viernes, 11 de marzo de 2016

Italia ajusta cuentas con el fascismo



El Gobierno da luz verde a un centro de estudios en el pueblo natal de Mussolini y el Parlamento desclasifica más de 13.000 documentos sobre las masacres de los años 40



Desde la caída del fascismo, todos los alcaldes de Predappio, el pequeño pueblo de Emilia-Romagna donde en 1883 nació Benito Mussolini, han sido de izquierdas, o socialistas o comunistas, pero todos ellos han gobernado sin sobresaltos desde un despacho situado en el antiguo dormitorio del dictador. El regidor actual, Giorgio Frassineti, del Partido Democrático (PD), recurre a la anécdota para ilustrar que, al menos aquí, una localidad de 6.500 habitantes, un 4% de paro y un 10% de inmigrantes sin problemas de integración, el pasado y el presente conviven de forma apacible. Una paz que solo se altera tres veces al año, cuando miles de ultranacionalistas nostálgicos con sus estrafalarios disfraces aprovechan el aniversario del nacimiento, la muerte y la marcha sobre Roma del Duce para visitar su cripta con el brazo en alto. “Y yo no estoy dispuesto”, dice al alcalde Frassineti, “a seguir dejando que Mussolini sea el patrimonio exclusivo de esos exaltados neofascistas o de los cuatro negociantes que venden porras, camisetas o estatuillas con la efigie del dictador. Se trata de algo mucho más serio, trágico, y tenemos la obligación de entenderlo”.




UN PROYECTO PARA RESCATAR LA MEMORIA
El centro de estudios sobre el fascismo se instalará en la antigua Casa del Fascio y tiene un prespuesto superior a los cinco millones de euros. Su apertura no está prevista antes de 2019.
El ayuntamiento de Predappio, gobernado por el Partido Democrático, ha logrado implicar en el proyecto al Gobierno de Matteo Renzi y a un buen número de expertos universitarios italianos y europeos.
Más de 50.000 nostálgicos del fascismo dejan cada año sus mensajes en la cripta de Mussolini. El Gobierno pretende arrebatar a los neofacistas el patrimonio de la figura histórica del Duce.


Explíquese, alcalde.
—Suelo decir, medio en broma y medio en serio, que yo quiero Mussolini para mí. No podemos fingir que Mussolini no ha existido y no podemos imaginar que el fascismo haya sido una enfermedad que ha golpeado un cuerpo sano. El fascismo tuvo un enorme consenso popular. El fascismo fue todo y el contrario de todo. Si queremos entender bien qué cosa es Italia y aprender de los propios errores, debemos aceptar a Mussolini. No podemos pensar que fue una broma, algo de lo que nos podemos reír o ridiculizar. Hay que hacer en Predappio un centro de documentación y de estudio sobre el fascismo que sea útil tanto al país como a Europa.
así, por esas paradojas que suceden en Italia, un alcalde de centro izquierda y un jefe del Gobierno también del PD —aunque Matteo Renzi no es de izquierdas ni de derechas sino todo lo contrario— se han aliado para resucitar, con el apoyo de una larga lista de expertos y un buen número de universidades del país, la figura histórica del dictador. En los últimos días, un subsecretario y varios técnicos del Gobierno de Italia han visitado Predappio y se han comprometido a aportar de las arcas públicas 4,5 de los más de 5 millones de euros que, tirando por lo bajo, costará rehabilitar la antigua Casa del Fascio, situada frente al ayuntamiento —donde vivió la familia Mussolini— y a dos pasos de la casa donde nació el dictador, cuyos padres —un herrero y una maestra socialistas— bautizaron con tres nombres de pila. Benito, por el revolucionario mexicano Juárez, Amilcare, por el anarquista italiano Cipriani, y Andrea, por Costa, uno de los fundadores del socialismo italiano. “Desde 1922 a 1943, durante todo el periodo fascista”, explica el alcalde Frassineti tras localizar en su manojo de llaves las de la casa donde tuvo su cuna el dictador, “Predappio se convirtió en el lugar desde donde se propagó el mito del hombre nuevo, un lugar de peregrinaje para miles de italianos. En esta escalera se fotografió media Italia”.
El peregrinaje continúa. En el cementerio de Predappio, la cripta de Mussolini es visitada a diario por simples curiosos o furibundos nostálgicos. En el libro de firmas se registran cada año unos 50.000 mensajes glosando su figura. El pasado sábado, Giaco y Fiore, dos ultras del club de baloncesto de Bolonia, se mostraban de acuerdo con el proyecto. “Porque Mussolini”, explicaban al unísono, “no debe ser visto solo como un monstruo, porque también hizo muchas cosas buenas, pero los libros de historia, sobre todo en Italia, son muy parciales”. Aunque el centro de estudios sobre el fascismo —cuya apertura nunca sería antes del 2019— ya ha sido bendecido por el alcalde y por el primer ministro, ambos del PD, algunos sectores de la izquierda ven con preocupación que el centro de estudios pueda ser confundido con un museo para mayor gloria de Mussolini y el fascismo. Los paisanos de Mussolini, salvo excepciones, no muestran ninguna preocupación al respecto. Prefieren ver el lado pragmático del asunto —“esto se llenará de turistas”, dice el sastre Frassineti—, y luego seguir votando a un socialista o a un comunista para que gobierne el pueblo desde el dormitorio del dictador.


