Amigos y enemigos de la Gestapo
Un nuevo libro investiga el papel de la colaboración y la
resistencia en la policía secreta nazi
Himmler con Goering, el segundo por la derecha, y sus
colaboradores más cercanos, entre ellos el jefe de la Gestapo, Reinhard
Heydrich
“No sé si sabías que Hugo Boss diseñaba los uniformes de las
SS”, dijo el historiador del Tercer Reich, Frank McDonough, mientras comía un plato
de patatas fritas y salchichas en el Penny Lane Pub, en la famosa calle a las
afueras de Liverpool. Fue la primera de una serie de pequeñas bombas de
información sobre el régimen nazi y sus relaciones con las grandes marcas
multinacionales que McDonough, historiador de la Universidad de Liverpool,
soltó al inicio de una entrevista sobre su nuevo libro, el éxito de ventas La
Gestapo: Mito y realidad de la policía secreta de Hitler.
“La Gestapo usaba un sistema de informática elemental basada
en tarjetas perforadas para archivar los casos de los individuos que
perseguían; fue diseñado a medida por IBM”. Volkswagen y Mercedes fabricaban
los vehículos y motores. Siemens era un beneficiario de la expansión del gasto
público nazi. “Ten en cuenta que el estado nazi consistía en tres elementos: el
partido, el estado y el gran negocio; el capital de monopolio era el socio del
crimen nazi”, explica.
“En la Alemania nazi, donde veías un campo de concentración
había alguna gran empresa detrás; la empresa química IG Farben nazificaba a sus
propios directores y ganaba mucho dinero en la operación de Auschwitz; con el
pretexto de la pureza de la raza y la conquista de Lebensraum justificaba la
utilización de mano de obra esclava en los países invadidos”. “La empresa fue
desmenuzada después de la guerra; ahora son varias empresas”. ¿Sus nombres?
McDonough no quiso decirlo por temor a acciones legales. Pero ya se sabe
quienes son: Bayer, Agfa, BASF y Sanofi.
Soldados nazis derrotados pasan por delante de un edificio
donde cuelga la bandera de la ONU en Veaugency
IBM no era la única de las grandes marcas estadounidenses
que habían fidelizado al cliente nazi. “La Coca-Cola fabricaba en Alemania
durante el periodo nazi y cuando estalló la guerra hubo un desabastecimiento
del jarabe que necesitaba para fabricarlo, así que creó una nueva bebida:
Fanta”. Quizás por eso EE.UU. resultó tan generoso en la posguerra. Condonó la
deuda alemana y financió un plan de reconstrucción sin hacer demasiadas
preguntas. “Los estadounidenses querían que la economía alemana recuperase
rápido para que luciera en comparación con el comunismo de la ex RDA”, dice
McDonough.
Se optó por condonar también a muchos de los agentes de la
Gestapo. “Después de la Guerra, hubo una política de desnazificación; pero para
desnazificarse, sólo hacía falta rellenar un impreso y tener dos avalistas. La
mayoría de los altos cargos de la Gestapo fueron desnazificados y reubicados
en la administración pública o en el sistema jurídico. El 60 por ciento de
ellos pasaron a ser jueces en Alemania occidental”, dice. “Hay lecciones en el
libro; una es que pasamos página con demasiada rapidez en la historia; otra es
que las cosas se repiten aunque los enemigos sean
diferentes”.
Nacido en una familia obrera de Liverpool, McDonough dice
que es “una especie en vías de extinción”, doctorado por Balliol College Oxford
gracias a un sistema de enseñanza pública excelente y gratuito. Se especializó
en la historia del nazismo y consiguió la cátedra en la Universidad John
Moore’s de Liverpool. Ha publicado una serie de libros sobre los orígenes del
nazismo, la resistencia de miles de alemanes, desde comunistas a judíos hasta
testigos de jehová, y la colaboración de otros miles o millones. Tras el éxito
de su primer libro sobre la luchadora antinazi Sophie Scholl, McDonough indagó
en los 73.000 archivos que aún quedan sobre la policía secreta nazi en
Düsseldorf para contar las historias de otras víctimas y luchadores (los
archivos en Berlín fueron destruidos en la guerra, así que los de Düsseldorf
tienen un valor especial). El libro cuenta la historia de decenas de alemanes
que lucharon contra los nazis y víctimas del terror de la Gestapo. Y a la vez,
“pone patas arriba la idea de que la Gestapo era una organización muy grande
que sometió al pueblo alemán; en realidad sólo tenía 1.500 agentes en un país
de 66 millones; la clave de la Gestapo era la colaboración”, sentencia.
El sistema funcionaba de la siguiente manera. Los nazis
clasificaron a la gran mayoría de la población como “compañeros nacionales”. El
retrato robot del compañero nacional era: miembro de una familia tradicional,
con muchos niños, racialmente “puros”, heterosexual, y con un buen puesto de
trabajo. “A estos los dejaban en paz y contaban con ellos para denunciar a la
minoría que los nazis querían perseguir”. Estos “eran los antisociables: los
parados de larga duración, los alcohólicos, los presos y expresos; los gitanos,
los homosexuales. A esos se sumaron los subversivos, desde los 8 millones de
comunistas en Alemania a grupos religiosos minoritarios como los testigos de
Jehová que fueron violentamente reprimidos. Sin, por supuesto, olvidar a los
judíos. “Los judíos, al inicio, no eran la prioridad; la prioridad era
aniquilar a los comunistas; la Gestapo sólo detuvo a 8 judíos en 1933 y 1934, y
la mayoría eran comunistas”. Todo el sistema estaba basado en chivatazos. “El
vecino era la policía”,