El museo del pintor en Barcelona dedica una exposición a su
vertiente como retratista, con pinturas, esculturas, dibujos y grabados
protagonizados por su familia, amantes y amigos.
Decía Rafael Alberti que el ojo de Picasso era «avizor, /
agresor,/ abrasador,/inquisidor». Y es que nada escapaba a su mirada si luego
quería convertirlo en tema de alguna de sus composiciones, sin importar que el
formato fuera pintura, escultura, grabado, dibujo e, incluso, fotografía. Ese
aspecto se puede constatar en el Picasso retratista, tema de la exposición que
acaba de abrir sus puertas en el museo que lleva el nombre del artista en
Barcelona.
La muestra es una invitación a abrir las páginas del álbum
personal del gran creador, un recorrido en el que encontramos desde su entorno
familiar más inmediato a los amigos que lo acompañaron en sus años de bohemia
parisina o en su consagración creativa, además de marchantes, rivales y
amantes. Todo ello a partir de una propuesta expositiva que nos permite
acompañar a Pablo Picasso desde sus inicios en la Barcelona de los modernistas
de la cervecería Els 4 Gats hasta sus últimos años reinterpretando a Rembrandt
y Velázquez. Eso es lo que narran las 80 piezas que se han reunido y que abarcan
de 1895 y 1970
Con dosis de humor
La muestra, coorganizada por el museo barcelonés y la
National Portrait Gallery de Londres, acoge piezas de colecciones públicas y
privadas, algunas de ellas rara vez presentadas en exposiciones. La comisaria
de la exposición, Elizabeth Cowling,aseguró ayer que su intención ha sido la de
«poner en relación el retrato y la caricatura, una cuestión que había sido
ignorada en el caso de Picasso». Tampoco se ha querido dejar de lado la
proyección más humorística del genio malagueño porque «Picasso es como
Shakespeare o Balzac, artistas que son capaces de variar su estado de ánimo y
el humor juega un papel relevante». Todo ello se inicia con el Picasso más
precoz, el que encuentra en su familia a los protagonistas de sus primeros
bocetos, los mismos en los que empieza a adivinarse su genialidad. Picasso
retrata a su padre y a su tío con un indiscutible talento, el mismo que le hace
autorretratarse con peluca como si fuera un artista del XVIII, casi compañero
de Goya.
De ahí saltamos a la Barcelona bohemia que se mueve a
caballo entre los siglos XIX y XX, aquella ciudad en la que viven y trabajan
artistas a los que aspira a superar, como Santiago Rusiñol, Ramon Pichot o
Joaquim Mir, a los que caricaturiza, igual que hace con sus más íntimos
camaradas, como Carles Casagemas o Jaume Sabartés, que le será fiel hasta el
final.
1901es el año en el que realiza su primera exposición, la
capital indiscutible del arte en ese momento, el lugar en el que se está
renovando el arte, un tren al que sabrá subirse el pintor hasta convertirse en
su maquinista. De esta etapa son cuadros soberbios como los que protagonizan
Gustave Coquiot o Bibi-la-Purée. También encontramos a los miembros de la
llamada banda de Picasso, en la que tenemos a los escritores Max Jacob, André
Salmon y Guillaume Apollinaire. También es el enamorado que convierte a
Fernande Olivier, su primera amante francesa, en el tema principal de cuadros,
dibujos y esculturas. Será, desde ese momento, una constante en su carrera:
cada una de sus mujeres se convertirá en su musa, pero será también la manera
de inaugurar una nueva etapa creativa a lo largo de su muy extensa carrera.De
este tiempo son también, como puede verse en el Museu Picasso, una serie de
autorretratos fotográficos en los que el artista posa en su taller rideado de
sus creaciones, pero cambiando su imagen, demostrando que no hay un Picasso
sino muchos
Entre 1915 y 1927, el artista cambia su vida y eso es por
una mujer, una bailarina rusa llamada Olga Khokhlova y que se convertirá en su
esposa y en la madre de Paulo, su primer hijo, a los que retrata con cuidado en
escenas de maternidad que destilan ternura. Olga colaboraba con los Ballets
Rusos, los mismos para los que trabaja alguno de sus retratados de ese momento,
como los músicos Igor Stravinsky y Francis Poulenc. También se amplía el
círculo de amigos con la llegada de quien será una pieza importante en el
entorno de Picasso. Se trata del polifacético Jean Cocteau de quien se exhibe
uno de los retratos que formaban parte de la colección privada de este genio
francés.
Picasso llevó en ese momento una doble vida. Era un hombre
aparentemente feliz casado, pero también tenía una amante: una joven hermosa
llamada Marie-Thérèse Walter y que rivaliza con Olga protagonizando trabajos.
La muchacha surge en apuntes cuidados hasta pasar a convertirse en una modelo
de formas picassianas, como en la tela «Mujer con boina y abrigo de piel».
Las mujeres son las modelos favoritas del pintor. Ellas son
la pintora y fotógrafa Dora Maar; Nusch Éluard, la compañera del poeta Paul
Éluard; la pintora Françoise Gilot, que será la madre de sus hijos Claude y
Paloma; la joven Sylvette David o la última musa y guardiana del genio,
Jacqueline Roque.
A ello se le suma en esta exposición las diferentes maneras
de vestir y desvestir a su amigo Jaume Sabartés, a quien dibuja entre las
páginas de revistas con «pin-ups» de los años 50, como si su fiel secretario
pudiera ser el compañero de aventuras sexuales de jóvenes modelos, como si no
hubiera pasado el tiempo y los dos amigos siguieran viviendo sus años de
bohemia en Barcelona, a muy pocos metros de la inoolvidable calle Avinyó.