La tragedia del «Titanic español», el vapor que se llevó al fondo del mar a 452 personas



En la madrugada del 5 de marzo de 1916 el vapor Príncipe de Asturias se fue a pique cerca de la costa de Brasil tras chocar contra un arrecife. Perecieron más de 400 personas



El navío era uno de los más caros de España. Estaba valorado en diez millones de pesetas – A






«La Reina y yo, profundamente conmovidos al conocer la triste noticia del naufragio, compartimos de corazón el dolor por la pérdida de tantas y tan preciosas vidas. Le ruego transmita a las familias de las víctimas la expresión de nuestro pésame más sincero». Estas fueron las palabras que, el 8 de marzo de 1916, dirigió Alfonso XIII -entonces rey de España- a Antonio Martínez Pinillos, propietario de la naviera a las órdenes de la que navegaba uno de los vapores más avanzados de la época, el Príncipe de Asturias. Un buque que ha pasado a la historia con el triste sobrenombre de «Titanic español» debido a que se fue a pique en la madrugada del 5 de ese mismo mes cerca del puerto de Santos (en la costa de Brasil) mientras transportaba hasta América a 593 almas.




Antonio Salazar, primer oficial del buque-




Su tragedia y la de las aproximadamente 400 personas que murieron en su interior cayó, sin embargo, en el olvido. Y todo, debido a la turbulenta época que atravesaba por entonces España. «Estábamos en plena Primera Guerra Mundial y, poco antes, se habían hundido el Lusitania y el Titanic en circunstancias mucho más dramáticas», explica a ABC Jorge Díaz, autor de «Tengo en mi todos los sueños del mundo» (Plaza & Janés, 2016), una novela histórica cuyo telón de fondo es este naufragio. La obra, concretamente, usa como hilo conductor las vivencias de varios personajes (desde un soldado, hasta mujer despechada) que verán como sus vidas se acaban entrelazando gracias al Príncipe de Asturias. Todo ello, aderezado con el estilo único que le da al escritor haber sido uno de los guionistas y creadores de «Hospital Central». «De mi experiencia en televisión utilizo el orden estructural, el protagonismo coral y la facilidad para los diálogos», señala a este periódico.

Un barco de ensueño
Como explicó ABC -que informó del suceso hace un siglo-, el Príncipe de Asturias fue botado el 30 de abril de 1914 en Glasgow (Reino Unido). Su tamaño era considerable para la época, aunque no llegaba a alcanzar al Titanic. Y es que, mientras que el «Buque de los sueños» tenía 882 pies de eslora y 92 de manga, este vapor sumaba respectivamente 477 y 58. «Tenía hermosísimos y lujosos salones de música y de fumar, con una bien surtida biblioteca, camarotes de lujo compuestos de salas, dormitorios, cuarto de baño, tocador... El viaje en uno de estos camarotes desde cualquier punto de España hasta Buenos Aires costaba 3.000 pesetas más impuestos», afirmaba este diario días después de la tragedia. En palabras de Díaz, contaba además con una tecnología bastante avanzada para la época mediante la que se pretendía evitar un desastre como el de su predecesor.


El 19 de febrero de 1916, el Príncipe de Asturias salió del puerto de Barcelona y, apenas unos días después, ya se encontraba a la altura de la costa de Santos (Brasil) cargado con 405 pasajeros y 188 tripulantes. El capitán José Lotina Abrisqueta -a su mando- tenía previsto llegar a puerto el 4 de marzo, pero el temporal se lo impidió. Por ello, prefirió esperar una jornada más. Al final, se decidió a entrar al muelle en la madrugada del día 5, a las 3 de la mañana. A esa hora la situación no podía ser peor debido a las lluvias, a la niebla y a la baja visibilidad, pero el veterano marino confiaba en su pericia. Para su desgracia, esta no pudo salvar al vapor del desastre y, aproximadamente a las 4 de la mañana, los oficiales se percataron de que se dirigían hacia un arrecife ubicado en punta Pirabura que no habían visto antes. Era imposible evitar la tragedia. Aunque Lotina ordenó (como hizo Edward Smith en el Titanic) ir «atrás toda», el impacto fue letal y alcanzó al vapor de costado.

En menos de cinco minutos el Príncipe de Asturias se hundió. De nada valió que algunos buques como el brasileño Vega o el español Patricio Satrústegui trataran de socorrerle. Murieron, según señaló ABC el 8 de marzo, unas 452 personas. Muchas de ellas, hervidas vivas en el agua de las calderas cuando estas estallaron y otras tantas ahogadas. Fue, en definitiva, uno de las tragedias marítimas más grandes de España.