martes, 2 de junio de 2020

Un Picasso por 100 euros


Christie’s organiza una subasta benéfica que acaba con ‘Naturaleza muerta’ en manos de una coleccionista italiana
 
Peri Cochin, organizadora de la subasta, posa con Naturaleza muerta (1921), de Picasso

La tentación era grande: un Picasso de dos millones por tan solo cien euros. Y la garantía, sólida: Christie’s, primera casa mundial de subastas. Por eso, 51.540 apostantes participaron a pesar del confinamiento y la Covid-19. La Naturaleza muerta postcubista (22.9cmx45,7cm), de 1921, se la llevó la italiana Claudia Bourgogno, con su solitaria papela. Un triunfo proclamado ante 3.200 espectadores de internet.

A pesar de que, por culpa de la Covid-19, el anzuelo Picasso no colmó las expectativas de 200.000 apuestas, CARE, la asociación que quiere llevar agua a poblaciones de Camerún, Madagascar y Marruecos, recibirá más de cuatro millones de euros. Eso, una vez descontados los 900.000 euros del cuadro. Un doble gesto del propietario, David Nahmad. Primero, vendió aquella mesa picassiana con vaso y periódico a la mitad de los dos millones de su cotización oficial. Y, ante el relativo fracaso del sorteo, rebajó cien mil euros más.
A Harry Bellet, crítico de pintura de Le Monde, David Nahmad le confesó su placer ante el procedimiento. “Un sorteo, y con finalidad benéfica. A Picasso le hubiera encantado: le gustaba el pueblo y ayudar a la gente”.
 
El amor de los Nahmad, David y su hermano Ezra, es la pintura (en medio siglo reunieron una fabulosa colección estimada en más de tres mil millones de euros) y también dejarla ver. El apogeo de esa decisión fue la muestra que en el verano del 2013 conmemoró, en Mónaco, las cuatro décadas del fallecimiento del malagueño. Un centenar de Picassos de la colección Nahmad.

David nació en Beirut en 1947, hijo de un banquero de Alepo, la ciudad siria que inventó hace milenios a uno de los protagonistas del confinamiento, el jabón. Enlutados por la muerte del hermano mayor de David, Albert, en el accidente de su avión, los Nahmad se instalaron en Milán.

La pintura fue una pasión compartida por tres de los hermanos. El primero, Joseph. Comprador compulsivo, pero con cierta idea, coleccionaba jóvenes artistas italianos: Lucio Fontana o Arnaldo Pomodoro. También le compraba al cubano Wilfredo Lam, por entonces en Italia. Y a Giorgio De Chirico.
Un sorteo, y con un fin benéfico; a Picasso le hubiera encantado”, dice el anterior propietario de la obra

Joseph perdió toda su fortuna, y parte de la paterna, en un crack de Bolsa. No hay mal que por bien no venga: sus hermanos Ezra y David se hicieron marchantes para vender la colección de Joseph. Época propicia. El mercado apenas se desperezaba. “Un Picasso costaba unos 15.000 dólares y aun así yo debía dar facilidades. Me lo pagaban en dos años”.

En 1964, David compró, deslumbrado, un par de piezas de Juan Gris que nadie quería. Kahnweiler, el legendario marchante de Picasso que las había expuesto en París, accedió a conocer a ese joven intrépido. Se hicieron amigos. Después, Kahnweiler le dejó en consigna varios Picasso, para que los vendiera en Italia. Y otro consejero y amigo, Aimé Maeght, le facilitó obras de Braque o de Miró, quien se convirtió en otra de sus pasiones. Y en una relación. Porque David trató a muchos artistas. Pero nunca quiso conocer a Picasso. “Yo era muy tímido y él, un gigante para mí. Todavía hoy puedo pasar horas, en casa, en silencio, ante uno de sus cuadros”.
Un amor total: “Sin Picasso, el arte no habría evolucionado como lo hizo. Su obra es capital”. Nahmad fue uno de los primeros, de los únicos casi, en coleccionar la obra última, esa que provocó el pitorreo de las exposiciones postreras, como la del Grand Palais, el año de su muerte, cuando la crítica se enardecía contra “la obra de un viejo senil”, los “cuadros de un erotómano”, mientras los marchantes miraban para otro lado. Esas obras, precisamente, destacaron entre el centenar presentado en el 2013 en Mónaco.

David Nahmad lo tiene claro: “hoy el arte se ha desvalorizado como tal porque olvida que lo que cuenta es la inteligencia de un cuadro, no su precio. Como decía Friedrich Nietzche, todo lo que tiene un precio carece de valor.

Joseph perdió toda su fortuna, y parte de la paterna, en un crack de Bolsa. No hay mal que por bien no venga: sus hermanos Ezra y David se hicieron marchantes para vender la colección de Joseph