viernes, 4 de octubre de 2019

II GUERRA MUNDIAL El subsuelo de Berlín, plagado de bombas de la II Guerra Mundial


Los aliados, junto con el Ejército Rojo, bombardearon la ciudad durante semanas
Nadie sabe cuanto tiempo se tardará en limpiar el terreno

XAVIER MAGRANER

Han pasado más de 74 años del final de la II Guerra Mundial, y se cree que, en la capital alemana, Berlín, podrían seguir habiendo un total de 4.600 bombas sin detonar. Cabe recordar que el Ejército Rojo, dirigido por Gueorgui Zhúkov, bombardeó a los nazis durante semanas.
El Ejército Rojo consiguió que Berlín se rindiera
Los artificieros de Berlín han ido detonando desde 1947 todas las bombas que han descubierto a su paso, y hasta ahora se ha logrado eliminar un total de 1.197. Al final de la contienda se creyó que se tardaría 10 años en limpiar el suelo berlinés, cálculos que han acabado siendo erróneos.

jueves, 3 de octubre de 2019

Obras falsas de Picasso, Kandinsky, Miró, Dalí y De Chirico, secuestradas en un museo de Sicilia


La Policía italiana ha retirado 26 de los 150 cuadros de una exposición visitada por miles de turistas en el municipio de Noto


Una de las obras falsas de Girogio de Chirico secuestradas, con el logo de los Carabineros – ABC
Ángel Gómez Fuentes

La exposición contaba con 150 cuadros presentados al público como «imperdibles obras de arte», pinturas de maestros que era necesario conocer. El escenario era ideal para la muestra: el Museo de Noto, ciudad siciliana de 24.000 habitantes, considerada la capital del barroco con un centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Pero la exposición, con maestros del siglo XX, representantes del furismo, el cubismo, la metafísica y el surrealismo, ha resultado ser un auténtico engaño. Se buscó un título llamativo, haciendo juego con el nombre del municipio: «"L" impossibile è Noto» (Lo imposible es conocido). Al final, el título resultó ser profético y pintoresco.
Se inuaguró el 11 de abril y estaba programada hasta el 10 de noviembre. Por el Museo de Noto han pasado miles de turistas, pagando 12 euros los adultos y 7 euros las entradas de precio reducido. El precio merecía la pena para ver obras de artistas nacionales e internacionales de máximo renombre. El proyecto contó con la presencia del conocido crítico italiano Vittorio Sgarbi, que sin imaginarse la posibilidad de tal engaño se prestó a dar una conferencia el pasado 21 de agosto en el Museo de Noto.
Una investigación, desencadenada por una advertencia de la Fundación Giorgio de Chirico, descubrió que cuatro de las telas de la exposición del Museo de Noto atribuidas al maestro de la pintura metafísica eran falsas. Un perito de la Fiscalía de Siracusa confirmó que los cuatro cuadros mostrados como obras maestras de De Chirico eran completamente falsos.
Los mismos expertos han planteados muy serias y fundadas dudas sobre la autenticidad de otras 26 telas, que fueron inmediatamente secuestradas. Estos cuadros llevan las firmas de Pablo Picasso, Joan Miró, Salvador Dalí, Kandinsky, Klee, Max Jacob, Hnas Richter, Giacomo Balla, Carrá y De Chirico, entre otros. Las cuatro pinturas de Giorgio de Chirico habían sido prestadas a los organizadores de la exposición por una sociedad extranjera. Una persona está ya inscrita en el registro de los investigados acusada de falsificación de obras de arte.




domingo, 29 de septiembre de 2019

Cultura El Tercer Reich amable que Hitler vendía a los turistas


Julia Boyd publica «Viajeros en el Tercer Reich», una recopilación de relatos que exponen el auge del nazismo visto desde los ojos de extranjeros que se dejaban llevar por la propaganda.


