La crisis sanitaria transformará la vida de las
instituciones de arte, que tendrán que aprender a vivir con una drástica caída
de ingresos por la venta de entradas
Decenas de visitantes se apiñan para observar la 'Gioconda'
en el Louvre en 2015.
Nadie sabe cómo será la reapertura de los museos cuando pase
la crisis sanitaria de la Covid-19, pero todos coinciden en que nada será como
antes. En el futuro vaticinado por los responsables de estas instituciones no
hay “taquillazos”. No habrá lugar para salas abarrotadas como la de El Bosco,
en el Prado, Dalí, en el Reina Sofía, o Leonardo, en el Louvre. “En el mundo
post-Covid los museos dejarán de ser objetivo del turismo masivo y los
indicadores de éxito serán menos cuantitativos y más cualitativos”, apunta Ana
Botella, dedicada a la investigación sanitaria en la Wellcome Trust del Reino
Unido, que propone cerrar los museos al menos tres meses y reactivar de manera
gradual.
La vuelta no va a ser fácil. Los hábitos de higiene han
alterado las pautas sociales y disparado el miedo. “Es una crisis de salud,
pero también una crisis existencial que va a provocar cambios fundamentales en
nuestro estilo de vida. No tiene sentido seguir con las mismas prácticas
museológicas (en las exposiciones, los programas públicos o la educación).
Debemos replantearlo todo. No dejo de preguntarme cómo reabrir y contribuir de
manera relevante a las necesidades sociales”, añade Botella.
Las alteraciones socioeconómicas van a transformar las
condiciones materiales que han sustentado un modelo internacional colapsado.
Será difícil volver a atraer público al museo: “Llevará un tiempo convencerlo
de que acepte encerrarse durante dos horas en un espacio junto a gran número de
gente”, sostiene María López-Fanjul, conservadora de los Museos Nacionales de
Berlín. Para el día de la reapertura pide endurecer las exigencias sanitarias
ante el contacto entre el público y el personal, y un aforo limitado (por
higiene y por tranquilidad). “Seguramente estemos viviendo el fin de la tiranía
de los récords de números de visitantes, a favor de una experiencia museística
centrada en el bienestar del público”, cuenta la especialista.
Museos sin turistas
Es un cambio real, que obliga a reconsiderar las prioridades
hacia el desarrollo de la comunicación virtual y de lo local. María
López-Fanjul espera que se refuerce la idea de que la cultura no es ocio y los
museos “lugares de esperanza, cuyas obras de arte cuentan infinitas historias
de superación y supervivencia”. Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas
Artes de Bilbao, adelanta que habrá que esforzarse en “explicar una vez más por
qué el arte es tan relevante y necesario para la sociedad, como terapia o tan
solo para tratar de entender el mundo y sus crisis. Este debe ser el centro de
la reflexión”, incide. Zugaza cree que “los museos turísticos se resentirán sin
duda a corto plazo, pero seguramente les ayudará a reencontrarse con su alma
más pura, alejada de los intereses mercantiles y materiales”.
La dirección del Museo del Prado explica que el 60% de sus
visitantes son turistas internacionales y reconocen que es un colectivo que se
va a reducir “dramáticamente”. Además, la situación española de incertidumbre y
parón económico “va a suponer un tremendo problema de gestión, porque la venta
de entradas es la primera fuente de ingresos del museo”. El gasto social
cerrará el grifo y volverán a gestionar la escasez. Solo el Museo del Prado
aplicó un plan de salvaguarda contra el Covid-19, un día antes del cierre:
control de aforos ante los cuadros más populares y rebaja a 500 el número de
entradas gratuitas, un recorte cercano a los 3.000 visitantes. Fue peor, porque
el museo se vació, en una imagen inusual que podría repetirse en la reapertura.
La merma de taquilla saldrá muy cara a los museos: el Prado recaudó 19,4
millones de euros, en 2018. Es el 75,5% del total de ingresos propios (25,6
millones de euros). Es decir, en tres meses de parón perdería más de 5 millones
de euros solo en taquilla.
