domingo, 16 de febrero de 2020

Una obra de Monet establece el récord de subasta de Sotheby’s con 110 millones de dólares


La casa de subastas augura un 2020 que pueda superar esta meta


obra 'Meules' del pintor Claude Monet
La casa de subastas Sotheby’s ha presentado los datos del año 2019, en el que han alcanzado los 4.800 millones de dólares en el cómputo global de todas las subastas celebradas. Entre todas las piezas subastadas, el récord lo ha establecido la obra ‘Meules ’ de Claude Monet, que llegó a los 110 millones de dólares en la subasta de Arte Impresionista y Moderno que Sotheby’s celebró en Nueva York en mayo de 2019.

En total, han sido más de 55.000 lotes vendidos en las más de 400 subastas celebradas tanto física como virtualmente en todo el mundo. El 30 por ciento de las ventas presenciales de la casa de subastas pertenecen a clientes asiáticos.
Vitivinicultura: un sector en auge
Un sector que ha visto cómo ha aumentado su importancia en el mundo de las subastas ha sido la vitivinicultura, que ha crecido un 20 por ciento con respecto a 2018, llegando a los 118 millones de dólares y marcando la cifra más alta de la historia de Sotheby’s.



Asimismo, 2019 ha sido un año histórico para las subastas de relojes al conseguir llegar a los 109 millones de dólares, lo que supone un aumento del 22 por ciento con respecto al 2018.
2019 ha sido un año excepcional para Sotheby’s. Hemos conseguido ventas récords en todas las categorías y hemos podido celebrar el 275 aniversario por todo lo alto.”

AURORA ZUBILLAGA Consejera delegada de la casa de subastas en España
Si miramos las más de 100 subastas que hemos celebrado en los dos últimos meses del año, vemos resultados particularmente notables. El 2020 promete ser un año emocionante para Sotheby’s y estamos seguros de haberlo comenzado con buen pie”, ha asegurado Zubillaga.

viernes, 14 de febrero de 2020

Las 999 chicas del primer tren a Auschwitz


Heather Dune Macadam reconstruye la historia de las 999 jóvenes judías eslovenas que llegaron en el primer convoy al campo de concentración. «El relato oficial del Holocausto es masculino», asegura.


LETICIA BLANCO





Edie y Ella Friedman, enviadas al campo, junto a otras chicas, en 1938.

En la primavera de 1942, 999 mujeres judías de entre 16 y 35 años fueron reclutadas en Eslovaquia y enviadas a Auschwitz. Les dijeron que no estarían fuera más de tres meses y que iban a trabajar a la recién ocupada Polonia. Para muchas, era la primera vez que salían de casa. Algunas incluso se emocionaron ante la idea de ir a trabajar al extranjero. La mayoría no volvió a casa. Dos tercios del convoy -por el que Alemania pagó 500 marcos al gobierno del sacerdote nazi Jozef Tiso- falleció antes de que el año terminara.
La norteamericana Heather Dune Macadam cuenta en Las 999 mujeres de Auschwitz (Roca Editorial/ Comanegra) las historias que ha logrado reunir, 75 años después, de aquellas chicas judías que llegaron en el primer tren a Auschwitz. No eran prisioneros de guerra ni combatientes de la resistencia, sino mujeres en la plenitud de su vida.

¿Por qué? «Si tu objetivo es destrozar una raza, lo primero que atacas es a las mujeres en edad fértil. Ha sido así desde Babilonia, las mujeres siempre han sido el blanco de guerras y genocidios. Además, en una sociedad patriarcal era más fácil dejar ir a tus hijas que a tus hijos. Y estoy convencida de que en la Conferencia de Wannsee se dijo que había que empezar por las mujeres. Eran jóvenes, adolescentes, poco educadas... no eran importantes», explica.
«Las sensaciones son difíciles de explicar», cuenta en el libro una de las supervivientes, Edith, «porque una chica de 17 años, si no es una estúpida de remate, es mucho más optimista sobre el futuro que una persona mayor. A pesar del miedo y la inseguridad, el optimismo seguía allí». Quizá eso explique que, según la autora, las mujeres sobrevivieran en el campo más que los hombres. «Si has pasado por Auschwitz, el número con el que te marcaron al llegar es tu identificación, el que indica en qué fecha entraste en el campo. ¿Cuántos supervivientes hombres hay con un número de cuatro cifras? La respuesta es que apenas hay en comparación con el número de mujeres. Somos más duras», asegura.
Un dato que tiene varias explicaciones: una es que a los hombres que no eran enviados directamente a las cámaras de gas se les asignaban durísimos trabajos físicos que mermaban rápidamente su salud. Otro es la complexión física de algunas mujeres: «Si eras pequeña, era probable que necesitaras comer poco para mantenerte, y también que pasases más desapercibida entre los miles de prisioneros. El mero hecho de quedar por debajo de la mirada de los guardias de las SS hacía que no fueras percibida como una amenaza. Aunque vivir o morir era una cuestión de suerte: te podían matar por cualquier motivo, por estar enferma, por estar sana o por ser guapa».

¿Por qué 999 y no mil? La autora asegura que se debe a lo obsesionados que estaban los altos cargos del Tercer Reich con el misticismo oculto. Himmler era un astrólogo ferviente, un entusiasta de las cartas astrales, Goebbels estaba fascinado por Nostradamus y el número 9 era «culminante», muy potente. La prueba es que días antes, Himmler ordenó otro envío a Auschwitz de otras 999 prisioneras de Ravensbrück.
Las cámaras con Zyclon-B empezaron a funcionar en julio de 1942, así que Dune Macadam calcula que las supupervivientes que llegaron en marzo de aquel año pasaron en Auschwitz dos años y nueve meses, casi tres años, antes de que fuera liberado en enero de 1945. «Pero si te fijas, el relato oficial del Holocausto, las historias que son el buque insignia del campo, son de hombres como Primo Levi, que pasó seis meses allí, o Viktor Frankl, que estuvo menos. Es una historia masculina. La única historia femenina es la de Ana Frank, que no escribió sobre Auschwitz».
Hace seis semanas que el libro se publicó en Estados Unidos y su eco internacional ha hecho que aparezcan nuevas pistas relacionadas con aquel convoy: sólo en las dos últimas semanas se han puesto en contacto con Dune Macadam una superviviente de 96 años desde Australia y otra de 94 de Nueva York. «Hace un mes contabilicé 60 supervivientes, pero hoy diría que son unas 80. A las mujeres les cuesta más contar su historia. Todavía existen muchas historias que no conocemos», apunta la autora, para quien recoger esas voces es hoy más importante que nunca por varias razones. «La primera es porque se están muriendo. Y luego está el auge del antisemitismo en Europa y la polarización de las razas y las religiones en la sociedad», desliza. «La guerra no le sirve a nadie. Odiarse está mal, pero ¿matarse por ello? Si queremos la paz necesitamos más mujeres líderes»
diario el mundo . madrid