y de los bienes culturales en el siglo XX