martes, 6 de marzo de 2018

El Toro de Osborne cumple 60 años como icono, mito y seña de identidad



La figura del toro de Osborne se recorta contra el horizonte en una llanura de Fuente de Cantos (Badajoz). / MARCELO DEL POZO (REUTERS)

La popular silueta que ideó el publicitario Manolo Prieto ha sorteado arreones, esquivado gañafones de tauromaquia añeja y, al menos en dos ocasiones, se ha beneficiado del pañuelo naranja del indulto merced a otras tantas sentencias judiciales
Sesenta años ha cumplido el Toro de Osborne como icono del diseño y punto de encuentro en las carreteras españolas desde la instalación, en 1958, de la primera serie de ejemplares según el prototipo emplazado un año antes en Cabanillas (Madrid) para promocionar el brandy insignia de la histórica bodega.
Décadas después, la popular silueta que por encargo de Osborne ideó el publicitario Manolo Prieto (1912-1991) ha sorteado arreones, esquivado gañafones de tauromaquia añeja y, al menos en dos ocasiones, se ha beneficiado del pañuelo naranja del indulto merced a otras tantas sentencias judiciales.
"Se ha convertido en punto de encuentro, lugar de unión y entendimiento entre comunidades", además de "un icono del diseño español reconocido internacionalmente", explica el presidente de la Fundación Osborne, Tomás Osborne Gamero-Cívico, en el prólogo de un libro conmemorativo que ha editado la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico, con sede en Aguilar de Campoo (Palencia).
Dedicado "a todos aquellos para quienes la tolerancia es su guía", esta publicación resume la genealogía histórica del Toro de Osborne con fotografías de Pau Barroso y textos del historiador Jaime Nuño, director del Centro de Estudios del Románico de la Fundación Santa María la Real.
Negro zaino, acaramelado de pitones, ensillado y de generosa papada, el Toro de la Carretera, como también se le conoce, nació en el kilómetro 55 de la N-I, en Cabanillas de la Sierra (Madrid), elaborado en madera y de cuatro metros de alzada.
En un año, la camada se amplió hasta quince ejemplares y la cabaña se multiplicó en los años sesenta hasta sumar medio millar de siluetas en las carreteras de una España entonces en plena efervescencia del turismo, lo que contribuyó a su identificación y proyección como seña de identidad del país entre los extranjeros.
El primer puyazo lo recibió desde la normativa estatal de carreteras cuando en 1962 distanció al morlaco del asfalto para no distraer a los conductores, pero lejos de repucharse se vino arriba al ocupar lugares más alejados y crecer en tamaño para compensar el necesario alejamiento de la vía.

De los cinco metros y la madera, se pasó al metal, los catorce de altura y a los 4.000 kilos de peso soportados por cuatro torretas metálicas ancladas en zapatas de hormigón, un tamaño que los profesionales del toreo identificaron desde entonces con el excesivo trapío y romana de los que tenían que lidiar en algunos cosos.
De aquella comparación ('más grande que el Toro de Osborne'), el cornúpeta más popular pasó a ser portada en 1972 de The New York Times Magazine para ilustrar un reportaje sobre la España del tardofranquismo, y en 1987 acusó el espadazo en todo lo alto que le administró la nueva Ley de Carreteras al prohibir la publicidad situada junto a la red de viaria.
Lo que parecía la puntilla y el posterior arrastre al desolladero del olvido se convirtió, un año después, en una larga cambiada gracias a la declaración del Toro de Osborne como Bien de Interés Cultural (BIC) por parte de la Junta de Andalucía, atenta al quite para evitar el cachetazo definitivo.
La publicidad del brandy desapareció de su anatomía, el astado fue indultado y asumió la condición de mito, una categoría de icono gracias a los descendientes de Thomas Osborne Mann, natural de Exeter (Reino Unido), que a finales del siglo XVIII se estableció en El Puerto de Santa María con un negocio de exportación de vinos.
El bravo aguantó una nueva acometida cuando en 1994 el Gobierno central, al interpretar como publicidad subliminal la figura del animal pese a no tener ningún añadido gráfico ni rotulado, impuso una multa de un millón de pesetas a la firma bodeguera.
El Tribunal Supremo, en una sentencia de 1997, zanjó el asunto al afirmar que la silueta, con el tiempo transcurrido, "ha superado su inicial sentido publicitario y se ha integrado en el paisaje", y considerar que debe prevalecer, como causa que justifica su conservación, "el interés estético o cultural que la colectividad ha atribuido a la esfinge del Toro".

El fotógrafo Pau Barroso, en un trabajo de campo que ha durado varios años, ha captado con su cámara los 88 ejemplares dispersos por la geografía viaria en 36 provincias de quince comunidades y la ciudad autónoma Melilla, todo el territorio nacional menos Cantabria y Ceuta.

viernes, 2 de marzo de 2018

Pablo Picasso, de récord



Mujer con boina y vestido de cuadros' alcanza los 56 millones en la subasta.




Pablo Picasso. 'Mujer con boina y vestido de cuadros' (1937)




La argentina María de las Mercedes Adela Atucha y Llavallol, condesa de Cuevas de la Vera, pasaba largas temporadas en Europa, especialmente en París. Fue en la capital gala donde conoció a algunos de los artistas más destacados de su tiempo como Salvador Dalí, Pablo Picasso, Jean Cocteau y Alberto Giacometti y fue al primero de ellos al que le compró Casa para erotómano, una obra que representa un paisaje catalán en el que las rocas se transforman en figuras fantásticas con reminiscencias oníricas y que fue subastada ayer en Londres por la casa Sotheby's. La obra del pintor español, que seguía en manos de la misma familia argentina, era una de las estrellas de una jornada que incluía una selección de obras de los mejores artistas de los siglos XIX y XX. Entre ellas, estaba también Gradiva, un óleo sobre cobre que Dalí pintó en 1931 y cuya propietaria también era la condesa de Cuevas de la Vera, más conocida como Tota. El autor español capitaneaba así una subasta de arte surrealista, que incluyó obras de otros artistas como René Magritte, Max Ernst, Man Ray o Yves Tanguy, y que se celebró después de otra en la que un español marcaría récord.


Salvador Dalí. 'Casa para erotómano' (circa 1932)


Pablo Picasso. 'Mujer con boina y vestido de cuadros' (1937)
Pablo Picasso cosechó el precio más alto de la subasta dedicada al Arte Moderno e Impresionista y lo hizo con una obra maestra del autor malagueño. Femme au béret et à la robe quadrillée (Mujer con boina y vestido de cuadros), un retrato de Marie-Thérèse Walter, conocida como la musa de oro de Picasso, en el año 1937. Los expertos ya preveían que esta obra alcanzaría un precio récord, teniendo en cuenta los últimos obtenidos por obras del autor español, y no se equivocaron en sus predicciones, ya que se vendió por 49,8 millones de libras (56,4 millones de euros). Picasso pintó Mujer con boina y vestido de cuadros después del Guernica y La mujer que llora y en ella es capaz de transmitir el mismo dolor que consiguió en las anteriores. Junto a esta obra de Picasso, que tiene en las mujeres "su punto de apoyo creativo" -así lo explica Thomas Bompard, de la casa Sotheby's-, se subastó también Le Matador, un óleo sobre lienzo que el malagueño pintó en 1970 y que alcanzó un precio de 16,5 millones de libras (18,7 millones de euros). La subasta de ayer ofreció además una excepcional variedad de obras de Alberto Giacometti, Marc Chagall, Auguste Rodin o Claude Monet, entre otros.