lunes, 11 de diciembre de 2023

DRAGONES, ESFINGES, GRIFOS... EL LOUVRE SACA A LA LUZ LOS SECRETOS DE LOS ANIMALES FANTÁSTICOS

 

El museo parisino dedica una exposición a esas criaturas imaginarias que nos acompañan desde siempre, y de las que ya hay representaciones en pinturas rupestres del Paleolítico.

Dragones, grifos, esfinges, unicornios, aves fénix, minotauros… Los animales fantásticos son seres que nos generan tanto terror como admiración y que nos acompañan desde siempre. La prueba es que, en algunas pinturas rupestres realizadas en el Paleolítico superior, entre 35.000 y 10.000 años a. C., ya hay representados animales imaginarios, seres que son el resultado del cruce imposible de varias especies.

A finales del Neolítico -entre 8.000 y 4.000 años a. C.- surgieron los dragones y los grifos, estos últimos, animales fantásticos cuya parte superior es un águila gigante y la inferior, un león. Esas criaturas híbridas, desproporcionadas o deformes, que a veces poseen rasgos humanos y que habitan en nuestro inconsciente, tienen poderes sobrenaturales. Encarnan la potencia de la naturaleza, su violencia, su inmensidad, su belleza y todos sus excesos: desde la fuerza de las aguas tormentosas o la cólera de las ráfagas de viento hasta la calma de los arroyos tranquilos o la capacidad nutritiva de la tierra. El museo del Louvre dedica ahora, y hasta el 15 de enero, una magnífica exposición a esas criaturas mágicas.


 
Se titula Animales fantásticos y a través de más de 250 piezas como pinturas, esculturas, películas y objetos de arte desde la prehistoria hasta la actualidad ofrece un viaje fascinante a través del tiempo y del espacio en busca de los animales fantásticos más famosos, sus leyendas, sus poderes y sus hábitats. Y, por supuesto, su relación con los seres humanos.

Fue en el IV milenio a.C, hace unos 6.000 años, cuando nacieron los primeros dragones, grifos y esfinges de la historia. Vieron la luz coincidiendo con la creación de las primeras ciudades-estado en Mesopotamia y Egipto. Esas criaturas mágicas comienzan a aparecer en objetos prestigiosos como sellos cilíndricos, unos cilindros grabados con motivos que representaban a los dioses y los símbolos del poder. Algunos de esos sellos cilíndricos se exponen ahora en el Louvre y muestran la importancia que en Mesopotamia tuvieron los osos combinados con otros animales -como serpientes o águilas-, seres híbridos tan amenazantes como protectores.

Es difícil saber lo que representaban esos primeros animales fantásticos, pues no nos han llegado textos sobre ellos. Pero sí sabemos que, a partir del III milenio a.C., se empezó a relacionar a esas criaturas con grandes cataclismos tales como terremotos, fuertes tormentas o inundaciones. Posteriormente, empezaron también a surgir leyendas y relatos populares que explicaban la organización del mundo a través de narraciones sobre los combates entre dioses o jóvenes héroes y animales fantásticos, unos relatos que ilustraban la lucha entre seres humanos y las fuerzas del cosmos. Los primeros textos sobre animales fantásticos vieron la luz en Mesopotamia (Irak en la actualidad) en el III milenio a.C, y a su vez fueron recogidos por los habitantes de las regiones vecinas.

Los cananeos, que vivían en la zona que hoy ocupan Siria, Líbano, Israel y Palestina, adoptaron por ejemplo algunos de esos monstruos. Esas primeras narraciones surgidas en Oriente Próximo se escribían en tablillas de arcilla y contaban mitos como la batalla entre héroes divinos como Ninurta, Ningirsu y después Marduk con criaturas como Asag, un demonio que copulaba con las montañas y que tuvo con ellas varios hijos; o con Tiamat, diosa del mar salado y quien dio a luz serpientes monstruosas e híbridos de ser humano y animal. O la historia del duelo entre Baal, dios de la tormenta, y Tecsup, dios del cielo y la montaña, y las serpientes marinas, a la que hace alusión la decoración del pórtico monumental del palacio de Arslantepe en Turquía, en el siglo VIII a.C., cuyo molde se muestra en la exposición.

