martes, 10 de julio de 2018

Feminismo y reivindicación mediante objetos cotidianos con Vasconcelos


La artista lusa toma el Guggenheim con obras espectaculares en las que busca la interacción con el espectador
«El espectador tiene que entrar en la obra. El arte debe generar tiempo para que tengamos espacio para reflexionar y pensar». Las palabras son de la artista portuguesa Joana Vasconcelos (1971). Y ella lo consigue en el Guggenheim de Bilbao con piezas espectaculares y también cargadas de compromiso. Una obra a modo de planta, Egeria, se desprende a lo largo de cuarenta metros de altura con unos tentáculos que invaden todo el atrio del museo para recibir a los visitantes hasta el 11 de noviembre. Un encuentro entre la escultura y la arquitectura a través de una de las últimas creaciones salidas del taller que tiene en Lisboa la primera artista portuguesa que expone en el Guggenheim: «Es un cuerpo femenino que habita una arquitectura masculina».
Se trata del resultado de años de trabajo por parte de veinte artesanos para elaborar a ganchillo parte de esta obra de casi dos toneladas de peso que se convierte en una metáfora de la ocupación de los museos por parte de la mujer. «Hasta que tengamos los mismos derechos que los hombres, yo soy feminista», advierte la creadora. Mucha reivindicación hay en su obra, un feminismo que se funde con la identidad. Y todo impregnado también de una ironía cercana a la gente, como asegura Enrique Juncosa -comisario de la muestra junto a Petra Joos-. Un humor que le permite, además, reflejar las contradicciones de la sociedad actual.
Joana Vasconcelos une tradición con la última tecnología, lo local y lo universal, lo político y lo poético. Todo utilizando elementos cotidianos, que en sus creaciones pueden acabar transformándose en joyas, como en la pieza ubicada en el exterior del museo bilbaíno, un gran anillo de compromiso creado con llantas de coches de lujo coronado por un diamante de vasos de whisky.


Cubiertos de plásticoPara esta artista que se define como conceptual, al partir de la idea para luego construir, no hay límites para los elementos cotidianos. Cuatro mil cubiertos de plástico se transforman en un corazón de Viana, una figura tradicional de Portugal. «Una pieza hecha de plástico pero con sentido de joya», relata Vasconcelos mientras de fondo suenan tres fados de Amália Rodrigues. O los 14.000 tampones que acaban formando una lámpara: «Es la obra de mi vida». Se trata de La novia, una creación que alude a la dualidad público-privado y al rol de la mujer en la sociedad. También están las planchas que se convierten en flor de loto y las ollas transformadas en los icónicos zapatos de Marilyn. «Cuando pienso en la mujer y la casa, tomo la olla. Pero cuando veo la mujer contemporánea, están los zapatos de tacón. Entonces creo los zapatos con las ollas», detalla la artista.
En la treintena de obras que conforman la exposición Soy tu espejo, elaboradas desde el año 1997 hasta la actualidad, con tres creadas específicamente para este proyecto, hay mucho ganchillo. «Tiene el sentido de proteger y decorar, y era uno de los elementos en los que la mujer se podía explicar», asegura la artista.
Vasconcelos obliga al visitante a detenerse constantemente. Para escuchar los teléfonos dispuestos a modo de pistola para reflejar la sociedad que nos domina. Para mirar ese burka que acaba de desprenderse casi a modo de guillotina y reflejar a todas esas mujeres que aún tienen que meterse debajo de él: «Es mi pieza más feminista». Para subirse por una escalera y ver el mundo a sus pies en forma de globos terráqueos y recordar que es necesario trabajar todos juntos.
DesenfadoY gran parte de las obras de la muestra se reflejan en la máscara que le da el título, Soy tu espejo, y que está situada en el centro de una gran sala. Una pieza en la que Vasconcelos hace un guiño a Venecia, donde participó en la bienal. Que la conecta con el barroco portugués, uno de sus referentes. Una máscara formada por espejos. «La idea es que refleje todas las piezas de mi carrera y aluda a nuestras identidades, aquello que está debajo», afirma la creadora lusa. Estas obras son su biografía, su entorno. Y se caracterizan por su desenfado, el mismo que transmite cuando describe cada uno de sus trabajos.
Una visita a Compostela sirvió de desencadenante de dos piezas ligadas a FátimaDos de las treinta piezas que conforman la nueva muestra del Guggenheim tuvieron su origen en Galicia. Cuando Joana Vasconcelos participó en la Bienal de Pontevedra, visitó Compostela y quedó sorprendida por la peregrinación. «Es tan increíble lo que pasa en Santiago, que tengo que hacer lo de Portugal», explicó. Así que cogió un triciclo de los que se usan para el reparto de mercancías y condujo doce horas hasta alcanzar el santuario de Fátima. Un viaje que ha tenido un doble resultado. Por una parte, una road-movie, que recoge todo ese trayecto bajo el título Me fui de compras, y, por otra, una composición. «Cuando llegué me cambió la idea de lo que era Fátima», afirmó. Así que entre las compras que realizó se encuentran estatuillas de Fátima fosforescentes «en todos los tamaños que había», que después introdujo en el vehículo que usó para desplazarse.
Esa pieza tuvo gran repercusión porque después le encargaron el rosario que fue colocado el año pasado en el santuario con motivo de su centenario, una celebración a la que asistió el papa Francisco. Creaciones singularesUno de los comisarios de la muestra, Enrique Juncosa, destacó la singularidad de las propuestas de la artista portuguesa. «La obra de Vasconcelos no se parece a la de ningún otro artista», asegura. Además, incide en que utiliza elementos domésticos para formar con ellos otra imagen distinta. «Los objetos que elige Joana Vasconcelos tienen que ver con la identidad. Transforma una identidad. Tú puedes vivir en tu cocina con muchos objetos, que pueden ser banales, pero cuando los reordenas puedes crear algo muy bello», añade Petra Joos, la otra comisaria de Soy tu espejo. «Hago una descontextualización y una transformación del objeto en otro nuevo», explica la propia artista.
Una muestra en la que se reflejan también los temas que le han interesado a los largo de su carrera. «El feminismo, el lujo, el tema de Europa y de la cultura común me preocupan. El zapato de tacón no es de ningún lugar, es un icono internacional, pero conectado con el lujo que creamos en el mundo occidental», afirma la artista.La exposición que recorre en el Guggenheim dos décadas de trayectoria de Vasconcelos, y que cuenta con el patrocinio de Seguros Bilbao, tendrá itinerancia y también llegará a la Fundación Serralves, en Oporto, y al museo Kunsthal de Róterdam.
MONTSE GARCÍA


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