Debacle económica
La presidenta y directora ejecutiva de la American Alliance
of Museums, Laura L. Lott, ha puesto cifra a la debacle económica: los museos
de EE UU pierden al día 33 millones de dólares (30,6 millones de euros). La
semana pasada, el MoMA de Nueva York, uno de los museos más ricos del mundo,
notificó a sus educadores un mensaje demoledor: “Pasarán meses, si no años,
antes de que podamos volver a los niveles de presupuesto y operaciones para
requerir los servicios de los educadores”. La dirección ha despedido a todos.
“Quizá la ‘normalidad anormal’ que llegue será una
oportunidad para ahondar en la sostenibilidad de los museos, para la mejor
preservación de los bienes y mejor calidad de la experiencia de los
ciudadanos”, cuenta a este periódico Pilar Fatás, directora del Museo Nacional
de Altamira. “La sostenibilidad es un término contrario al consumismo cultural
masificado de los últimos años”, añade Fatás. Cree que tardaremos en recuperar
los hábitos, pero nada será como lo entendíamos antes de esta crisis. Los
irremediables cambios sociales van a provocar “nuevos modelos de visitas”. “En
el Museo de Altamira, por ejemplo, la necesidad de conservación de la cueva
trasciende el hecho de visitarla”, añade. La directora de Altamira avanza que
la nueva situación económica mermará “ostensiblemente” los presupuestos de las
instituciones públicas. En el Ministerio de Cultura no han cuantificado las
pérdidas a las que se enfrenta el sector y recuerdan que corresponderá a las
autoridades sanitarias certificar la reapertura de la actividad y entonces será
cuando estudien un plan de acción.
Nuevas exposiciones
El gerente del Museo Nacional Thyssen, Evelio Acevedo,
prefiere no concretar cómo compensarán la pérdida de los ingresos en taquilla,
pero cree que la organización de las exposiciones tradicionales implicará
“algunas dificultades adicionales a la hora de conseguir préstamos y movilizar
obras, pero no se puede esperar un cambio radical en el modelo expositivo”.
Frente a esta opinión, Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, cree que
“habrá que reflexionar sobre nuevos modelos museísticos”. “Quizás haya que
plantear las muestras de otro modo, pensar más en la investigación”, subraya.
El intercambio de obra internacional, con España e Italia como capitales del
patrimonio europeo y los países con más infecciones del continente, alterará la
política de las exposiciones temporales.
“Habrá un cambio en la experiencia estética, ya que el tipo
de relación con el público será distinta. También cambiarán nuestras prácticas
artísticas, formas de producción y relación”, cuenta Borja-Villel. Cree que
esta situación derivará, “al menos temporalmente”, en la desaparición del museo
como objetivo turístico: “Pasará mucho tiempo hasta que el visitante vuelva a
tener confianza y poco a poco comience a viajar o a moverse como hacía hace
unas semanas”, añade.
Pepe Serra, director del Museo Nacional de Arte de Cataluña
(MNAC), está convencido de que la pandemia acelerará la crisis de “la carrera
absurda por las audiencias, con grandes exposiciones de muy alto coste y corta
duración, pensadas para atraer al público de forma puntual”. Un modelo
“claramente cuestionable”. “Se puede plantear un museo con otro tempo. Un lugar
que es ante todo servicio público y debe servir a todas y todos. Esta crisis es
una lección sobre la fragilidad de un modelo de capitalismo”, indica Serra, que
señala cómo la potencia y la fortaleza ciudadana ha salido reforzada.
REAPERTURA SANA
El Museo Reina Sofía ha planteado medidas
higiénico-sanitarias preventivas para garantizar la seguridad de los visitantes
y de los trabajadores para la reapertura. Incluyen el control del aforo por
cada sala y un metro entre los visitantes en la fila de las taquillas. Esto
alterará el uso de espacios abarrotados como el Palacio de Cristal, en el
Retiro. También señalan que se entregarán equipos de protección individual a
los trabajadores del Museo Reina Sofía y se desinfectarán las instalaciones.
Habrá líquido desinfectante en todos los aseos y se estudiará la posibilidad de
reforzar el servicio de enfermería.