El artista recibe el Premio Penagos de
Dibujo 2013 que entrega la Fundación Mapfre
William Kentridge. Foto: Jesús Antón
Aparece William Kentridge (Johannesburgo, 1955) con sombrero de paja caminando
tranquilo por los pasillos de la Real Academia de las Artes de San Fernando. A su
lado Estrella de Diego le hace el tour por las escalinatas y comenta que la
procesión va por dentro, que está hecho un manojo de nervios. El artista que
arrasó en la pasada edición de Documenta 13, aterrizó el miércoles y el mismo viernes a las 7 de la
mañana vuelve a Johannesburgo, donde vive y trabaja. Sonríe, estrecha la mano y
se sienta en el sofá. Desprende la seguridad de un profesor. Parece sosegado
ante el evento deacto de entrega del Premio Penagos 2013, que ha recaído sobre él y que otorga la Fundación Mapfre.
Kentridge cuenta que "la actividad de dibujar es descubrir
qué es dibujar, no es dibujar antes de dibujar, sino el procedimiento de pensar". Una conversación profunda y sincera y el
descubrimiento del artista con su propio trabajo. Él lo hace de una manera
particular: dibuja, borra, modifica, cambia y retoca la postura del dibujo.
Todo en un mismo papel. Una y otra vez. Y en cada cambio saca dos fotografías.
Después anima todas las imágenes que componen sus vídeos, una forma de
videoanimación que, a diferencia de la mayoría de artistas que emplean miles de
imágenes, lo hace con tan solo una treintena.
De esta manera se observa el recorrido que ha sufrido
el trabajo. La memoria del dibujo
final, su trayecto, su viaje. ¿Es el camino hacia la pieza final tan importante
como el resultado? "El resultado final es el viaje", contesta seguro
y conciso. Y añade: "Vas viendo el proceso, los cambios, unes todo. Es
decir, es una manera de condensar todos los dibujos para llegar a una forma
final, a lo que se va a ver". Kentridge desvía la mirada hacia los cuadros
colgados frente al sofá, como buscando la manera de explicarse. ¿De qué forma
la animación y el dibujo se complementan recíprocamente? "Los vídeos son dibujos realizados
para las proyecciones", analiza.
Cada uno de ellos está fotografiado con todos sus cambios de modo que la
historia habla por sí misma.
Imagen de la animación Félix en el exilio de 1994
Su origen surafricano ha marcado, en
cierta manera, su trabajo. Ha retratado metafóricamente el apartheid. "Suráfrica es un país de
contradicciones, inestable, impermanente, y
esto se refleja en mis imágenes", comenta. Además, el reconocimiento de su
trabajo no llegó hasta la década de los 90 cuando llevaba ya muchos años
ejerciendo la profesión. "Es en ese momento porque coincide con las
elecciones de 1992 que acaban con el apartheid. Hasta entonces la gente de fuera tenía que
venir al país para ver lo que se estaba creando y la verdad es que en ese
momento no había mucha gente que se dedicara al dibujo", explica.
Su obra, casi en su integridad, está elaborada
en blanco y negro, con carboncillo o pastel. La ausencia de color significa el
color mismo. O, tal vez, la nostalgia de un pasado romántico en el que la
tecnología no nos invisibilizaba. El dibujo, opina, es una manera de
comunicarse con el cuerpo y esta es la razón, presupone, por la que los jóvenes
se están acercando a él: "Está en las manos, empleas tu cuerpo al igual
que caminas con tus pies. Todo gira entorno a la práctica y la inmediata
conexión con las ideas. No es un arte más rápido de hacer pero
sí permite una rápida conexión entre lo que estás sintiendo y lo que tu cuerpo
está haciendo".
Por otro lado se muestra
interesado en las formas de arte modernista, la figuración abandonada que
guarda la narratividad de diferentes idiomas. "El arte es como la
literatura, aunque esté escrita en otro idioma con las traducciones se entiende".
Pero, ¿está el arte de fuera de Europa y Estados Unidos representado
adecuadamente en los museos? "Antes tenías que vivir en estos lugares si
querías que tu trabajo fuera visto. Pero cambió a finales del siglo XIX y se
desarrolló un interés por el arte que se hacía en diferentes sitios. Aunque los
museos aún tiene sus propias políticas y se centran en diferentes cosas, muchas
veces dependiendo del artista", opina.
Si alguien se pregunta qué artistas le han
servido de influencia, el dibujante hace hincapié en tres. Y españoles:
Velázquez, Goya y Picasso. "Te das cuenta de las conversaciones que tenían
con sus trabajos. Goya es la plasmación de la realidad, Velázquez la energía y la
actividad mientras Picasso es la transformación de la realidad