sábado, 22 de febrero de 2020

El espantoso y letal castigo infligido al agente que traicionó a la URSS en la crisis de los misiles de Cuba


Oleg Penkovski tenía acceso a documentación altamente confidencial como miembro de la cúpula de la inteligencia militar soviética. Le ataron a una tabla y fue introducido lentamente en un horno crematorio

El espía ruso Oleg Penkovski
Oleg Penkovski era coronel del GRU, la inteligencia militar soviética, cuando fue detenido en 1962. Fue torturado y ejecutado salvajemente pocos meses después. Según el testimonio de un compañero, le ataron a una tabla y fue introducido lentamente en un horno crematorio. Sus cenizas fueron arrojadas a una fosa común.
El «pecado» que ocasionó la terrible venganza del GRU fue el descubrimiento de la traición de Penkovski, que había pasado a la CIA durante varios años información altamente confidencial sobre la guerra química, el diseño y la construcción de misiles y la estrategia militar del Kremlin.
Fue este oficial soviético el que entregó a la Agencia cientos de fotografías de los emplazamientos de los misiles de medio alcance que la URSS estaba instalando en Cuba. Esas pruebas desencadenaron la llamada «crisis de los misiles» en 1962, que concluyó cuando Kruschev tuvo que retirar las armas de la isla para evitar un enfrentamiento bélico con Estados Unidos.
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Penkovski, hijo de un comandante ruso que combatió contra Lenin, estudió
la carrera militar en Kiev. Luchó en el Ejército Rojo contra los nazis y concluyó la guerra con el grado de teniente coronel. Posteriormente, fue enviado a la embajada de Ankara como agregado militar. Y, finalmente, a comienzos de los años 50, fue destinado al GRU por recomendación del general Ivan Serov, jefe del KGB, del que era amigo y confidente desde su juventud.
Hasta su caída en desgracia, Penkovski había formado parte de la cúpula del GRU con acceso a documentación altamente confidencial. Decepcionado por la deriva del régimen comunista, decidió colaborar con la CIA y el MI6 británico a finales de la década de los 50. Desde entonces, pasaba información a sus controladores en Moscú. Nunca cobró dinero ni obtuvo favor alguno por sus informes. Actuaba por convicción.
Según la versión de Christopher Andrew y Oleg Gordievski en su libro sobre el KGB, los soviéticos envenenaron a Penkovski para internarle durante unas semanas en una clínica. Aprovecharon la ocasión para instalar cámaras y micrófonos en su casa de Moscú. Y así pudieron saber que el agente disponía de un pasaporte falso.
Otras fuentes apuntan a que fue delatado por el doble agente británico George Blake, que informó a los rusos que tenían un topo que pasaba información clave sobre los misiles en Cuba a los servicios secretos estadounidenses. Sea como fuere, su detención provocó la destitución del general Serov, su protector, tras la perdida de confianza de Kruschev.
El KGB había grabado un encuentro de Penkovski en el hotel Ucrania con un espía británico llamado Greville Wynne. Y le había sorprendido cometiendo sospechosas faltas en los protocolos de seguridad. Tras haberle filmado y seguido durante meses, le detuvieron por temor a una fuga. Semanas más tarde, la CIA encontró una marca de Penkovski en una farola. En ese momento, sus controladores supieron que ya no le volverían a ver.


lunes, 17 de febrero de 2020

El «Trozo de piel» que unió a Cela y Picasso


La fundación del pintor dedica una exposición a explorar a través de un centenar de piezas su relación con el escritor gallego


Retrato de Picasso y Cela en 1.958 a la derecha, transcripción por el escritor de un  poema en prosa, “Trozo de piel” del pintor

REDACCIÓN / LA VOZ
«Yo tenía de Picasso una impresión confusa, como la de todos los mitos y símbolos. Al encontrarme ante él, me di cuenta de su profunda humanidad, de que es fundamentalmente un hombre». Así recordaba Camilo José Cela su encuentro con el pintor, el 1 de agosto de 1958, en La Californie, Francia, adonde había viajado el escritor gallego con la propuesta de dedicarle al artista un monográfico de la revista que editaba en Mallorca, Papeles de Son Armadans. Fue el inicio de una relación afín que se prolongó en diversos encuentros y que atestiguan diversos documentos, libros, obras artísticas en papel y cerámicas.
Es este material el que se ha reunido en la muestra Trozo de piel. Cela-Picasso, pasiones compartidas. Colección Gabarrón, que se puede ver desde este jueves y hasta el 31 de mayo en la sala de exposiciones temporales de la fundación del artista en Málaga. Destaca, por ejemplo, el especial de Papeles de Son Armadans que finalmente se publicaría en 1960, que motivó a Picasso a pintar varios dibujos con ceras que se expondrían ese mismo año en Mallorca.


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Otro punto de encuentro entre ambos, presente en la muestra, es su interés compartido por la poesía. Cela le preguntó a Picasso por esta cuestión y el artista le enseñó una carpeta con versos que había escrito. El literato transcribió uno, titulado Trozo de piel, para publicarlo; otros poemas del pintor entrarían en un proyecto compartido, Dibujos y escritos, donde sus papeles habituales se invertirían: Cela ilustraría las palabras de Picasso. Volverían a colaborar en iniciativas semejantes, como el libro Gavillas de fábulas sin amor, publicado en 1962, aunque en esta ocasión fue Cela quien reinterpretó diversos mitos -entre ellos el de Narciso- que Picasso abordó también desde las ceras. Curiosamente, el libro se pudo publicar gracias al relevo al frente del Ministerio de Información, en el que Manuel Fraga sucedió a Gabriel Arias-Salgado, que se había opuesto frontalmente a que la obra viese la luz.
La cerámica fue otro medio en el que se plasmó esa relación, con diversos platos y bandejas, así como placas, con el arte de Picasso.