jueves, 23 de noviembre de 2017

El cubismo, según el malagueño Eugenio Carmona



Eugenio Carmona, entre algunas de las obras expuestas en el centro madrileño. / VIRGINIA CARRASCO
El museo Reina Sofía reescribe la historia del movimiento a través de 70 piezas en una exposición que comisaría el catedrático
MIGUEL LORENCI-
El cubismo no fue un movimiento monolítico. Hubo muchos cubismos, diversos y complementarios en el lenguaje de la primera modernidad. Fundado por Picasso y Braque, fue uno de los movimientos más rico, intenso, decisivo, e influyente de la reciente historia del arte. De una frondosa diversidad que celebra el Museo Reina Sofía reescribiendo su historia «completa y plural» y unificando sus fondos cubistas con los de la fastuosa colección de la Fundación Telefónica: 59 obras que acoge en régimen de comodato desde hace más de un año y durante un lustro prorrogable.
El resultado de esta fantástica simbiosis es el nuevo ‘santuario’ cubista que el ‘reina’ ha conformado en la segunda planta, la del ‘Guernica’. Bajo el título ‘Cubismo(s) y experiencias de la modernidad’ muestra un total 70 obras de artistas como Juan Gris, María Blanchard, Dalí, Louis Marcoussis, André Lhote, Metzinger, Barradas, Manuel Ángeles Ortiz, Vicente Huidobro o Joaquín Torres-García fechadas entre 1912 y 1933. Casi 40 proceden de los fondos de Telefónica, que desde los años 80 de siglo pasado atesora una fabulosa colección cubista que suple las graves carencias de las colecciones públicas.


«Cumplimos un sueño que teníamos hace mucho tiempo y que culmina con este nuevo y completo relato cubista que empieza en el cambio de siglo del XIX al XX y acaba junto al ‘Guenica’», se felicitó Manuel Borja-Villel, director del museo público. Presentó la muestra junto al comisario y responsable de la selección, el catedrático malagueño Eugenio Carmona, el expresidente de Telefónica, Luis Solana, y el director general de la Fundación Telefónica, José María Sanz-Magallón.

Carmona la ha dividido en cinco secciones que ocupan dos grandes salas del edificio Sabatini


LA CLAVE
El relato de Carmona demuestra, según Borja-Villel, que «el cubismo no avanzó en una línea única y compacta». «Es un movimiento plural, diverso, con dudas, que plantea un cambio de paradigma como primer lenguaje de la modernidad», agregó. Braque y Picasso están «en la base de la pirámide» a la que se suman Juan Gris, María Blachard o Dalí. «Hay diversas tendencias y una relación estrecha con la poesía en un movimiento que aspiraba a representar la realidad y a tener una arquitectura formal», según Borja-Villel. «La lengua común de la vanguardia es el cubismo y sin él no serían posibles algunos episodios del surrealismo, como Dalí y sus formas blandas, o Ángeles Santos y su peculiar universo», precisó.
Los orígenes
Este feliz sueño cubista no se habría cumplido sin la aportación de la Fundación Telefónica que en tres décadas ha conformado una portentosa colección. Su expresidente, Luis Solana Madariaga, explicó como en 1983 se sumó a la propuesta del Gobierno socialista de invertir en 1% de la facturación ministerial en acciones culturales. Cuando el consejo de la multinacional le dio su beneplácito para hacer lo propio, se fue a ver al entonces ministro del ramo, Jorge Semprún «que me hizo ver las graves carencias y el vacío que había en las colecciones públicas de los años 20 y 30 del siglo XX». «Los artistas huyeron de una España convulsa, de modo que en las colecciones españolas había un único cuadro de Juan Gris y ninguno de Luis Fernández», recordó Solana.
Guiado por la galerista Nieves Fernández, averiguó Solana que la mejor colección de Luis Fernández López estaba en Milán, en manos de los Agnelli, dueños de Fiat. Y allá que se fue. Hizo una oferta «y nos la vendió». Averiguó después que lo mejor de Juan Gris estaba en una colección venezolana. Repitió una jugada «que salió bien» y trajo a España una decena de portentosos cuadros de Gris, «que para Semprún era mejor que Picasso». Culminó así una estrategia «que no fue un capricho de los presidentes de la compañía, que estuvo muy bien pensada, muy bien planificada y muy por España».
«Había que reescribir la historia del cubismo y estas obras están ahora en el mejor lugar, aprovechando las sinergias entre la colección de Telefónica y la del Reina Sofía», se felicitó Eugenio Carmona, también comisario, junto a Lourdes Moreno, la muestra ‘Juan Gris. María Blanchard y los cubismos (1916-1927)’, abierta en el Museo Carmen Thyssen de Málaga hasta el 25 de febrero. Carmona a dividido la colección de la Fundación Telefónica en cinco secciones que ocupan dos grades salas de la planta segunda. Su propuesta es «esta nueva narrativa que evidencia la pluralidad y la diversidad cubista» que estará en cartel durante al menos un año.

Destaca en la selección la figura de Juan Gris «crisol de estos cubismos», según Carmona, para quien el artista madrileño «hizo que el estilo del cubismo se reescribiera». «No hay otro lugar del mundo que pueda reunir esta colección y que muestre el cubismo como fue», desde el «respeto su corriente fundacional» pero «con alternativas como su paso por la Primera Guerra Mundial, un cubismo más puro y de mayor realización».



