lunes, 10 de julio de 2017

SAN FERMIN, en PAMPLONA. Algo inolvidable






El 600 cumple 60



El aniversario del lanzamiento del modelo que puso sobre ruedas a la clase media española invita a la nostalgia, pero permite constatar cuánto han progresado los automóviles y la sociedad a la que van destinados
EL 27 de junio de 1957 abandonaba la cadena de producción el primer ejemplar del Seat 600. Nadie imaginaba entonces que aquella reinterpretación hispana del Fiat homónimo se iba a convertir en uno de los iconos del siglo XX. El estreno del pequeño utilitario coincidió con los albores del desarrollo económico de un país que amagaba salir de la autarquía franquista. El 600 puso ruedas a la incipiente clase media de la época, cuyos supervivientes lo recuerdan hoy con la nostalgia propia de quien evoca un fragmento de su juventud.
A veces, esa tendencia a añorar los buenos tiempos pasados lleva a incurrir en el error de pensar que antes todo era mejor. Y en el caso de los coches, al menos, no es así. Porque hay que reconocer que, comparado con cualquiera de sus homólogos contemporáneos, aquel 600 que hizo felices a tantas personas es una entrañable castaña.
Lo primero que sorprende al volver a ponerse al volante de este coche es el abismo tecnológico que lo separa del más modesto de sus sucesores actuales. El segundo pensamiento que pasa por la mente está dedicado a las generaciones de progenitores que hacían tétrix para estibar la familia a bordo antes de echarse a la carretera. Conducir hoy un 600 lleva, además, a otra desconcertante reflexión sobre seguridad: los límites de velocidad son los mismos de antaño.
¿POR QUÉ 600? El modelo que motorizó a una parte de la sociedad española era la adaptación que Seat realizó del Fiat 600, presentado en 1955. La marca italiana había encomendado el diseño de este vehículo compacto, ligero y asequible al ingeniero Dante Giacosa. El proyecto recibió su denominación comercial definitiva de 600 porque este guarismo describía bastante bien dos de sus características esenciales: el peso total (590 kilogramos) y la cilindrada de su motor (633 centímetros cúbicos).


La primera generación del escueto modelo (3,28 metros de longitud) echó a andar en verano de 1957. Iba animada por un sencillo bloque trasero de gasolina, de cuatro cilindros, que transmitía 19 caballos a las ruedas posteriores; esa potencia fue aumentando paulatinamente hasta llegar a 32,5 caballos en el tramo final de su carrera. El comedido rendimiento inicial permitía alcanzar 95 kilómetros por hora de punta. A cambio reclamaba un promedio ideal de 7,2 litros cada cien kilómetros.

El 600 alcanzó el éxito de forma casi inmediata, generando una demanda que desbordó la capacidad de producción de Seat y provocó listas de espera de hasta dos años. Y eso que no era un producto especialmente barato, como no lo era ningún coche de la época en general. En su estreno costaba 65.000 pesetas, precio que subió a 70.000 en 1958 y se mantuvo invariable hasta el 62. El salario mínimo interprofesional, implantado en 1963, ascendía a 25.204 pesetas al año.

Los responsables de Seat decidieron el cese de la fabricación del 600 en 1973, para dejar paso al flamante 127. En esos dieciséis años en activo se vendieron casi 800.000 unidades del mítico modelo en sus distintas variantes.