Harta de las medidas de seguridad que sufría en Londres, su
esposa, Araceli González, estuvo a punto de revelar la identidad del agente y
poner en riesgo la maniobra que derrotó a Hitler.
Engañar al mismísimo Adolf Hitler sobre el lugar y la fecha
elegidos para el desembarco de Normandía no fue tarea fácil. Pero el español
Joan Pujol García, alias «Garbo», lo consiguió, convirtiéndose así en uno de
los agentes secretos más importantes del siglo XX. Ahora bien, la operación
estuvo a punto de irse al traste ante las amenazas de descubrir su verdadera
identidad por parte de una de las personas de su círculo más cercano: su propia
mujer. Agobiada ante las estrictas normas de seguridad que impusieron a toda la
familia con su traslado a Inglaterra, Araceli González casi levantó su
tapadera, lo que obligó al espía a urdir otro plan familiar paralelo, fingiendo
su propio arresto para no poner en riesgo la operación que cambió el rumbo de
la historia durante la Segunda Guerra Mundial. Así consta en los documentos
revelados ayer por los Archivos Nacionales de Kew, que o bien podrían montar
una de las novelas de Ian Fleming. Los informes, escritos por el servicio de
contraespionaje británico MI5, explican cómo en 1943 la joven esposa de «Garbo»
amenazó con ir a la Embajada española y revelar la identidad de su marido si no
le permitían viajar a España para ver a su madre.
Estilo «simple y animado»
El catalán fue reclutado por los británicos en 1942, con un
supuesto empleo como traductor de la cadena pública BBC. El MI5 se interesó por
él cuando éste ya había empezado a engañar a los alemanes con falsas
informaciones sobre el Reino Unido que proporcionaba desde Lisboa. Para dotar
de credibilidad a sus mensajes, el espía se servía de «una guía azul (una guía
turística), un mapa de Inglaterra, horarios de trenes», tal y como explica una
nota del servicio de contraespionaje británico fechada el 12 de julio de 1943.
«Tenía un estilo simple y animado, un gran ingenio y un celo nacido de la
pasión y del idealismo por su trabajo», añade el documento.
El matrimonio y sus dos hijos fueron trasladados a Harrow,
al noroeste de Londres, desde donde él continuaba gestionando para los nazis
una supuesta red de subagentes, que en realidad eran ficticios, mientras
trabajaba para el MI5. Para evitar ser reconocidos, Pujol mantenía a su familia
encerrada en casa y controlada, lo que acabó con la paciencia de su esposa, que
amenazó con ir a la Embajada española y contarlo todo. «No quiero vivir ni
cinco minutos más con mi esposo», espetó la joven al oficial británico a cargo
de «Garbo», Tomas Harris. «Aunque me maten, me voy a la embajada», añadió.
El MI5 no podía dejarla ir porque ello hubiera levantado la
tapadera. Para evitar una crisis, el agente Harris engañó a Araceli, diciéndole
que su esposo había sido despedido por su actitud insensata. Con todo, el mismo
Pujol sabía que eso no sería suficiente y decidió dar un paso más. Sugirió
montar una trama para hacer creer a su esposa que había sido encarcelado al
intentar defenderla, lo que llevó a Araceli a intentar suicidiarse. Como parte
de este montaje, los agentes del MI5 llevaron a Araceli González a ver a su
esposo al centro de detención donde supuestamente estaba preso, lo que hizo que
ella prometiera portarse bien a cambio de que le dejaran en libertad. Harris
alaba en el documento la destreza de Pujol al urdir una farsa «que permitió
salvar una situación que, de otra manera, hubiera sido intolerable».
Tras la disputa familiar, «Garbo» convenció a los alemanes
de que el desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944, era una maniobra de
distracción y que el grueso de las tropas aliadas iban a entrar en Europa por
Pas de Calais, mucho más al noroeste de Francia. Pujol dijo a Berlín que «el
presente ataque era una operación de distracción a gran escala con el propósito
de establecer una sólida cabeza de puente para atraer al máximo número de
reservas alemanas y retenerlas ahí de cara a dar un segundo golpe con éxito
asegurado», según narró Harris en un informe oficial del 13 de junio de 1944.
El régimen de Hitler nunca descubrió el engaño y llegó incluso a recompensar a
este barcelonés con la Cruz de Hierro, casi al mismo tiempo que lo condecoraban
los británicos, convirtiéndose así en la única persona condecorada por ambos
bandos.
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