Arranca el juicio contra un empleado que
guarda obras valoradas en 60 millones de euros
Pierre Le Guennec asegura que los dibujos
que tiene fueron un regalo del pintor
Pierre Le Guennec se puso en contacto con la Picasso Administration
para certificar la autenticidad de unos dibujos. Corría el año 2010. Después de
un par de intercambios por correo, se presentó en la oficina de Claude Picasso,
hijo del pintor malagueño, con una maleta de ruedas. Ante la mirada asombrada
de los presentes, sacó de ella lo que se convertiría en el mayor descubrimiento
de un conjunto de piezas del autor del Guernica: 180 obras sueltas y
un cuadernillo con 91 bocetos.
Le Guennec, jubilado de 75 años, fue el electricista de Picasso (1881-1973)
en sus últimos años de vida. Desde el principio aseguró que este extraordinario
tesoro, valorado en más de 60 millones de euros, fue un regalo que le hizo el
pintor en vida. Los herederos, sin embargo, no le creyeron y consideraron
inverosímil tal donación. En consecuencia, denunciaron a Le Guennec y a su esposa Danielle, de 71
años, por receptación de bienes robados.
Cinco años después del deslumbrante hallazgo, el juicio sobre el rocambolesco
caso arrancó en el tribunal correccional
de Grasse, en el sureste de Francia. Y se inició con los testimonios de los dos acusados, que se enfrentan a una posible condena
de hasta cinco años de cárcel y una multa de 375.000 euros. Continuará con los relatos de los demandantes, entre los
que se encuentran Claude y Maya Picasso, hijos de Picasso, y Catherine Hutin-Blay, hija y heredera de Jacqueline, la
viuda del creador.
Las 271 obras, que el pintor realizó entre 1900 y 1932, periodo clave en la
consagración del artista, incluyen nueve collages cubistas de gran
valor, seis pequeños óleos, 28 litografías y dibujos más personales, como
retratos de sus musas Olga y Fernande. “Hay obras extremadamente importantes
que faltan al relato de la historia del arte y que permiten destacar momentos
muy importantes”, dijo a la prensa al inicio del juicio Claude Picasso,
encargado de velar por la herencia de su padre. “Es pronto para decir lo que
ocurrirá pero está claro que todos los historiadores de arte tienen interés en
poder verlas, puede que en un museo”, añadió.
Le Guennec, por su parte, no se quiso quedar atrás y anunció que expondrá
los dibujos al público y no los venderá, si el tribunal le da la razón.El
acusado reiteró, ante la jueza Catherine Bonnici, su versión de los hechos. Fue
Jacqueline Roque, la última esposa de Picasso, quien un día
—posiblemente de 1971, aunque no recuerda con certeza el año— le entregó un
cartón y le dijo “esto es para usted”.
El empleado, quien trabajó en la villa Notre-Dame de Vie de los Picasso, en
Mougins (cerca de Grasse), desde 1970 hasta la muerte del pintor en 1973, no le
dio mayor importancia. “Abrí una caja con dibujos rasgados, ni siquiera lo miré
todo”, señaló. “Para mí, una obra es una pintura. No tenemos pinturas, es un
regalo sentimental”, añadió.
El botín permaneció así aparcado en el garaje de la modesta vivienda de los
jubilados, en los Alpes Marítimos, durante casi cuatro décadas. Colocado en una
estantería, no lo abrió de nuevo hasta el año 2009.
Le Guennec, que padece una grave enfermedad, explicó que quería dejarlo todo
identificado de cara a la herencia para sus hijos. Ahí fue cuando se puso en
contacto con la
Picasso Administration por iniciativa propia, lo cual
probaría su buena fe, de acuerdo con esa versión de los hechos. Llegó a
elaborar una lista de las piezas, con la ayuda de su hermanastro, galerista y
hoy fallecido, según reveló en el tribunal.
El objetivo de la defensa consiste en demostrar que el electricista era más
que un simple empleado y que la pareja tenía una relación de cercanía con los
Picasso. “El señor y la señora confiaban en mí, me llamaban primito”, afirmó en
el tribunal.
Le Guennec siguió trabajando para la viuda de Picasso hasta
que esta se suicidó en 1986, según indicó. Jacqueline incluso le prestó 540.000
francos (unos 140.000 euros) para que pudiera sacarse una licencia de taxi en 1983.
Si bien el préstamo evidencia la buena relación entre ambos, la acusación llamó
la atención sobre el hecho de que el empleado pidiera dinero a Jacqueline
cuando supuestamente esta le había entregado un tesoro por un valor mucho
mayor.
El conjunto del relato no convence, por lo tanto, a los herederos del
pintor. Apuntan a lo que definen como incoherencias. En particular, al hecho de
que los dibujos carecían de dedicatoria, algo inhabitual. “No es posible.
Firmaba Picasso, ponía la fecha y el lugar, para que luego no hubiera líos”,
explicó así Maya Picasso a la cadena France Info. “Sobre todo, mi padre nunca
daba retratos de sus hijos y de sus amores”, añadió.
A los pocos meses de iniciarse la investigación, el descubrimiento del
vínculo del electricista con otro empleado de los Picasso, sospechoso de haber
robado también casi 200 obras del pintor, dio más argumentos a la acusación y
un nuevo giro al caso. Maurice Bresnus, apodado Nounours (osito),
casado con la prima hermana de Le Guennec, fue el chófer del pintor de 1967 a 1973 y fue él quien
recomendó al electricista.
Una investigación abierta paralelamente a la de Le Guennec concluyó que la
mayoría de las piezas que tuvo en su posesión Nounours eran robadas.
Pero el interesado murió en 1991 y su viuda en 2009, por lo que la causa no
prosperó.
Finalmente, la justicia decidió juzgar a la pareja Le Guennec por
receptación de obras robadas, sin determinar a los responsables del hurto.
“Poco importa que no se haya identificado al autor del robo. Pierre y Danielle
Le Guennec conocían su origen fraudulento”, concluyó así la ordenanza del juez.
En la sala del tribunal, el letrado de Claude Picasso, Jean-Jacques Neuer, fue
mucho más allá en su implacable interrogatorio al electricista. “Estamos ante
un blanqueo internacional de obras de arte. Las obras se le han entregado a él
porque tuvo relación con Picasso”, lanzó el abogado.
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