La bomba multicolor del Henri Matisse más salvaje: los cuadros que le catapultaron al Olimpo del arte moderno llegan a Madrid
Caixa Forum homenajea al pintor francés con una retrospectiva que rescata buena parte de su producción y la pone a dialogar con los grandes artistas del siglo XX
Pocos eran tan salvajes como Henri Matisse (1869-1954). Mientras pintaba, siempre, no fallaba, buscaba la mezcla exacta de color para deslumbrar al espectador. Los juntaba a su antojo, bajo el filtro de unos ojos que observaban la realidad desde otro ángulo. Con el tiempo, tras distintas investigaciones, su obra se ha convertido en la casa del arte moderno a donde se han dirigido las generaciones que le sucedieron. Sus cuadros transformaron la idea del espacio gracias a un estilo primitivo y abstracto que hoy, 61 años después de su muerte, ojo, sigue latente. CaixaForum Madrid así lo atestigua en El legado de una nueva pintura, una exposición que rescata buena parte de su producción y la pone a dialogar con los grandes nombres del siglo XX.
La muestra, abierta al público hasta el 22 de febrero, realiza un recorrido cronológico por la vida de Matisse organizado en ocho etapas. Sobre cada una sobrevuela la misma pregunta: ¿por qué el pintor francés figura en el panteón del arte moderno? La respuesta es clara: "Por su conocimiento de los artistas más innovadores del siglo XIX y por su capacidad de aportar nuevos signos para su tiempo". Curtido en una familia de tejedores y comerciantes de pigmentos, rápidamente desarrolló un sexto sentido para el color. Su concepción innovadora y la reformulación crítica del cuadro como superficie pictórica calaron de inmediato entre los fauves alemanes y los neoprimitivos rusos, así como en la escena estadounidense de 1940.
En la presentación ha estado Aurélie Verdier, comisaria y conservadora de las Colecciones modernas del Centre Pompidou: uno de los enfoques principales que ha propuesto es la introducción de la mirada femenina a través de la obra de Sonia Delaunay, Françoise Gilot, Natalia Goncharova, Fatma Haddad, Anna-Eva Bergman y Zoulikha Bouabdellah. El resultado en una retrospectiva luminosa que incluye, entre otros, cuadros como Margarita y el gato negro (1910), que no había salido de Francia desde que fue pintado, y Luxe 1, que está considerada como una de las más importantes de la pinacoteca gala.
Su recuerdo arranca con un autorretrato y un paisaje de París, son el testimonio de sus inicios bajo la influencia de Gustave Moreau. Con Saint-Tropez y Colliure de fondo, la paleta de Matisse se dio vida a sus ideas. Albert Marquet, André Derain y Maurice de Vlaminck formaron parte de la revolución que emprendió. A continuación, la muestra se adentra en el descubrimiento de las artes no occidentales que le enfrentaron al canon establecido. Aquí, sus esculturas de 1907 a 1930 se rodean del L'Enlèvement d'Europe de Jacques Lipchitz que le abrió las puertas de las vanguardias alemana y rusa.
Halo fantasmal
Durante la Primera Guerra Mundial, la oscuridad tomó su pintura: de repente, incorporó puertas y ventanas que abrían la puerta a un mundo inquietante propio de Kees Van Dongen y František Kupka. En los retratos de la actriz Greta Prozor y del coleccionista Auguste Pellerin, por ejemplo, la figura humana aparece rodeada de un halo fantasmal. Un imaginario que, con la irrupción del cubismo, en 1908, se convirtió en un punto de encuentro del arte parisino. De hecho, seis años después, mientras residía en Colliure, creó Porte-fenêtre à Collioure, la obra que marcó su primer acercamiento al concepto de negro luz usando planos cromáticos intensos que anticipan caminos en su producción.


