martes, 7 de febrero de 2017

Cuando Hitchcock contrató a Dalí (y otros ‘cameos’ entre cine y arte)






La muestra ‘Arte y cine. 120 años de intercambios’ organizada por la Obra Social “la Caixa” repasa las influencias entre ambas disciplinas artísticas


ALEJANDRO TEODORO, Barcelona
03/02/2017 00:05 | Actualizado a 03/02/2017 00:31
“Yo tenía la impresión de que si tenían que presentarse secuencias oníricas, éstas debían ser vividas, y utilicé a Dalí por su gran ejecución gráfica”. Dicho y hecho. Sir Alfred Hitchcock contrató al maestro del surrealismo para el rodaje de su film ‘Recuerda’. Corría el 1945 cuando el artista catalán, ya consagrado en el panorama internacional, plasmaba su particular visión de los sueños en el mismísimo Hollywood.
No era la primera vez que pintura y cine se fusionaban, ni tampoco la última. Como no lo era la participación de Dalí en el mundo del cine. El polifacético artista ya había dejado su huella en España en dos de los clásicos de Luis Buñuel: ‘Un perro andaluz’ y ‘La edad de oro’.
El maestro del suspense y el máximo representante del surrealismo se unían para explorar el mundo de los sueños. Hitchcock confió en Dalí el montaje de una de las escenas más icónicas de la película. El catalán se inventó un mundo onírico plagado de ojos, distorsiones y grandilocuencias para representar uno de los sueños de Gregory Peck, protagonista de la historia, en el momento que un psicoanalista trata de curar sus fobias. Dalí en estado puro... en el celuloide.


August et Louis Lumière. 'Arrivée d'un train à la ciotat', 1895.


Dalí con Hitchcock o Jean-Luc Godard con Andy Warhol e Yves Klein son dos de los diálogos entre cine y arte expuestos en CaixaForum de Barcelona
El diálogo de Hitchcock y Dalí, o lo que es lo mismo, del cine y el arte, no es único. ‘Recuerda’ es un reflejo de cómo el arte pinta el cine, o de cómo el cine acaba convertido en un lienzo del arte. Una frontera difusa y porosa, bidireccional, en la que ambas disciplinas artísticas se retroalimentan con influencias que nacen desde el mismo cine primitivo.
Esta es la idea central de la exposición ‘Arte y cine. 120 años de intercambios’, una muestra de 349 piezas que profundiza en el diálogo ininterrumpido entre artes visuales y cinematográficas. La exposición está organizada por la Obra Social “la Caixa” en colaboración con La Cinémathèque française bajo el comisariado de Dominique Païni. Una oportunidad para viajar, década a década, hasta finales del siglo XIX, en una exposición abierta en CaixaForum Barcelona hasta el 26 de marzo.


‘Arte y cine. 120 años de intercambios’ es un juego para descubrir quién inspira a quién. Los hermanos Lumière, pioneros del cine a finales del XIX, ya pintaron sus primeras obras con referencias impresionistas. El tren de ‘La estación de Saint-Lazare’, de Monet, queda bien reflejado en la representación de su película ‘La llegada del tren a La Ciotat’, con una clara perspectiva lineal y pinceladas rápidas.

Curiosamente, algunos artistas se mostraron escépticos ante la influencia del cine en sus representaciones. Era el caso de Picasso. “Yo iba a menudo, pero sin pensar en nada especial, como quien va al café”, explicaba el pintor preguntado sobre el arte del celuloide. Picasso, finalmente, cayó seducido por el séptimo arte. Su diseño del vestuario en el ballet ‘Parade’, de Jean Cocteau, muestra ciertas similitudes con el estilo de Charlot, el personaje de Charles Chaplin.

El mismo Picasso fue protagonista de un documental en 1956 que plasmaba, pincelada a pincelada, el nacimiento de uno de los grandes genios del siglo XX. Incluso participó personalmente en la obra, dirigida por Henri-Georges Clouzot, para hacer más opaco el misterio de su genio.

La muestra quiere demostrar que el cine, arte entre las artes, se puede exponer
En la década de los 20, el cine transformó y deformó la realidad. El expresionismo alemán alcanzó su máximo esplendor con obras tan emblemáticas como ‘El gabinete del Dr. Caligari’ o ‘Los Nibelungos’; películas en las que cuesta diferenciar qué disciplina artística tiene más peso. Los personajes macabros e irreales ambientados en claroscuros del film de Robert Wiene parecen sacados de un lienzo de Ernst Kirchner.

