martes, 21 de mayo de 2019

Alain Delon, premio honorífico de Cannes: “La cámara es una mujer”


El mítico actor Alain Delon, de 83 años, recoge su Palma de Oro honorífica,  en Cannes



El actor recibió la Palma honorífica en una ceremonia que no se vio enturbiada por quienes pedían que se le retirara esta distinción por “homófobo, machista y racista”



Thierry Frémaux aconseja a los asistentes de la «masterclass» de Alain Delon que dejen sus móviles a un lado. Necesitan las manos para aplaudir. Parece que han pasado meses desde que las asociaciones feministas –la americana Women and Hollywood ha recogido, no es moco de pavo, 25.000 firmas– pusieron el grito en el cielo para que el Festival se retractara de su decisión de otorgarle la Palma de Oro honorífica a toda una carrera al que consideraban «un machista, un racista y un homófobo». Ni caso, por supuesto. Como si no hubiera ocurrido nada. ¿Hace falta que pasemos lista? Delon, que se declaró simpatizante del Frente Nacional, porque conocía a Jean Marie Le Pen de sus tiempos en el ejército; Delon, que confesó que darle una bofetada a una mujer no era machista, que él había recibido las suyas; Delon, que afirmó que la unión entre dos hombres era «contra natura». Por la boca muere el pez, sin duda. Hace una semana, Frémaux, factótum del festival, defendía a Delon visiblemente molesto –«No le vamos a dar el Premio Nobel de la Paz»– y denunciaba la existencia de una «policía política» que censura y exige cabezas cortadas.


Íbamos por los aplausos, ¿no? Delon apareció en el escenario de la sala Buñuel con la sonrisa en el ojal y la mirada azul de antaño empañada por las bolsas. Pesan sus 83 años, y también su relación de amor y odio con el festival de Cannes, al que prometió no volver en 2006 para desdecirse en 2007. 
 pues, se escenificaba un acto de reconciliación. Eso sí, Delon no perdió oportunidad de echar flores al sexo opuesto, pensando, tal vez, que se había camuflado alguna feminista airada dispuesta a amargarle la mañana, que el día era largo, y aún le quedaba recibir la Palma en la proyección especial, por la tarde, de «El otro sr. Klein», de Joseph Losey. «Si no fuera por las mujeres que se han cruzado en mi camino, estaría muerto. Ellas me han amado, y han querido que me dedicara a este oficio.


Sin ellas, no estaría aquí». Lo contó después de admitir que fue la actriz Brigitte Auber, que le había confesado su amor en su primera película como intérprete («Nos vemos en Cannes, me dijo. Y yo le pregunté: ¿Qué es Cannes?»), quién le presentó a Yves Allegret, que le dio el mejor consejo de su vida: que nunca actuara, que hablara y se moviera con naturalidad. Que fuera, como manda el tópico, él mismo. «Yo no interpreto, vivo mis papeles. Eso no suele ser demasiado divertido para mis parejas. Para mí, la cámara es como una mujer que miro a los ojos».
Un «sex symbol» sesentero


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Fue gracias a otra mujer (Bella, la esposa de René Clément) que consiguió convertirse en el Tom Ripley de «A pleno sol». El director de «Juegos prohibidos» y los productores del filme insistían en convencerle de que sería un gran Dickie Greenleaf, pero él ni por esas, y sus interlocutores, cada vez más irritados. «Fue Bella, que estaba secando los platos, que, desde la cocina, gritó: “René, el pequeño tiene razón”». Su Tom Ripley era la apoteosis de la ambigüedad sexual, un atractivo imberbe, a la vez peligroso e indolente, que le convertiría en un «sex symbol» que emanaba una cierta aura de perversidad. De esa aura se quedó prendado Luchino Visconti, homosexual y comunista, que no tardó ni un instante en ofrecerle el protagonista de «Rocco y sus hermanos» y, más tarde, el de «El gatopardo». «Luchino estaba dirigiendo “Don Giovanni” en Londres y me dijo que no aceptaría un no por respuesta», aseguró después de emocionarse al ver una escena compartida con Annie Girardot, de la que dijo estar enamorado.

