El 10 de junio de 1975 abrió sus puertas la Fundació Miró de
Barcelona, el centro de arte que Sert y Miró regalaron a la ciudad. No hubo
entonces presidencias, ni discursos. Los dos amigos abandonaron el edificio
discretamente antes de que entrara el público. Tras un año de rodaje, ya sin
Franco, la fundación se inauguró oficialmente con una fiesta popular y un Miró
divertido y sonriente. Antoni Tàpies auguraba en La Vanguardia que “no habrá
allí dogmas, no caben apriorismos, ningún lema celestial escrito sobre el
dintel de la entrada, ninguna barrera que coaccione, nada de mafias moviendo
ocultos los hilos”. Cuarenta años después, la fundación remodela su colección
permanente retornando a sus orígenes, la complicidad con la que Miró y Sert
construyeron juntos el espacio.
El centro remodela su colección para devolver protagonismo a
la obra del artista
La exposición incluye 150 obras dividida en ocho espacios,
cuya temática da un perfil individual, propio, a las obras, libres de los
corsés de una cronología académica o de ser meras ilustraciones de su relación
con los movimientos estéticos de cada momento. El visitante primero puede
disfrutar de la obra y después hacer las lecturas cronológicas o estéticas que
desee. También aquí coincide con Sert, que decía “mi arquitectura no entiende
de estéticas, yo sólo dibujo”.