La Fundación Canal exhibe, hasta el 19 de agosto, una
completa retrospectiva del célebre fotógrafo británico
Greta Garbo
(1946) - THE CECIL BEATON STUDIO ARCHIVE AT SOTHEBY'S
Dicen que su talento y su ojo fotográfico fueron tan
afilados como su lengua viperina. Hablar de Cecil Beaton es hablar del siglo
XX. Su galería de retratados es un «quién es quién» de la pasada centuria. Todo
aquel que quisiera ser alguien tenía que pasar ante su cámara Rolleiflex. Hijo
de un comerciante de madera, nada hacía pensar que aquel niño londinense de
clase media (eso le frustraba y le creaba un complejo de inferioridad) acabaría
codeándose con la realeza y la aristocracia de su tiempo y que entre sus
amistades figurarían las estrellas más rutilantes de Hollywood. Su vida dio un
giro radical en 1927. Fue en una fiesta en casa de Stephen Tennant, el hijo
frívolo y narcisista de un barón, donde descubrió que lo suyo era el lujo y el
glamour y no la «mediocre» clase media. Tennant lideraba a los Bright Young
Things (jovencitos brillantes), cachorros de la aristocracia británica que
hicieron del hedonismo bohemio su bandera. Beaton se unió a ellos. Se convirtió
en un dandi «bon vivant» y creó su propio paraíso: Ashcombe, una casa de campo
en Wiltshire donde celebraba sonadas fiestas. Son los felices años 20.
Ahí comienza la historia que narra la exposición
«Cecil Beaton: Mitos del siglo XX», la primera en Madrid del célebre fotógrafo,
organizada por la Fundación Canal. Comisariada por Oliva María Rubio y Joanna
Ling y enmarcada en PHotoEspaña, abre sus puertas hasta el 19 de agosto. Ha
reunido 115 imágenes (la mayoría vintages), procedentes del Archivo Cecil
Beaton, que adquirió la sala de subastas Sotheby’s en 1977, aún en vida del
artista. Un tesoro formado por más de 100.000 negativos, 10.000 copias impresas
y 42 álbumes fotográficos. Oliva María Rubio destaca
que Beaton era «un trabajador ambicioso e incansable, muy
perfeccionista (estuvo seis décadas en activo y ni siquiera el infarto cerebral
que le paralizó su brazo derecho le hizo tirar la toalla). No acabó ninguna
carrera, pero, además de fotógrafo, hizo escenografías y vestuario para teatro
y cine, escribió 38 libros y 6 diarios. Fue un hombre del Renacimiento, que se
reinventó continuamente». Las fiestas, la música, el champán, las
lentejuelas... Todo eso acabó con el estallido de la Segunda Guerra Mundial,
otro de los puntos de inflexión de su carrera.
Marilyn
Monroe (1956) - THE CECIL BEATON STUDIO ARCHIVE AT SOTHEBY'S
Se reinventó una y otra vez
Beaton puso los pies en la tierra (cambia el brillo de
Ashcombe por la serenidad de Reddish) y sus fotografías barrocas -también
coquetea con el surrealismo-, explica Oliva María Rubio, se tornan más minimalistas
y contenidas, centrándose cada vez más en la psicología del personaje. Una
imagen de una niña de tres años herida durante un bombardeo alemán, con su
muñeca en la cama del hospital, fue portada de la revista «Life». Tuvo una gran
repercusión. En los 60, Beaton vuelve a reinventarse inmortalizando los
movimientos agitadores de aquel efervescente Londres: músicos, diseñadores,
modelos...
Si algo destaca del «estilo Beaton» fueron sus sofistacadas
producciones, precedente de fotógrafos como Annie Leibovitz. Como ella, acabó
siendo tan famoso o más que sus propios retratados. Beaton decoraba con papel
pintado las suites de los hoteles Plaza y Ambassador de Nueva York, donde
tuvieron lugar muchas de las sesiones. Las salas de la Fundación Canal (Mateo
Inurria, 2) semejan una mansión palaciega (pérgola incluida) y en el espacio
abovedado se recrea la escena de las carreras de Ascot en «My Fair Lady».
