Alivio, preocupación y ayuda urgente. Y cambios en
el ADN del lector-comprador. Esas son las palabras que han rodeado la clausura
de la 73ª Feria del Libro de Madrid este domingo que ha cerrado con un 5%
de aumento en las ventas. Un dato que la consolida como un balón de oxígeno
para el menguado sector editorial de España, en caída desde el año 2008 (con un
acumulado casi el 40% del descenso en los ingresos). Hasta ahora la Feria representa el 20% de
la facturación anual, pero hoy la pregunta es si ese porcentaje crecerá.
Por segundo año
consecutivo la cita madrileña aumenta sus ventas en ese 5%, respecto a la
edición anterior (que fue del 9.3%), con una facturación de casi siete millones
y medio de euros, 350.000 más que en 2013. “Parece que cada vez somos más una
isla, aunque no logra salvar el comportamiento del sector en todo el año”,
asegura Teodoro Sacristán, director de la cita, para quien “si la Feria no existiera sería
terrible”.
Pero es un alivio porque la importancia del encuentro
editorial, literario y comercial del Parque del Retiro crece cada año por dos
motivos: amortigua el descenso de los últimos siete años, incluido el terrible
semestre que parece estar teniendo el sector, y le da oxígeno hasta septiembre,
cuando el relevo lo tomarán los libros de texto. “Tal como están las cosas nos
damos por satisfechos”, opina Antonio Méndez de la librería Méndez. Aunque
reconoce que ellos han vendido igual que el año pasado pero teniendo mejores
firmas que en 2013.
La preocupación se debe a que estos datos
positivos confirman que la venta de ejemplares se concentra en eventos
concretos y deja el resto del año a las librerías y editoriales un poco a la
deriva. Lo que antes era un flujo de venta más o menos estable, a lo largo de
los doce meses, con algunos picos, como Día del Libro, Navidad y las diferentes
ferias, en especial la de Madrid, ahora estos picos son más que Himalayas. “Lo
que hay que buscar es que el efecto de la Feria se prolongue por el resto del año; es
cuestión de presupuesto e ideas”, afirma Lola Larumbe de la librería Rafael
Alberti.
Un panorama que obliga a
pedir una ayuda urgente al Gobierno (con responsables de Educación y Cultura de
las distintas administraciones) y a todos los agentes de la cadena de valor de
libro para “recuperar la importancia de la lectura con modernas estrategias de
fomento y promoción que conquisten nuevos lectores y motiven a los existentes
desde el colegio”, reclama Sacristán. Resulta extraño, agrega el director, que
el Gobierno no tome acciones rápidas y eficaces teniendo en cuenta que la
fragilidad del ecosistema del mundo del libro y que aun así aporta algo más del
1% de PIB.
En España los índices de lectura son del 63% (en
Europa es del 73%), es decir quienes reconocen leer al menos un libro al año. Cada día en España se
registran 220 títulos de libros (80.206, el año pasado). De todos
ellos, el año pasado se vendieron unos 170 millones de ejemplares, a una media
de 14 euros por libro. Obras escritas por no se sabe cuántas personas, aunque la Asociación Colegial
de Escritores de España tiene registrados unos 4.000 autores y las traducciones
representan el 22% del total de la oferta.
Entre la crisis
económica, los cambios del modelo de negocio editorial y los hábitos de consumo
patrocinados por la era digital empiezan a producir los primeros cambios en el
ADN del lector-comprador con las siguientes características:
-Compra preferiblemente
en fechas concretas, y lo hace para unos cuantos meses o todo el año.
-Ya no compra por
impulso. Va a lo fijo y si se interesa por algo que no conoce, el librero debe
esforzarse mucho en convencerlo.
Se ha vuelto más ecléctico, y así como compra un
libro de narrativa, puede llevarse también un cómic, o interesarse por un
ensayo.
-La crisis le ha enseñado a ser menos exigente
con el vendedor y ser más amable y comprensivo con este, e incluso a
administrar mejor el miedo frente al ahorro de comprar una u otra obra.
-Y el lector de la Feria vuelve a pedir más
libros descatalogados o que no se venden en las librerías, algo, se lamentan
algunos, que ya no hacen tanto las editoriales.
Diecisiete días después de su inauguración, la Feria del Libro de Madrid
aumentó sus ventas, entre otras razones, gracias a las firmas que este año
sobrepasaron los 4.500 actos protagonizados por casi 900 autores.
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