HISTORIA El vino más antiguo del mundo



Arqueólogos de la Universidad de Toronto encuentran en Georgia las primeras evidencias de elaboración de esta bebida hace 8.000 años


Hace 8.000 años, al sur del Cáucaso, en la frontera geográfica entre Europa del Este y el oeste de Asia, una tribu neolítica ya se dedicaban al cultivo de la uva. Y los arqueólogos tienen evidencias de que esa fruta se utilizaba para elaborar el vino más antiguo que se conoce.
Investigadores de la Universidad de Toronto y del Museo Nacional de Georgia han estado trabajando en a unos 50 kilómetros de Tbilisi, la capital georgiana, en dos sitios neolíticos conocidos como Gadachrili Gora y Shulaveris Gora. En esas excavaciones se han encontrados restos de cerámica temprana utilizadas entre los años 6.000 y 4.500 antes de Cristo.
DAVID RUIZ MARULL
El vino más antiguo del mundo data de hace 8.000 años
Los expertos analizaron partes de las ocho jarras recuperadas y descubrieron un hecho insólito: en su interior encontraron restos milenarios de ácido tartárico, el compuesto que permite identificar las uvas y el vino. Encontraron también huellas de otros tres ácidos orgánicos asociados -el malico, el cítrico y el succínico- y llegaron a la conclusión que estaban ante la primera vinificación del mundo.


Hasta ahora, la evidencia química más antigua de vino databa de hace entre 5.400 y 5.000 a.C. y se halló en una zona de las Montañas Zagros de Irán. Pero los nuevos datos han hecho que los arqueólogos reconsideraran sus postulados y empiezan a aceptar que la práctica comenzó cientos de años en lo que ahora es Georgia.


”Creemos que este es el ejemplo más antiguo de domesticación de una vid eurasiática de crecimiento salvaje únicamente destinada a la producción de vino”, afirma Stephen Batiuk, coautor del estudio. “Georgia es el hogar de más de 500 variedades de vino, lo que sugiere que las uvas han sido domesticadas y cruzadas en la región durante mucho tiempo”, añade.
Los expertos apuntan que el período neolítico en Oriente Próximo (entre el 10.000 y 4.500 a.C.) fue un semillero de experimentación. “A medida que el clima se moderó y aumentaron los niveles de precipitación (entre 6.200 y 4.200 a.C.), los humanos establecieron asentamientos durante todo el año. Tener vivienda permanente permitió domesticar una serie de plantas”, explica el estudio.
Los expertos apuntan que el período neolítico en Oriente Próximo fue un semillero de experimentación
La revolución neolítica comportó el comienzo de la agricultura, la domesticación de animales, el desarrollo de artesanías como la alfarería y el tejido, y la fabricación de herramientas de piedra pulida. ”La cerámica, que era ideal para procesar, servir y almacenar bebidas fermentadas, se inventó en este período junto con muchos avances en arte, tecnología y cocina”, recuerda Batiuk.

Para analizar los restos de vino en Georgia, los arqueólogos han utilizado un sistema que su empleó por primera vez hace 40 años, cuando un equipo de la Universidad de Ontario descubrió un barco en Godin Tepe, en el centro oeste de Irán.




Los investigadores dicen que los datos arqueológicos, químicos, botánicos, climáticos y de radiocarbono proporcionados por el análisis demuestran que la vid eurasiática Vitis vinifera abundaba alrededor de los sitios de Gadachrili Gora y Shulaveris Gora. “La domesticación de la uva finalmente condujo al surgimiento de una cultura del vino en la región”, apunta Stephen Batiuk.
“El potencial hortícola del sur del Cáucaso estaba destinado a conducir a la domesticación de muchas especies nuevas y diferentes, y surgieron productos innovadores secundarios”, añade. Las condiciones ambientales de la zona en los primeros tiempos del Neolítico eran “ideales”, similares a las que había en las regiones productoras de vino premium en Italia y el sur de Francia en la actualidad.
La vid eurasiática Vitis vinifera abundaba alrededor de los sitios de Gadachrili Gora y Shulaveris Gora
Batiuk y su equipo describen una sociedad antigua en la que beber y ofrecer vino penetraba e impregnaba casi todos los aspectos de la vida, desde la práctica médica hasta celebraciones especiales, desde el nacimiento hasta la muerte. ”Como una medicina, un lubricante social, una sustancia que altera la mente y una mercancía altamente valorada, el vino se convirtió en el foco de cultos religiosos, cocinas, economía y sociedad en todo el antiguo Próximo Oriente”, afirma.
”La gama infinita de sabores y aromas de las entre 8.000 y 10.000 variedades actuales de uva son el resultado final de la vid eurasiática domesticada que se trasplanta y cruza con vides silvestres en otros lugares una y otra vez”, añade. “La vid eurasiática que ahora representa el 99,9 por ciento del vino producido en todo el mundo hoy en día, tiene sus raíces en el Cáucaso”, concluye.
El 99,9 por ciento del vino producido en todo el mundo hoy en día tiene sus raíces en el Cáucaso