Precisamente, con esta película Cecil Beaton ganó dos Oscar
(dirección artística y vestuario). Ya había ganado años antes otra estatuilla
por los figurines de «Gigi». La protagonista de «My Fair Lady» era una
encantadora Audrey Hepburn, a quien el fotógrafo consideraba «segura sin ser
engreída y tierna, pero sin sentimentalismos». Al ver las fotos que le había
hecho en el plató de rodaje, Hepburn le escribió: «Desde que tengo memoria, he
deseado ser bella. Mientras miraba las fotografías anoche, me di cuenta de que
lo fui durante un tiempo y fue gracias a ti». Conoció a lo más granado de
Hollywood. Para él, las seis mujeres más bellas del cine eran Greta Garbo,
Norma Shearer, Lilyan Tashman, Marion Davies, Ina Claire y Marlene Dietrich.
Barbara
Hutton (1961) - THE CECIL BEATON STUDIO ARCHIVE AT SOTHEBY'S
Katharine Hepburn, «una víbora putrefacta»
En la suite del Ambassador neoyorquino tuvo posando para él
a Joan Crawford («vence a la cámara con su propio juego») y a la mismísima
Marilyn Monroe. Cuentan que llegó una hora tarde a la cita. No pareció
molestarle demasiado. «Su ingenio y picardía de niña me rompieron los esquemas.
Son irresistibles», dijo. Tampoco él pudo resistirse a Marilyn. Del que fuera
su marido, el dramaturgo Arthur Miller, comentaba Beaton que era «una feroz
águila americana, casi sin plumaje». Quedó fascinado con Gloria Swanson («una maravilla
ante la cámara»), con Barbra Streisand (sus rasgos le recordaban a
Cleopatra)... A Grace Kelly le encantaron sus retratos: «Son los mejores que me
han hecho nunca». Pero no todo fue como la seda. Tuvo sus más y sus menos con
Katharine Hepburn, a quien tildó de «víbora putrefacta y recalcitrante. Espero
no tener que volver a verla nunca más». Fueron enemigos irreconciliables.
Bisexual reconocido, la mujer de su vida fue Greta Garbo.
Conoció a «la Divina» en Hollywood en 1932, pero no la fotografió hasta 1946.
En esta ocasión fue en el hotel Plaza. Ella, tan sencilla, necesitaba
fotografías para su pasaporte y recurrió a Cecil Beaton. Fotografiarla, confesó
éste, era su máxima ambición. Tuvieron una relación sentimental. Le pidió
matrimonio. Ella lo rechazó. En la suite del Plaza también retrató a Mick
Jagger («un buen tipo, increíblemente fotogénico»). La lista de retratados es
interminable: Churchill, Eisenhower, Jackie Kennedy («la persona más fotogénica
del mundo»), Maria Callas («una supernova que explota con un brillo especial»),
Truman Capote («interesante, un genio»), el recientemente desaparecido Tom
Wolfe, Barbara Hutton, Colette, Coco Chanel, Francis Bacon, Lucian Freud, David
Hockney... Hizo retratos dobles: Gala y Dalí, Gertrude Stein y Alice B.
Toklas... De estas decía que, «posaran como posasen, el efecto era incongruente
y extraño».
Autorretrato de los años 30- THE CECIL BEATON STUDIO ARCHIVE
AT SOTHEBY'
A Picasso lo retrató sentado en la bañera de su estudio,
vestido de punta en blanco. Por su cámara pasaron la Reina Sofía cuando era
Princesa; Balenciaga («un español serio y abstemio»), Luis Miguel Dominguín, la
duquesa de Alba y su padre, la marquesa de Llanzol... A Wallis Simpson y
Eduardo VIII los inmortalizó el día de su compromiso y en vísperas de su boda.
Fotógrafo oficial de la coronación en 1953 de Isabel II de Inglaterra, la
retrata con ternura mirando a su hijo Carlos poco después de nacer. No se le
escapó ni un mito del siglo XX.