El Museo Altemps exhibe dos fragmentos de mármol de Carrara
que una vez estuvieron juntos: el busto con una cara añadida después de la
fractura de la pieza y la cara original
Murió en el Nilo y fue amante de un emperador, se le adoró
como un dios, su fama perduró, su figura fue un canon de belleza y ahora Roma
recupera su rostro con la recomposición de un busto, el de Antinoo, que estaba
partido en dos.
Como en las buenas historias de misterios arqueológicos, en
la que ahora se cuenta en la capital italiana hay un egiptólogo, un anticuario,
un par de museos, algunos documentos y la aportación decisiva de la tecnología
moderna.
El Museo Altemps de Roma exhibe próximos el uno al otro dos
fragmentos de mármol de Carrara que una vez estuvieron juntos: el busto de un
joven con una cara añadida después de la fractura de la pieza y el rostro
original, la cara de Antinoo.
¿Cómo empezó todo?
Aunque este es en realidad el final de una historia que comenzó
en 2005, cuando el egiptólogo William Raymond Johnson, de la Universidad de
Chicago y con una larga carrera arqueológica en Luxor, visitaba el museo romano
y analizaba un busto que le dio que pensar.
Algo había en ese rostro del joven esclavo (nacido
aproximadamente en el 110 en Bitinia, actual Turquía) incorporado al busto que
no le encajaba a Johnson, que sabía también del mármol conservado desde 1922 en
el Art Institute de Chicago.
Él sabía que estaba aquí, había venido a ver el Antinoo y
cuando se encuentra delante de nuestro busto (...) percibe una posible
correspondencia de la cabeza-retrato que está en Chicago con nuestro busto que
presenta un rostro restaurado», explica Alessandra Capodiferro, directora del
Altemps.
«El caso es que llama a sus colegas de Chicago y dice:
pienso que existe una posibilidad de que el rostro expuesto en Chicago
pertenezca al busto expuesto en el Altemps», recuerda Capodiferro.
«La responsable del departamento de antigüedades y arte
bizantino del Art Institute de Chicago pide intervenir inmediatamente y viene
de visita al museo con una reproducción en resina de la pieza de Chicago y aquí
comenzamos a acercarla al busto», continúa la también comisaria de la
exposición romana.
El elemento distintivo
«De pronto nos entusiasmamos», cuenta Capodiferro al
recordar cómo comprobaron que los rizos del cabello del busto de Antinoo
correspondían con los del fragmento conservado en la ciudad estadounidense.
Esos cabellos rizados -un elemento distintivo en la
iconografía de Antinoo- sirvieron de punto de partida para elaborar un modelo
en 3D que permitió «unir» en una reproducción las dos piezas que, por fin
aunque no en el mármol original, pudieron recomponerse.
«Los rasgos respecto al canon de la representación de
Antinoo son reconocibles, es decir, el peinado, pero también los labios, los
ojos, ese rostro un poco con esa expresión turbada», afirma Capodiferro.
Que la cara de Antinoo acabara en un museo de Chicago es el
resultado de la venta, perfectamente legal, de la pieza a Charles Lawrence
Hutchinson, primer presidente del Art Institute de esa ciudad, que en Roma lo
adquiere en 1898 al anticuario Attilio Simonetti.
Investigación arqueológica
«Desde un punto de vista de la investigación arqueológica
este caso ilustra un aspecto de la historia del coleccionismo porque esta pieza
al final del siglo XIX estaba disponible para la venta en el mercado
anticuario», destaca la directora del Museo Altemps.
Ya en 1756 se tiene constancia de la existencia del busto
con una cara restaurada porque el arqueólogo e historiador alemán Johann
Joachim Winckelmann lo incluye en la relación de obras que encuentra en la
romana Villa Ludovisi.
Las obras de la colección Boncompagni Ludovisi -incluido ese
busto- pasan a formar parte del Estado italiano en 1901 (y desde 1997 se
exponen en el Altemps), pero la cara de Antinoo viaja al otro lado del
Atlántico y desde 1922 está en la colección del Art Institute de Chicago.