miércoles, 14 de febrero de 2018

El control del dinero y otros secretos de Picasso



Jaume Sabartés fue el guardián del pintor. Hoy se cumplen 50 años de su muerte
l 16 de febrero de 1968, Josep Selva i Vives, director del Museo de Arte Moderno de Barcelona, firmaba un documento en París por el que declaraba que acababa de recibir un paquete que contenía la extensa correspondencia que Jaume Sabartés había mantenido con Pablo Picasso, el amigo a quien mostró fidelidad y de quien fue su secretario. En el mismo papel, Selva se cuidaba de fijar por escrito la petición de Picasso de no abrir ese legado documental al público hasta que pasaran cincuenta años desde la muerte del fiel Sabartés.
Hoy es el día en el que se conmemora medio siglo desde la desaparición de Sabartés. Este diario ha podido consultar esos documentos inéditos, un conjunto formado por unas 700 cartas que nos aproximan a la intimidad de Picasso a través de las cartas, notas, postales y sobres que envió a quien fue su secretario. El Museu Picasso de Barcelona es el depositario de este fondo, un centro que nació gracias a la donación que Sabartés hizo de su colección de pintura picassiana a la capital catalana en 1963. Tras su fallecimiento, Pablo Picasso hizo puntuales donaciones de su obra en memoria del amigo desaparecido al museo barcelonés.


Sílvia Domènech, responsable del archivo del museo picassiano, nos abre algunas de las carpetas que forman parte del archivo de Sabartés. En las cartas vemos el funcionamiento de la vida cotidiana del pintor, un artista con bastante preocupación por el control del dinero que recibe por la venta de sus cuadros, así como por los derechos de autor que genera su trabajo. A Sabartés le envía talones con cantidades importantes –hablamos de miles de francos, incluso en algún caso de dos millones de francos– para que sean ingresados en la cuenta corriente del pintor en el BNCI (Banque Nationale pour le Commerce et l’Industrie). Un buen ejemplo lo tenemos en esta carta del 7 de mayo de 1964 cuando le dice a Sabartés que «enseguida te mando un cheque B.N.C.I. de 20.000 F. para gastos de casa» (imagen de la carta de arriba). Otro día, el 8 de enero de 1965, Picasso apunta: «Querido Jaumet: Aquí te mando dos cheques a poner en B.N.C.I. a mi cuenta. Hace un sol que si no pela da luz. Ya te escribiré más otro día pronto. Recuerdos de todos y otro abrazo apretado más de tu Picasso». El pintor añade una postdata: «También te mando un cheque de 20.000 francos nuevos para gastos de casa».
Las cartas ocupan una cronología que nos lleva desde 1927 a poco antes de la desaparición de Sabartés. El epistolario toma una especial fuerza a partir de 1945, cuando Picasso decide instalarse definitivamente en el sur de Francia, dejando su taller parisino. Sabartés se queda en la capital francesa y se convierte en el aliado que necesita el autor de «Las señoritas de Aviñón» o «Guernica». Y Picasso lo necesita, hasta el punto que hay días en los que le llega a enviar hasta tres cartas.

Es en París, donde están los materiales que Picasso necesita para poder pintar, dibujar o grabar. El 7 de enero de 1958 desde su residencia de La Californie, en Cannes, le pide lo siguiente a su secretario: «Querido Sabartés: Si quieres ves a comprarme unas cuantas cajitas de esos lápices para litografías y haciendo un paquetito mándamelo aquí esta tu casa y al seguro servidor que es tuyo, Picasso». Junto con este manuscrito, el genio malagueño le precisa el establecimiento al que debe acudir. H. Lorilleux & cie, en el número 16 de la Rue Suger. Igualmente le dice que debe comprar lápices Crayons nº 2, imprescindibles para sus dibujos.
Otro ejemplo de esta labor también surge en otra misiva, en esta ocasión del 5 de enero de 1959, con La Californie como punto de arranque de la nota. «Querido Sabartés: Tienes que ir a telefonear, escribir o lo que te parezca mejor a casa de Lefebvre-Foinet para encargarles que me manden a Vauvenargues unas cuantas telas (ya clavadas) de cadda una de las medidas siguientes: 120, 100, 80, 60, 50, 40, 30, 25, 20, 15, 12, 10, 8. Además si tienen cartones para poner dibujos grandes y otros más pequeños. También te mando con esta carta unos papeles para que se los enseñes a Palleques [amigo, banquero y coleccionista de Picasso] y una carta de una chica de Málaga para que la leas si te puede interesar y hagas lo que quieras. Paulo [el hijo mayor del artista] ya lo debes haber visto cuando recibas esta carta. Con recuerdos de todos. Un abrazo más de tu Picasso».
En la Barcelona bohemia

No hay en el archivo, al menos en los primeros documentos que han visto la luz de este legado, facturas o recibos procedentes de su labor con Picasso. Tampoco hay, por el momento, fotografías junto con su inseparable camarada, el mismo al que conoció en la Barcelona bohemia de 1899 cuando el pintor empezaba a demostrar su genio. Fue precisamente en ese año cuando el artista retrató por primera vez a Jaume Sabartés, «Jaumet» como dice en buena parte del epistolario que ahora ve la luz.

En el Museu Picasso de Barcelona se conservan la totalidad de los retratos que Picasso dedicó a Sabartés. Son prácticamente un recorrido por todas las etapas creativas del genio: desde los realizados al carbón con cierto aire modernista propio de Ramon Casas, pasando por la época azul hasta convertirlo en un personaje cervantino que disfraza con gorguera y sombrero. Igualmente lo rodea de hermosas «pin-ups» en una serie de dibujos hechos en ceras en los que Sabartés es casi una caricatura en manos de Pablo Picasso. El secretario lo guardará todo con envidiable cuidado para regalarlo finalmente a Barcelona, su ciudad natal y testimonio del nacimiento de su amistad con el pintor.
Picasso es en los años 50 y 60 el artista vivo más importante del siglo XX, un genio con una obra que se busca para enriquecer grandes colecciones públicas y privadas. Eso provoca que surjan numerosas falsificaciones y en las cartas hay constancia del empeño de Picasso y Sabartés por certificar todo aquello que ha salido de la mano del malagueño. Es lo que nos encontramos en una hoja redactada con rotulador verde el 9 de febrero de 1959: «Nunca he visto los dibujos que me dices de Nonell, Pompeyo [Gener, el barcelonés escritor bohemio que fue amigo de Picasso] y Pere Romeu [el propietario de la cervecería Els 4 Gats] y nunca los he firmado, ni visto el fulano, como tú dices». En la misma carta hay un cuestionario escrito a máquina por Sabartés con una serie de cuestiones que Picasso debe responder. Una de ellas dice «¿qué debo responder al que tiene aquel retrato de mujer que el poseedor se empeña que sea tuyo, que es un idiota o NO?» De puño y letra de Picasso podemos leer un contundente «que no es mío».

El tema de las falsificaciones reaparece unos días más tarde, cuando Picasso se hace eco de una supuesta obra suya de la que tiene noticia gracias a Vidal i Ventosa, uno de sus hombres de confianza en Barcelona. «Acabo de encontrar el original del cuadro del [que] te manda una foto Vidal. Es falso archifalso. Ya tienes aquí mi testimonio. OTRO abrazo de tu Picasso». Buena parte de este fondo protagonizará una exposición en el Museu Picasso de Barcelona que abrirá sus puertas el próximo 23 de noviembre.