Extravagancia, música, sol, innovación, modernidad, cerveza y calles adoquinadas. Berlín, en el período de entreguerras, era eso: pura atracción turística. Había caos, la pornografía no se escondía y la libertad sexual se predicaba. Los alemanes eran felices, vivían con orgullo teniendo en cuenta que el país acababa de salir de la Primera Guerra Mundial. Al menos, eso es lo que percibían los extranjeros que viajaban al país. Julia Boyd acaba de publicar «Viajeros en el Tercer Reich» (Ático de los libros), una obra que, a partir de relatos de primera mano de personas –tanto anónimas como conocidas– que transmitieron en cartas y documentos cómo era la Alemania de entonces, refleja el auge del fascismo en un país que transmitía libertad y bienestar. «Los alemanes establecieron una agencia de viajes que formaba parte de su maquinaria de propaganda», explica la escritora, de manera que «ofrecían una bienvenida muy cálida a los turistas» y, sobre todo, «a los estadounidenses y los británicos, porque querían que vieran cómo Alemania se había recuperado tras la guerra». De esta manera, el país transmitía, para Boyd, dos imágenes: «La que ofrecía la propaganda como hoy hacen las “fakes news”» y, por otra, las desgracias que se escuchaban en otros países sobre el nazismo.
Muchos de estos viajeros –que Boyd divide de forma general en tres grupos: turistas, diplomáticos y periodistas– «ya conocían la violencia en las calles, cómo la gente desaparecía de un día para otro, la prisión sin juicios o la quema de libros». Y es por ello que, además de atracción turística, había confusión. «Los extranjeros pensaba que los periódicos exageraban», explica Boyd, ya que al haber escuchado cosas malas sobre Alemania, «cuando llegaban veían a gente amable, por lo que había quienes pensaban que Hitler era sincero, mientras que otros se preguntaban si realmente se estaba preparando para otra contienda». Esto último, algunos se negaban a admitirlo, pues no querían ni pensar que se avecinara otra con la Primera Guerra Mundial recién terminada.



Del Reichstag a la cocina

En la Alemania de entreguerras hubo (aparente) felicidad, pero también sacrificios llevados a cabo por la gran confianza en Hitler, hacia quien había «una admiración erótica y religiosa» por parte de los alemanes. Ejemplo de ello son las mujeres. Asegura Boyd que es «sorprendente que en la República de Weimar tenían mucha libertad, de hecho en el Reichstag había más mujeres que en cualquier otro sitio y, sin embargo, cuando llegaron los nazis pasaron a centrarse en la cocina, en cuidar a los niños, en ir a la iglesia...». Esta dedicación y devoción por el Führer lo expresa uno de los extranjeros que aparece en la obra de Boyd, mientras que también hay versiones de otras personas «muy conservadoras, que consideraban que aquella época era desordenada». De tal manera que éstos «aplaudieron la llegada de Hitler al poder y estuvieron de acuerdo con la “limpieza” que llevó a cabo en la sociedad», señala la autora.
Todos los relatos que recoje, escritos por estudiantes, trabajadores sociales, así como por personajes como Virginia Woolf, Samuel Beckett o el embajador británico en Berlín, tenían un denominador común, ya que «a todos les llegaba la misma información, de un Hitler que quería salvar Europa para hacerla un lugar más seguro». Sin embargo, confiesa que «si yo hubiera ido en ese momento, lo que me habría echado para atrás habrían sido las leyes de Núremberg, cuando se retiró la ciudadanía a todos los judíos». Para Boyd ese fue el punto de inflexión, como también lo fue «la noche de los cristales rotos, en 1938, a partir de la cual el turismo bajó muchísimo». Todo esto «provocó que los turistas empezaran a ver la realidad de lo que sucedía», pues, continúa, «Hitler fue un monstruo desde el principio». A pesar de toda la música, la fiesta, los paisajes y la imagen sexy que se intentaba transmitir de Alemania, «Hitler era inteligente y creo que siempre supo que lo que quería era expandir el Reich, fue como un experto de las “fake news”».
Trump no es el Führer, pero la libertad tiembla igual

«Cuando Hitler subió al poder se creó una represión brutal y absoluta», expresa Boyd, «cualquiera que se atreviera a contradecir al régimen se le mataba o moría de hambre». Para la escritora, la historia no se repite, pero sí que crea paralelismos: «No soy fan de Trump ni del Brexit, aunque no vivimos en un régimen como el que ocurría entonces». Por ello, expresa que siendo el fascismo el peligro en aquella época, actualmente el problema está en que «cada vez es más complicado cumplir las expectativas de la sociedad», pues los países liberales «siempre están amenazados por el auge de los extremos y, ante esto, hay que trabajar duro y apoyar a que la democracia se mantenga».
diario LA RAZON MADRID