lunes, 11 de septiembre de 2023

Berlín recupera el galerismo de los 90


 

La exposición Am Seegarten se instala en una antigua fábrica de pólvora

 La antigua fábrica de pólvora de Kirchmöser an der Havel recupera la Berlín de los 90

La ciudad entera, en su fantasmal despoblación, como precaria galería de todo lo exponible y por exponer: esa era la Berlín de los 90, la que atrajo a artistas de todo el mundo a una nueva bohemia postmoderna que rezumaba creatividad por cada uno de sus poros. Los ingentes edificios levantados por sucesivos sistemas autoritarios, y abandonados masivamente tras la caída del Muro de Berlín, devenían en destartalados templos del arte y la libertad. Ese Berlín ya no existe y los berlineses se dividen entre los que se marcharon, impotentes ante la pérdida, y los que superaron el trauma de la evolución hacia una gran capital europea pero siguen lamentándose. Los nostálgicos de aquella Berlín libérrima, de la república de los artistas, pueden recuperar este verano aquellas sensaciones en Kirchmöser an der Havel.

 Una fábrica de pólvora compuesta por 400 edificios de ladrillo, levantada a toda prisa durante la Primera Guerra Mundial, sirve para que diez de las más importantes galerías de Berlín expongan a sus artistas en un ambiente ajeno al circuito habitual y que obliga al visitante a un viaje, también interno, hacia la escena actual del arte en la capital alemana.

Este complejo en la península al borde de Brandenburg an der Havel, en el que un día pronunciaron discursos tanto Hitler como Honecker, ofrece ahora una estética de zona cero que sirve de marco a presentaciones individuales como las esculturas mínimas recicladas de Dan Peterman, los cadáveres de cerámica de Heike Kabisch o las fotografías de los anónimos Cambridge Climbers. Otra vez vuelve a suceder: el visitante no es capaz de discernir si las tuberías rotas o las grietas en las paredes forman parte de las obras de arte o si sólo la acompañan. Es la exposición 'Am Seegarten'. Y si el experimento tiene suficiente éxito puede dar lugar a una secuela permanente.

 A la aventura se han apuntado galeristas como Chert Lüdde, Alexander Levy, Meyer Riegger y Sprüth Magers. Han ofrecido a los artistas un espacio inexplorado y han apoyado sus creaciones. Jan St. Werner y Michael Akstaller, por ejemplo, se han apoderado de lo que en su día fue una sala de teatro para su instalación de sonido electrónico minimalista. En el hospital de al lado, los maniquíes de John Miller surgen dela nada y componen una inquietante presencia flotante. La clave está en que estas manifestaciones artísticas no son posibles en los espacios que acogen a las galerías de Berlín y contribuyen a un nuevo arte.

 Poblado de las artes

A hora y media en coche desde casa o a 50 minutos en tren desde la estación Zoologischer Garten, quedan todavía más de 50 edificios vacíos que los organizadores esperan poblar también en el futuro con esta mezcla de estudio-taller-almacén-exposición. Jörg Heitmann, el fundador y director general de Silent Green, sueña con crear en este oscuro punto de la Alemania vacía un permanente poblado de las artes, una nueva Bauhaus. El tiempo dirá si el proyecto cuaja, pero de momento la iniciativa anima sobremanera el verano cultural berlinés y recupera un espíritu perdido con el que Berlín se sigue identificando.