Tan difusa era la frontera entre cine y pintura que numerosos artistas renunciaron a sus pinceles para cambiarlos por una cámara: Francis Picabia, Marcel Duchamp, Hans Richter o Viking Eggeling destacan en esta lista de enamorados del séptimo arte.

Desde hace más de un siglo, el cine ha sido una clara fuente de inspiración para el resto de las artes visuales. Del mismo modo, el celuloide ha absorbido y centrifugado las vanguardias artísticas, con resultados innovadores y sorprendentes. ‘Arte y cine. 120 años de intercambios’ recupera algunos ejemplos célebres, y descubre otros menos conocidos, de lo que el cine debe al resto de las artes, y al revés.
Y si Hitchcock fue en busca de Dalí, cuarenta años más tarde Eduardo Arroyo iría en busca de Hitchcock. En su delicado volumen de litografías, el pintor español realiza un excepcional análisis crítico de la construcción narrativa del maestro del suspense.

En los 50, lejos de Hollywood, Nueva York fue la ciudad de los inventores de nuevos lenguajes cinematográficos y refugio de los surrealistas durante la guerra. Artistas como Kenneth Anger usaron la pantalla como una paleta infinita de coloridas superposiciones, y el ritmo que imponía al movimiento de las imágenes, sobre histéricos fondos musicales de rock, está más vinculado a un collage a lo beat melódico que a un montaje tradicional.

El proyecto propone un diálogo entre artistas de las vanguardias históricas y cineastas, siguiendo un sentido cronológico hasta nuestros días
Y cuando la Nouvelle Vague —encabezada, especialmente, por Jean-Luc Godard— cuestionó la narrativa cinematográfica tradicional, probablemente abrió la estética cinematográfica a las demás artes, en particular a la pintura moderna, y en ocasiones también a las artes más conceptuales. Los cineastas de la Nouvelle Vague volvieron claramente su mirada hacia Henri Matisse; desde siempre, Jean-Luc Godard le dedicó dulces y teóricas atenciones.

jueves, 2 de febrero de 2017

Un viaje al Torremolinos más mítico



Una exposición rescata la estética vintage del barrio de pescadores que conquistó a estrellas como Frank Sinatra o Brigitte Bardot en los años 60 y 70
Era un barrio de pescadores, pero Torremolinos fascinó en los años sesenta y setenta a estrellas como Frank Sinatra, Brigitte Bardot, Ava Gardner, Anthony Quinn o Grace Kelly. En plena negrura franquista, cuando aún no se había segregado de Málaga capital –ya había sido independiente hasta 1924 y lo hizo por segunda vez en 1987–, este pequeño rincón del Mediterráneo atrajo la atención de todo el país por su repentina transformación a base de color, libertades y excesos. Torremolinos Chic rememora ahora aquella época a través de una exposición en la Casa de los Navajas. La muestra, que cuenta con una veintena de fotografías, puede visitarse de miércoles a domingo en horario de 11 a 14 horas y de 18 a 20 horas. José Luis Cabrera y Lutz Petry, coordinadores del proyecto, adelantan que los visitantes «disfrutarán de imágenes que reflejan el Torremolinos festivo, de las discotecas, de las salas de fiestas, de las playas, de la diversión, de la libertad, en definitiva, el Torremolinos más mítico».
Aunque el proyecto acabó convertido en una web, Torremolinos Chic nació con la intención de ser una publicación impresa. «Nos adaptamos a los nuevos medios de difusión y creamos una revista digital», explican sus impulsores, que llevan casi dos décadas recopilando fotografías e información de todo tipo relacionada con el municipio: «Nos dimos cuenta que era patrimonio histórico y se estaba perdiendo». Las imágenes fueron tomadas por turistas de Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos. Se trata de fotografías que ponen de relieve la estética vintage, «algo que siempre ha caracterizado a la cultura, la arquitectura y la estética de Torremolinos».

Torremolinos Chic ya organizó una exposición que pasó por La Térmica y por varios municipios de la provincia, aunque la iniciativa nunca había tenido lugar en Torremolinos hasta ahora por la negativa del anterior Gobierno municipal. Con esta nueva muestra, Cabrera y Petry rescatan el viejo espíritu de la ciudad, eso que el escritor James Albert Michener, ganador del Pulitzer, definió como «algo que nunca se ha visto; un refugio en el que se puede huir de la locura del mundo, aunque resulta que es un refugio totalmente loco».