lunes, 28 de octubre de 2019

El arte que invita a escuchar


La exposición «¿Arte Sonoro?» de la Fundación Miró revisa la presencia de la sonoridad en las artes plásticas


CATERINA DEVESA

 El título no puede ser más claro. ¿Arte sonoro? Con esa pregunta la Fundación Joan Miró, en colaboración con la Fundación BBVA, ofrece un recorrido por más 70 piezas de 36 artistas diferentes, y en la que por supuesto no faltan piezas de Joan Miró (desde el 26 de este mes hasta el 23 de febrero). «Se comienza con un reto, con una cuestión», dice Arnau Horta, comisario de una exposición que en su primera parada aborda cómo la música sirvió de catalizador para la imaginación de artistas desde finales del siglo XIX hasta el XX. Algunas eluden a esta cuestión en su título como Chanteurs de flamenco, de Sonia Delaunay; o Rythme colore, de Survage. «Un ejemplo de creación visual con movimiento que inspiró a artistas de la Bauhaus como Kandinski», explica Horta. En esa misma estancia encontramos piezas de Tinguely y también de Rolf Julius. «Dentro de la exposición hay una microexposición dedicada a este artista», aclara Arnau, que añade: «Julius no hacía distinción entre los ojos y los oídos, y aseguraba confundir unos con otros».



La muestra cuenta también con piezas como Sound of paper, de Alvin Lucier; o los cantorales de Pablo Palazuelo. «Artistas que convirtieron la partitura en un espacio de experimentación», comenta el comisario. A experimentar es a lo que invita esta muestra que propone una experiencia del sonido no dirigida solo al oído, sino a todo el cuerpo. «En Handphone table, de Laurie Anderson, el visitante puede apoyar los codos para escuchar sonidos accesibles con una vibración», matiza Horta. Lo mismo pasa con Manheim Chair, de Michaela Melián, un asiento en el que escuchar composiciones como ESR, en referencia a la principal hormona sexual femenina, representada en varios dibujos-partitura.


El viaje sigue para descubrir el «secreto del silencio» con obras como A bruit secret, de Marcel Duchamp, que esconde un pequeño objeto de metal que produce ruido, o con el polémico 4’33, de Jonh Cage, que llegó a la conclusión de que el silencio era una variable, nunca completamente silenciosa. Pero, como «el sonido se expande», la muestra cuenta con piezas situadas fuera del recorrido como Solitary Speaker, de Julius. «Establece un diálogo con un tríptico de Miró. Nos hace mucha ilusión», recalca el comisario. La misma que le hace a los visitantes encontrarse con Birdcalls, de Louise Lawler, situado en uno de los patios de la Fundación. «Canta el nombre de varios artistas de su generación, todos hombres, imitando el canto de diferentes pájaros». Un guiño al feminismo que siempre viene bien escuchar.


domingo, 27 de octubre de 2019

Museo Picasso Málaga - Domingo 27 Octubre 2003


Los Reyes inauguraron el Museo Picasso de Málaga


"Málaga se lo merecía, y Picasso también". De esta manera ha resumido el Rey la impresión que le ha causado el Museo Picasso de Málaga,  La pinacoteca, que albergará 204 obras, entre pinturas, dibujos, esculturas, cerámicas y grabados, procedentes de las colecciones privadas de Christine y Bernard Ruiz-Picasso, nuera y nieto del artista, se une a las ya existentes en Barcelona y París, consagradas también a la obra del malagueño. Picasso regresa así a su ciudad natal



El edificio que alberga el museo es en sí mismo una obra de arte. Surgido de la colaboración de los arquitectos Richard Gluckman, Isabel Cámara y Rafael Martín Delgado, mezcla tres estilos arquitectónicos: Renacentista, barroco y contemporáneo. Además, en el sótano se encontraron ruinas arqueológicas fenicias, romanas y medievales que también se pueden visitar. Está ubicado en el Palacio de los Condes de Buenavista, en pleno casco histórico de la ciudad. El Palacio fue declarado Monumento Nacional en 1939. La financiación del Museo Picasso de Málaga (66 millones de euros), ha sido asumida íntegramente por el Gobierno andaluz.




“Picasso llegó, muy temprano, a mi exposición en Percier, y nos presentaron.” Era 1931 y las comillas son de las notas manuscritas de Alexander Calder, el artista rememora el primer encuentro que tuvo con Pablo Picasso cuando llegó a París y mostró por primera vez su obra no figurativa. Picasso ya era todo un personaje en la capital francesa y Calder solo un recién llegado. "Me enteré de que él había estado en la galería Vignon (acude a las exposiciones nuevas con la esperanza de llevarse algo que pueda usar, imagino) ¡qué malo soy!", escribió el escultor estadounidense sobre la visita del malagueño en febrero de 1932 a otra de sus muestras, en este caso el debut de sus móviles, organizada por Marcel Duchamp.




Desde el Museo Picasso París han viajado 44 obras, algunas tan especiales como la gran escultura Mujer en el jardín (1930), una pieza de más de dos metros de altura de hierro pintado en blanco, o Figura, una amalgama de ganchos, cuerdas, clavos y una cuchara que el malagueño creó en 1935 por puro divertimento y que sale de Paris en contadas ocasiones.

"Es un diálogo de dos grandes artistas que tienen muchos puntos en común: ambos nacieron a finales del siglo XIX, sus padres eran también artistas y los dos, aunque de formas distintas, renovaron el arte y contribuyeron a la modernidad en el XX", ha comentado Émilia Philippot, conservadora jefa de la colección del Museo Picasso-París, también comisaria junto a su colega Claire Garnier y al director del MPM, José Lebrero.



Entre las 107 obras que integran la muestra, expuestas en salas diáfanas en torno a conceptos como Capturar el vacío, Dibujar en el espacio, En suspensión, La gravedad y la gracia o Cortar y plegar, pueden verse trabajos sorprendentemente similares como Cercles et signes I, una tinta de 1930 de Picasso, y la escultura Wooden Bottle with Hairs (1943), de Calder.