David Bestué inaugura en el Reina Sofía «Rosi amor», un
proyecto escultórico que ocupa varios espacios del museo.
David Bestué trabaja las tres dimensiones. En su obra, dice,
prima lo escultórico, lo material, lo formal. Frente a un mundo literalmente
tomado por lo virtual, «observo que hay un regreso a lo físico, al peso, a
poder tocar, que se contrapone con la frialdad de internet», señala. Nació en
1980 en Barcelona y pertenece a una generación que se ha criado en un contexto
difícil con menos posibilidades que la inmediatamente precedente y escasas
ayudas, «pero hemos conseguido salir. Hay muy buenos artistas», explica.
No es un recién llegado al mundo del arte, de ahí que el
Museo Reina Sofía haya decidido inaugurar temporada con su obra dentro del
proyecto Fisuras. «Ha significado un orgullo y un placer para mí. Hemos estado
trabajando durante un año, desde noviembre de 2016, en este proyecto y el 99
por ciento del mismo está concebido para este sitio concreto», comenta. Y eso
antes de saber que se trasladaría a vivir a Madrid, la ciudad que da forma a su
proyecto. La metrópoli vista desde ángulos diametralmente opuestos pero que
están relacionados entre sí: «Hay un interés porque quede patente la
confrontación y la tensión entre la zona norte y la sur. Por un lado, asistimos
a los formalización del poder, que está simbolizado en el eje Las
Tablas-Sanchinarro con las cuatro torres que se levantan, así prima la forma;
en el sur me he centrado en Vallecas-Valdemingómez: ahí reside lo popular,
aunque podía haber sido Tetuán, por ejemplo. El tercer eje es El Escorial, que
ejemplifica el pasado, la historia de nuestro país. Es un cerrojo», explica el
artista.
Ceniza y polvo
Las obras se distribuyen por el Espacio 1 y la sala de
Bóvedas, en el sótano, que rara vez se abre para exposiciones y que merece por
sí misma una visita. La investigación del artista parte de tres técnicas
escultóricas: el corte láser, el molde y la reutilización de elementos de
diferentes épocas que asocia a las ideas estéticas que plasma en este proyecto
concreto en tres áreas de Madrid. En algunas de las piezas Bestué ha utilizado
materiales de lugares específicos, como es el caso de la pieza titulada
«Manzana de ceniza del 11-S sobre un taburete con partículas del Muro de
Berlín», que atraen al presente acontecimientos que sucedieron tiempo atrás. El
barro, el trigo y el yeso evocan lo popular, la memoria del pueblo, el barrio
vallecano. Y como no hay presente sin pasado ni hoy sin ayer el transcurso del
tiempo está encapsulado en un reloj de la colección del Palacio Real, «El
tiempo nuevo transporta al viejo», que sirve de unión con la siguiente sala de
la muestra, un descenso a la cripta del Reina Sofía y al Panteón de Reyes de El
Escorial en una suerte de memoria desorganizada que trae al presente objetos de
diferentes épocas.
David Bestué no se planteaba que un día le llegaría la hora
de exponer en el Reina Sofía, aunque el museo ya se había fijado en él con la
compra de alguna pieza: «Sería hace unos siete años, pero que me eligieran ha
supuesto una auténtica sorpresa porque no me lo esperaba», comenta. No dejen de
fijarse en la pieza que se levanta en el exterior del museo que de día pasa
desapercibida. Lo efímero forma parte importante de este mundo y aquí lo
representa con «00:00», una escultura que se activa durante un corto espacio de
tiempo en el momento del cambio de día.