Jaume Sabartés fue el guardián del pintor. Hoy se cumplen 50
años de su muerte
l 16 de febrero de 1968, Josep Selva i Vives, director del
Museo de Arte Moderno de Barcelona, firmaba un documento en París por el que
declaraba que acababa de recibir un paquete que contenía la extensa
correspondencia que Jaume Sabartés había mantenido con Pablo Picasso, el amigo
a quien mostró fidelidad y de quien fue su secretario. En el mismo papel, Selva
se cuidaba de fijar por escrito la petición de Picasso de no abrir ese legado
documental al público hasta que pasaran cincuenta años desde la muerte del fiel
Sabartés.
Hoy es el día en el que se conmemora medio siglo desde la
desaparición de Sabartés. Este diario ha podido consultar esos documentos
inéditos, un conjunto formado por unas 700 cartas que nos aproximan a la
intimidad de Picasso a través de las cartas, notas, postales y sobres que envió
a quien fue su secretario. El Museu Picasso de Barcelona es el depositario de
este fondo, un centro que nació gracias a la donación que Sabartés hizo de su
colección de pintura picassiana a la capital catalana en 1963. Tras su
fallecimiento, Pablo Picasso hizo puntuales donaciones de su obra en memoria
del amigo desaparecido al museo barcelonés.
Sílvia Domènech, responsable del archivo del museo
picassiano, nos abre algunas de las carpetas que forman parte del archivo de
Sabartés. En las cartas vemos el funcionamiento de la vida cotidiana del
pintor, un artista con bastante preocupación por el control del dinero que
recibe por la venta de sus cuadros, así como por los derechos de autor que
genera su trabajo. A Sabartés le envía talones con cantidades importantes
–hablamos de miles de francos, incluso en algún caso de dos millones de
francos– para que sean ingresados en la cuenta corriente del pintor en el BNCI
(Banque Nationale pour le Commerce et l’Industrie). Un buen ejemplo lo tenemos
en esta carta del 7 de mayo de 1964 cuando le dice a Sabartés que «enseguida te
mando un cheque B.N.C.I. de 20.000 F. para gastos de casa» (imagen de la carta
de arriba). Otro día, el 8 de enero de 1965, Picasso apunta: «Querido Jaumet:
Aquí te mando dos cheques a poner en B.N.C.I. a mi cuenta. Hace un sol que si
no pela da luz. Ya te escribiré más otro día pronto. Recuerdos de todos y otro
abrazo apretado más de tu Picasso». El pintor añade una postdata: «También te
mando un cheque de 20.000 francos nuevos para gastos de casa».
Las cartas ocupan una cronología que nos lleva desde 1927 a
poco antes de la desaparición de Sabartés. El epistolario toma una especial
fuerza a partir de 1945, cuando Picasso decide instalarse definitivamente en el
sur de Francia, dejando su taller parisino. Sabartés se queda en la capital
francesa y se convierte en el aliado que necesita el autor de «Las señoritas de
Aviñón» o «Guernica». Y Picasso lo necesita, hasta el punto que hay días en los
que le llega a enviar hasta tres cartas.
Es en París, donde están los materiales que Picasso necesita
para poder pintar, dibujar o grabar. El 7 de enero de 1958 desde su residencia
de La Californie, en Cannes, le pide lo siguiente a su secretario: «Querido
Sabartés: Si quieres ves a comprarme unas cuantas cajitas de esos lápices para
litografías y haciendo un paquetito mándamelo aquí esta tu casa y al seguro
servidor que es tuyo, Picasso». Junto con este manuscrito, el genio malagueño
le precisa el establecimiento al que debe acudir. H. Lorilleux & cie, en el
número 16 de la Rue Suger. Igualmente le dice que debe comprar lápices Crayons
nº 2, imprescindibles para sus dibujos.
Otro ejemplo de esta labor también surge en otra misiva, en
esta ocasión del 5 de enero de 1959, con La Californie como punto de arranque
de la nota. «Querido Sabartés: Tienes que ir a telefonear, escribir o lo que te
parezca mejor a casa de Lefebvre-Foinet para encargarles que me manden a
Vauvenargues unas cuantas telas (ya clavadas) de cadda una de las medidas
siguientes: 120, 100, 80, 60, 50, 40, 30, 25, 20, 15, 12, 10, 8. Además si
tienen cartones para poner dibujos grandes y otros más pequeños. También te
mando con esta carta unos papeles para que se los enseñes a Palleques [amigo,
banquero y coleccionista de Picasso] y una carta de una chica de Málaga para
que la leas si te puede interesar y hagas lo que quieras. Paulo [el hijo mayor
del artista] ya lo debes haber visto cuando recibas esta carta. Con recuerdos
de todos. Un abrazo más de tu Picasso».
En la Barcelona bohemia
No hay en el archivo, al menos en los primeros documentos
que han visto la luz de este legado, facturas o recibos procedentes de su labor
con Picasso. Tampoco hay, por el momento, fotografías junto con su inseparable
camarada, el mismo al que conoció en la Barcelona bohemia de 1899 cuando el
pintor empezaba a demostrar su genio. Fue precisamente en ese año cuando el
artista retrató por primera vez a Jaume Sabartés, «Jaumet» como dice en buena
parte del epistolario que ahora ve la luz.
En el Museu Picasso de Barcelona se conservan la totalidad
de los retratos que Picasso dedicó a Sabartés. Son prácticamente un recorrido
por todas las etapas creativas del genio: desde los realizados al carbón con
cierto aire modernista propio de Ramon Casas, pasando por la época azul hasta
convertirlo en un personaje cervantino que disfraza con gorguera y sombrero.
Igualmente lo rodea de hermosas «pin-ups» en una serie de dibujos hechos en
ceras en los que Sabartés es casi una caricatura en manos de Pablo Picasso. El
secretario lo guardará todo con envidiable cuidado para regalarlo finalmente a
Barcelona, su ciudad natal y testimonio del nacimiento de su amistad con el
pintor.
Picasso es en los años 50 y 60 el artista vivo más
importante del siglo XX, un genio con una obra que se busca para enriquecer
grandes colecciones públicas y privadas. Eso provoca que surjan numerosas
falsificaciones y en las cartas hay constancia del empeño de Picasso y Sabartés
por certificar todo aquello que ha salido de la mano del malagueño. Es lo que
nos encontramos en una hoja redactada con rotulador verde el 9 de febrero de
1959: «Nunca he visto los dibujos que me dices de Nonell, Pompeyo [Gener, el
barcelonés escritor bohemio que fue amigo de Picasso] y Pere Romeu [el
propietario de la cervecería Els 4 Gats] y nunca los he firmado, ni visto el
fulano, como tú dices». En la misma carta hay un cuestionario escrito a máquina
por Sabartés con una serie de cuestiones que Picasso debe responder. Una de
ellas dice «¿qué debo responder al que tiene aquel retrato de mujer que el
poseedor se empeña que sea tuyo, que es un idiota o NO?» De puño y letra de
Picasso podemos leer un contundente «que no es mío».
El tema de las falsificaciones reaparece unos días más
tarde, cuando Picasso se hace eco de una supuesta obra suya de la que tiene
noticia gracias a Vidal i Ventosa, uno de sus hombres de confianza en
Barcelona. «Acabo de encontrar el original del cuadro del [que] te manda una
foto Vidal. Es falso archifalso. Ya tienes aquí mi testimonio. OTRO abrazo de
tu Picasso». Buena parte de este fondo protagonizará una exposición en el Museu
Picasso de Barcelona que abrirá sus puertas el próximo 23 de noviembre.