Una muestra reúne en Málaga 61 piezas de diferentes formatos
realizadas entre 1909 y 1964
La obra 'Cabeza de mujer', que forma parte de la exposición
que puede contemplarse en el Museo Picasso de Málaga
El lienzo, la tela, el papel no fueron suficientes para
Pablo Ruiz Picasso. Su inabordable creatividad necesitó desde los inicios del
cubismo de la tridimensionalidad de la que carece la pintura. Madera, hierro,
yeso, cemento o bronce fueron los materiales más habituales para convertir en
escultura aquello que anidaba en su cabeza. Y con la ingenuidad y sencillez con
la que iniciaba cualquier proyecto artístico acabó revolucionando la escultura,
haciendo añicos los cánones heredados del XIX y marcando el camino a otros
artistas cuyas obras actuales no es posible comprenderlas sin la larga sombra
del genio malagueño.
Picasso escultor. Materia y cuerpo es el título de la
exposición que hasta el 10 de septiembre acogerá el Museo Picasso Málaga. A
partir de esa fecha la muestra viaja hasta Bilbao donde se exhibirá hasta 2024
en el Guggenheim. Comisariada por Carmen Giménez, primera directora del Museo
Picasso Málaga, la exposición reúne sesenta y una piezas de distintos formatos
realizadas entre 1909 y 1964. Giménez es de las que creen que la escultura no
fue de ningún modo un disciplina secundaria frente a la pintura. "Picasso
decía con insistencia que ningún arte es más o menos importante que los demás.
Dedicó a la escultura algunos de sus más iluminadas y fructíferas jornadas de
trabajo", asegura la comisaria de la muestra.
A diferencia de la pintura, de la que le costaba menos
trabajo desprenderse, la escultura se convirtió desde el inicio en una leal
compañera. Convivía con ella, está presente en los documentos fotográficos que
cartografían sus diferentes etapas artísticas, las consideraba parte íntima de
su pensamiento, una suerte de segunda piel más próxima que la tela donde
derramaba su óleo. Sus obras son, al igual que su pintura, la adaptación de un
tiempo y una época de la historia del arte. Si aceptamos que el cubismo es el
kilómetro cero de sus primeras piezas realizadas en barro y bronce, Picasso
alumbrará sus siguientes creaciones bajo los presupuestos de la abstracción, la
regresión al arte africano e íbero o esa suerte de object trouvé que marcará el
camino durante los años centrales de su vida.
El cuerpo humano, la obsesión por comprenderlo y
aprehenderlo, por ensanchar sus formas, huecos, aristas y extremidades está
detrás de las obsesiones de Picasso por la escultura. Hasta que el maestro no
cumplió los ochenta y cinco años no accedió a que sus obras fueran reunidas en
una exposición celebrada en el Petit Palais de París.
Carmen Giménez calcula que frente a los más de cuatro mil
quinientos cuadros, el maestro realizó unas setecientas obras que podríamos
considerar escultura.
Del mismo modo que las Señoritas de Avignon, en el MoMA,
deben su rostro a las máscaras africanas que obsesionaron al pintor y que había
visto por primera vez en el Musée d'Etnographie del Trocadero parisino, la
primeras esculturas obedecen a esa iconografía que lo obsesionó durante toda su
vida.
Cabeza de mujer, de 1909, es Fernande, una de sus primeras
parejas. Copa de absenta, de 1914, introduce el espacio, el vacío, la nada,
como parte de la escultura, algo que revolucionará a partir de ese momento el
concepto clásico que se tenía por la escultura. De 1924 es Guitarra, donde el
genio utiliza materiales efímeros como el cartón, la hojalata o los cordeles
para poner punto final a las ensoñaciones del surrealismo. Hasta 1934 se
obsesiona por los hierros soldados, trabajos que realiza junto a su amigo Julio
González.
Años después, en su castillo de Boisgeloup abrazará el
modelado del yeso donde la curva cobra un nuevo significado. En las décadas de
los cuarenta y cincuenta la escultura cobra argumento familiar. En 1948,
atraído por la cerámica en Vallauris, la escultura cobra un nuevo lenguaje. En
las residencias al sur de Francia donde vivió las obras se repiten y a partir
de los sesenta emprende grandes formatos fruto del cambio de paradigma de las
ciudades.
Imagen daniel perez EFE