Los griegos, por su parte, también incorporaron a su mitología algunas narraciones de Mesopotamia y Anatolia sobre animales fantásticos. El poeta griego Hesíodo ya escribió alrededor del siglo VIII a.C en su Teogonía la batalla entre Zeus y Tifón, un gigantesco monstruo alado que en lugar de dedos tenía cabezas de dragón y numerosas serpientes enroscadas en sus muslos. Y otros héroes griegos como Heracles (Hércules para los romanos) o Jason también tuvieron que enfrentarse a dragones. Por no hablar de la Hidra de Lerna, un despiadado monstruo acuático con forma de serpiente policéfala, que no deja de ser una reminiscencia de un animal fantástico mesopotámico llamado Mus-sag-imin, una serpiente con siete cabezas. Y lo mismo pasa con la Quimera griega, un monstruo que según algunas descripciones tenía cuerpo de cabra y cola de una serpiente y, según otras, tronco de dragón y cabeza de león, y que no hay duda de que se inspira en la Esfinge egipcia, un león con cabeza de hombre.

 LAS CRIATURAS FANTÁSTICAS EN LA BIBLIA

Esos relatos sobre criaturas fantásticas también dieron el salto a autores latinos y a la Biblia, donde se relata por ejemplo el combate entre Dios y Leviatán, un monstruo marino inhumano y destructor. Varias narraciones cristianas de hecho convirtieron a santos en cazadores de dragones. Es el caso de San Jorge, un caballero que según la leyenda abatió a un dragón y liberó de su yugo a la ciudad o a todo el reino que vivían atemorizados por esa bestia.

 Pero los animales fantásticos no solo eran criaturas monstruosas que despertaban terror por su poder de destrucción. Algunos eran seres mágicos con propiedades curativas, con la capacidad de adivinación y otros poderes sagrados que los relacionaban con el ocultismo. Por eso, había rituales y prácticas para solicitar la protección de esas criaturas frente a enfermedades y la muerte. Así, surgieron amuletos con representaciones de animales mágicos, estatuillas, figuras en piedra y en marfil…

Esos talismanes servían tanto para evitar determinadas enfermedades como para asegurar un buen parto o una cosecha exitosa. Algunos animales fantásticos estaban especializados en proteger a gobernantes. Es el caso de las esfinges y los grifos, o de los dragones y aves fénix que en Oriente protegían a emperadores y emperatrices. Usar ropa, joyas y objetos cotidianos adornados con estas criaturas protegía a los líderes y, por tanto, a toda la comunidad.

En la exposición de la pinacoteca francesa se puede contemplar, por ejemplo, un broche de la dinastía Han (206 a. C. hasta el 220 d. C) que tenía esa función. El broche -una combinación de feng (pájaro macho) y de huang (pájaro hembra)- simboliza la armonía entre Yin y Yang y concede orden y paz.

 


Los animales fantásticos también eran guardianes del universo. Además de proteger a gobernantes, custodiaban templos y, por extensión, toda la creación y el orden cósmico. Colocados a la entrada de los lugares sagrados, mantenían alejadas las fuerzas del caos. En necrópolis y tumbas vigilaban la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos. La llegada de la modernidad, de los grandes viajes de exploración y de la globalización del conocimiento llevó a la desaparición de unicornios, dragones y grifos. Sin embargo, estos animales continúan poblando nuestros sueños, encarnando nuestros miedos y deseos. Y ahí siguen, acurrucados en los rincones de nuestro subconsciente y viviendo en películas, series de televisión, cómics, dibujos y demás manifestaciones artísticas.