Parecía que el repaso que estaba haciendo a su carrera servía para exorcizar los fantasmas de sus reaccionarias declaraciones. Visconti no fue el único comunista con el que trabajó. Joseph Losey le dirigió en «El otro señor Klein», precisamente la película que Delon escogió para celebrar su premio ayer, tal vez como revancha por el rechazo que despertó cuando se proyectó en el Cannes de 1976, tal vez porque limpia su imagen de lepenista antisemita. «Era una historia que había que contar, me la jugaba produciéndola, pero alguien tenía que hablar del colaboracionismo francés», dijo.

Ignorado por la Nouvelle Vague al ser un actor asociado al cine de la vieja guardia (algo que Godard enmendó en una película de los noventa, titulada precisamente «Nouvelle Vague»), Delon también trabajó con Antonioni («El eclipse»), Deray («La piscina») y, por supuesto, con Jean-Pierre Melville, gran amigo y cineasta fetiche («El silencio de un hombre»). A ellos les dedicó esta polémica Palma: «Yo soy todo y soy nada. Soy lo que hicieron conmigo. Acepto este premio, rechazado hace mucho tiempo, aunque me habría gustado que se lo dieran a mis directores. Fui su primer violín o piano y tuve directores de orquesta excepcionales. Todos están muertos, por eso recibo el premio en su nombre».
Sergi Sánchez.

domingo, 19 de mayo de 2019

Un cuadro de Monet bate el récord del artista


La obra ‘Meules’, subastada por 98 millones de euros
La obra Meules ( Pajares), pintada por Claude Monet en 1890 y que forma parte de la serie Almiares, marcó un nuevo récord del artista al venderse por más de 110 millones de dólares (unos 98 millones de euros) en una subasta celebrada en la sede neoyorquina de Sotheby’s.


La pieza, considerada uno de los iconos del impresionismo, había sido tasada en unos 50 millones de euros, un precio que superó pocos segundos después de salir a la venta en la tarde de arte moderno e impresionista de Sotheby’s de la temporada de primavera.
Tras una puja que se alargó durante más de ocho minutos, en la que participaron seis postores, Meules alcanzó un precio de martillo de 97 millones de dólares, un monto que llega hasta los 110,7 millones –el doble de lo estimado– con impuestos y comisiones. La cifra es 44 veces el precio que alcanzó la última vez que la pieza salió a la venta en una subasta de Christie’s celebrada en Nueva York en 1986, y también marca un récord para cualquier obra de la corriente impresionista.
Esta pintura es una de las pocas de la serie Almiares de Monet que han salido a subasta este siglo y que aún es propiedad privada, ya que de las 25 obras que la conforman, un total de 17 ya están en manos de instituciones públicas, entre ellas el Museo Metropolitano de Nueva York, el Museo d’Orsay en París, y el Instituto de Arte de Chicago.
Otra de las obras protagonistas de la subasta fue Femme au chien ( Mujer con perro), de Pablo Picasso, cuyo valor se estimaba entre los 25 y los 30 millones de dólares, pero que se vendió por 54,9 millones de dólares (unos 50 millones de euros).
Pintado en 1962, la obra es un retrato de su perro Kaboul y de su segunda esposa, Jacqueline Roque, con quien Picasso estuvo casado hasta su muerte, en 1973. Es la obra de Picasso posterior a 1960 que mayor precio ha alcanzado en una subasta.
La mayor decepción de la noche fue para el colosal cuadro Jóvenes de Baco, de 6x3,3 m, la obra más importante del francés William Bouguereau. La obra no encontró comprador al no superar las pujas los 18 millones de dólares, pese a que su valor estaba entre los 25 y 35 millones de dólares.